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“La técnica al servicio del mensaje”

11 de abril de 2013

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Isabel Bustos

Isabel Bustos es una mujer inquieta. Siempre necesita estar creando, por ello en pocas ocasiones la he visto sentada en la silla de su oficina. Prefiere hablar poco, sin embargo su mirada de mujer apasionada expresa mucho. Se resiste a las entrevistas, mucho más si le roban un minuto de creación en la compañía que dirige: Danza Teatro Retazos. Si hay que entrevistarla, prefiere hacerlo en su tiempo de descanso. Por eso nos recibió un domingo en su casa. Pero tampoco allí estaba ociosa. Cuando llegamos pintaba unos platos de barro: “De todas maneras nos vamos a desgastar y moriremos, mejor que llegue ese momento haciendo algo útil. El arte también purifica y fortalece. En cualquiera de sus formas, la creatividad mejora al ser humano”.
Una taza de café y un cigarrillo sirvieron como preámbulo. Iniciar el diálogo en aquel estudio improvisado, bajo la sombra de un árbol de aguacate, no resultó difícil. Solo bastó una pregunta a la Premio Nacional de Danza 2012 para que dejara a un lado la pintura, unos de sus hobbys preferidos:

 

¿Cómo conceptualizaría usted su visión sobre la coreografía y su metodología para enfrentarse a ella?
“Cuando fundé la compañía pensé que había que hacer las cosas de manera diferente a como las había hecho hasta el momento, ya fuera como bailarina o coreógrafa. Entendí que había que buscar otra forma de realizar el trabajo coreográfico y que esta debía partir de las sensaciones y emociones, algo que he enfatizado desde la fundación de Retazos. Sentí que debía trabajar intelectualmente a través del gesto, ir de lo cotidiano a lo universal y viceversa, hablar de cada individuo y de pronto pasar a una escena que no tiene nada que ver con la anterior, sino con una razón colectiva. Yo debía buscar mediante la plástica y, sobre todo, de la poesía, una síntesis de cómo decir algo a través del movimiento; por ejemplo, las debilidades de los seres humanos.
“Me detenía mucho más en la gestualidad que en el virtuosismo mismo. O sea, para mí, la técnica está al servicio del mensaje que voy a decir. En muchas coreografías ocurre al revés, o sea, lo primordial es la técnica y el virtuosismo del movimiento. Me parece que a menudo esta postura, esencia de muchos creadores, raya en el narcisismo al cultivar el cuerpo ante todo y demostrar lo hábil que se es con él. Pienso que la técnica es una forma de disciplinar el cuerpo para hablar del espíritu de la gente. Eso es algo que inicié y continúo impulsando hasta hoy y que ha llegado a convertirse en el sello de Retazos: a partir del lirismo de una emoción permanente lograr que los espectadores interioricen y de alguna manera se vean reflejados en lo que observan.
“La técnica sirve para que el bailarín o intérprete pueda desarrollar sus capacidades, y de pronto, olvidarse del cuerpo e ir a la expresión. Cuando la gente puede dominar el cuerpo va a otra parte, a buscar en el interior de sí mismo para poder comunicar ideas a los demás. Y esa búsqueda a partir de la técnica es la que nosotros fomentamos.
“Cuando los bailarines ingresan nuevos quieren comerse el mundo, piensan que tienen la verdad en la mano y realmente no han tenido tiempo para interiorizar y estar con ellos mismos. Creo que este es el primer paso para lograr una comunicación efectiva con el público, para poder transmitir lo que sienten. Lograr esta introspección requiere tiempo, alcanzarla es una de nuestras batallas.
“La otra batalla es cómo componer, cómo desarrollar una dramaturgia emocional que sea coherente para que la idea no se pierda en subterfugios y caminos diferentes. La meta es lograr la coherencia en la propuesta, aunque sea diversa. Para ello, me apoyo mucho en no perder el punto de vista cuando hago una obra y también en mi visión sobre la plástica y la poesía. Para mí, lo más importante es la mirada y después el texto. O sea qué te transmite una imagen y a partir de esa imagen vienen los textos; y ahora te hablo de la coreografía, si haces 50 movimientos y no hay una imagen concreta que te permita visualizar la idea central, estarás perdido. Para que exista una coherencia al respecto debe haber una síntesis definida, y esta es una de las vías que sigo para crear la coreografía.

 

La técnica es una forma de disciplinar el cuerpo para hablar del espíritu de la gente.

“Primero, para conformar la dramaturgia del espectáculo, debo tener una idea central clara y definida. Después voy a las improvisaciones y muchas veces los intérpretes no conocen su fin. Los bailarines descubren realmente de qué trata la obra en el ensayo general, incluso algunos después del estreno. Ellos improvisan y yo después corto, monto y edito, como si estuviera realizando un video; de esta forma voy armando el rompecabezas. Es una manera muy personal de trabajar y se ha convertido en la base de la composición de mis obras. Actúo así, porque si explico literalmente la idea de lo que van a hacer corro el riesgo de que se convierta en algo manido e impuesto, con lo cual el bailarín no está emocionalmente involucrado”.
Esta metodología implica un elevado grado de confianza entre la coreógrafa y los bailarines, quienes deben participar activamente en la creación de la obra, así lo afirma Isabel: “Yo necesito que cada quien desarrolle su creatividad, porque no trabajo la imposición de una idea o un movimiento, sino la emoción, porque para mí es esencial llegar espiritualmente a las personas y esta es una buena vía. La razón de mi vida debe andar por ahí. Por ello, promuevo en primer lugar la creatividad de los intérpretes. Pienso que es muy importante que los artistas hagan lo que necesitan realizar interiormente, porque todo lo que sea “copia” en cualquier manifestación artística y en la vida en general es fatal. Las personas tienen que ser auténticas y para ello debemos desarrollarnos dentro de lo que somos y en nuestro ambiente”.
Y justamente, un espacio donde se concreta este sueño es el Festival Habana Vieja: Ciudad en Movimiento, que ya comienza. Antes de las primeras actividades programadas busco a Isabel en su oficina para mostrarle esta pequeña parte de la conversación dominical y encuentro otra vez su silla vacía.

 

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