Evocación a los ocho estudiantes de medicina
27 de noviembre de 2015
| |Fotos: Alexis Rodríguez
¡Un mármol les negué que los cubriera,
Y un mundo tienen ya por sepultura!
Y más que un mundo, más! Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
“A Mis Hermanos Muertos”
José Martí
La Acera del Louvre, donde actualmente se encuentra el Hotel Inglaterra, acoge cada año la conmemoración de la injusta condena a la que fueron sometidos ocho estudiantes de medicina, el 27 de noviembre de 1871.
Una fecha de fuerte significado para la juventud cubana, para los estudiantes de la Educación Superior y para los de medicina en particular, y que fue recordada hoy en acto solemne como es tradición desde 1937. La evocación estuvo presidida por el Dr. Félix Julio Alfonso López, Coordinador Asistente del Colegio Universitario de San Gerónimo, quien rememoró los sucesos como cada año lo hace el historiador de la Ciudad, el doctor Eusebio Leal Spengler.
“El 23 de noviembre de 1871 un grupo de 45 estudiantes del primer curso de Medicina resultaron acusados arbitrariamente de un hecho que no cometieron, y que fue exagerado por las autoridades colonialistas (…) “La injusta acusación contra los jóvenes estudiantes fue apoyada por Dionisio López, gobernador político de La Habana. Un consejo de guerra dictó sentencia de absolución a unos y sanciones a otros, pero los miembros del Cuerpo Voluntarios protestaron hasta obligar que se realizara un segundo proceso jurídico”.
Recordó el también investigador que “un tribunal integrado por seis capitanes del Ejército y la misma cantidad de Voluntarios, decidieron encausar a 43 estudiantes con el propósito de que señalaran a los posibles responsables de la supuesta profanación”.
“Tras un oscuro y expedito proceso jurídico” –calificó Alfonso López– el juzgado pidió la pena máxima para ocho de los jóvenes acusados, como forma de escarmiento por “la participación del estudiantado universitario en la insurrección contra el poder español”, cuyo punto de partida había ocurrido tres años antes, con el levantamiento en el ingenio oriental Demajagua.
“Entre los castigados, ocho fueron condenados a muerte; 11 fueron sancionados a seis años; 20 a cuatro años y cuatro a seis meses de reclusión carcelaria. Todos los bienes de los acusados fueron incautados”. Fueron declarados culpables y condenados a muerte: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba de 16 años de edad, Anacleto Bermúdez y González de Piñera de 20, Eladio González Toledo de 20, Ángel Laborde Perera de 17, José de Marcos Medina de 20, Juan Pascual Rodríguez Pérez de 21, Carlos de la Torre Madrigal de 20 y Carlos Verdugo Martínez de solo 17 años, quien se encontraba en la provincia de Matanzas el día del presunto delito. Como puede apreciarse en el grupo habían un niño de 16 años, dos adolescentes de 17 y del resto ninguno rebasaba los 21 años de edad.
Los estudiantes fueron fusilados a las cuatro y veinte minutos del 27 de noviembre, en la explanada de La Punta, frente al Castillo de los Tres Reyes del Morro, en La Habana. La forma en que los obligaron a enfrentar la muerte fue indignante. Los vendaron, les ataron las manos a la espalda y los obligaron a ponerse de rodillas.
La iniciativa de recordar esta fecha luctuosa en la Acera del Louvre fue obra del primer Historiador de La Habana, el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, en “los días tristes de la guerra civil española (…) Se enfrentaban en la península las ideas una república popular y social frente a la barbarie oscurantista del falangismo y la dictadura militar” –catalogó el Dr. Félix Julio Alfonso López, quien recordó cómo aquellas primeras celebraciones estuvieron marcadas por las circunstancias históricas en las cuales no pocos cubanos marcharon a España a pelear y morir por la república, como fue el caso de Nicolás Guillén y Pablo de la Torriente Brau.
La Acera del Louvre conserva una tarja en recordación del valeroso capitán canario Nicolás Estévanez, político republicano que se opuso a esta injusticia junto al capitán Federico Capdevila y Miñano, quien había actuado como abogado de oficio en la defensa de los jóvenes.
La Universidad de La Habana fue clausurada entonces, y se agudizaron las profundas contradicciones existentes entre el alto centro de estudios y cualquier forma de opresión y dictadura. El estudiantado cubano, lejos de amedrentarse frente a la atrocidad, reaccionó de manera viril y continuó apoyando la causa independentista.
“En 1873 el ciudadano español Fernando de Castañón, hijo menor del periodista español Gonzalo de Castañón –director del periódico anticubano La Voz de Cuba y supuesta víctima del “crimen” de los estudiantes–, viajó a La Habana y visitó la tumba de su padre, y declaró que el panteón no había sido dañado”, rememoró Félix Julio Alfonso López en sus palabras. “Así se ratificó que estos jóvenes eran inocentes”.
En la actividad se encontraban presentes el Dr. Luis Alberto Pichs García, decano de la Facultad de Ciencias Médicas “Calixto García” y Carmelo González Acosta, presidente de la Asociación Canaria de Cuba, acompañados de una representación de estudiantes, museólogos, historiadores y descendientes de canarios.
Junto a esta actividad los estudiantes universitarios y el pueblo cubano en general, parten organizadamente de la escalinata de la casa de altos estudios habanera hasta el Castillo de San Salvador de La Punta, lugar donde fueron asesinados estos muchachos en la plenitud de sus vidas. Allí, frente al monumento que en noviembre de 1889 se erigió en su memoria, se les recuerda con profundo respeto y se les rinde el homenaje que merecen.
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