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Esteban Pichardo: un dominicano que enriqueció la cartografía cubana

15 de mayo de 2015

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Museo Nacional de Historia de las Ciencias “Carlos J. Finlay”  

Esteban Pichardo y Tapia es, sin dudas, uno de los más importantes geógrafos del siglo XIX en Cuba, aunque su nombre no haya alcanzado una fama equivalente al valor de su obra ni esta última haya recibido la difusión que merece.

Pichardo y Tapia, Esteban (Óleo)
Nació en La Española —isla llamada entonces Santo Domingo, como hoy se denomina a la capital de la República Dominicana—, el 26 de diciembre de 1799. Siete meses antes, ese mismo año, había nacido en La Habana Felipe Poey y Aloy, mientras despuntaba en Cuba la aurora de la Ilustración.
Pichardo llegó a Cuba por Puerto Príncipe (actual Camagüey) siendo un párvulo. Mientras, en La Habana brillaban hombres como Nicolás Calvo de la Puerta y Alexander Von Humbodt, Tomas Romay y el Obispo Espada, figuras que dejaron una penetrante impronta en la ciencia y la cultura cubana del bajo siglo diecinueve.
El joven dominicano matriculó en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, estudiando con los mejores preceptores de su época, y después obtuvo el título de abogado en la Universidad de La Habana. Más adelante se hizo agrimensor y recorrió gran parte del País.
No sólo profundizó extraordinariamente en el conocimiento de la geografía física de la Isla de Cuba, sino que compendió una extensa relación de términos de uso frecuente, muchos de los cuales eran cubanismos empleados por nuestra población para calificar elementos de la naturaleza. Estas indagaciones y recopilaciones le permitieron dar a la estampa en 1836 la notable obra titulada Diccionario Provincial casi razonado de vozes cubanas.
Produjo una obra intelectual de carácter multidisciplinario que abarcaba el arte y la ciencia: poesía, música y pintura; novelística, agrimensura, filología; pero, sobre todo, abarcó la geografía y la cartografía: casi un enciclopedista.
La mejor parte de su talento científico se expresó en la cartografía. Trazó innumerables mapas y planos de diferentes partes de Cuba. En este campo, su obra cumbre fue un gran mapa del Archipiélago publicado entre 1874 y 1875. Se tituló Carta Geo-hidro-topográfica de la Isla de Cuba, y fue resultado de más de 20 años de trabajo. Se editó en La Habana a expensas de la Capitanía General, y estaba compuesto por 36 hojas: una de ellas a escala de 1 en 70 000, y las 35 restantes en escala de 1 en 200 000.
En el trazado de ese mapa se señalaba el relieve con líneas de máxima pendiente, debido a que la altura exacta de la mayor parte de las elevaciones de Cuba era desconocida en esa época. Las Carta incluía ríos y lagos, y el curso de las corrientes marinas costeras; igualmente aparece la posición de poblaciones, ingenios, vías de comunicación y otros detalles de interés.
Pichardo empleó una simbología muy similar a la adoptada en los mapas contemporáneos y una excelente base matemática. En cada hoja se colocan “advertencias y explicaciones” acerca de los datos recogidos en la representación topográfica, lo que constituye un aporte en cuanto a lo metodológico.
El mapa muestra un trabajo ingente y acucioso. Resulta interesante la inclusión de los “parajes que han sido objeto de observaciones astronómicas”, en el que se refiere a los puntos donde se habían efectuado determinaciones exactas de la latitud y longitud geográficas. También incluye el esbozo de los distintos niveles de terrazas marinas que se levantan en el extremo oriental de la Isla, formaciones que sólo fueron estudiadas muchos años más tarde.
La Carta fue un referente cartográfico fundamental para Cuba hasta casi un siglo después; a partir de ella fue calculada el área del archipiélago en 124 500 kilómetros cuadrados, un valor lejano al real, pero de importancia histórica para su época.
Las autoridades coloniales fueron muy duras con él a causa de sus ideas políticas; enfrentó persecución y hasta la cárcel, pero la Real Sociedad Económica y la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana le distinguieron con los mayores elogios y honores. Para el gran cartógrafo fue seguramente notorio que un dominicano como él —Máximo Gómez— consagrase sus esfuerzos a la libertad de Cuba.
Esteban Pichardo y Tapia murió en La Habana el 26 de agosto de 1879, a los 80 años de edad, olvidado a pesar de su obra. Hoy recodamos al notable geógrafo que, aunque nació dominicano, contribuyó en mucho al desarrollo de la geografía cubana.

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