Marta Rojas, una excepcional cronista de su tiempo
8 de octubre de 2021
| |Fotos y retrato: Javier Castillo

No resulta en verdad inusual que, el anuncio de la muerte, en la capital cubana, a los 93 años, de Marta Rojas, me ha llevado a reflexionar en el significado que, para el periodismo y la literatura de la isla, reviste tal acontecimiento.
Con la partida de Marta Rojas, se despide a una de las más fieles testigos de la Causa 37, el juicio seguido por la tiranía batistiana a Fidel y los jóvenes de la Generación del Centenario por las acciones revolucionarias del 26 de julio de 1953.
No será ya posible, tampoco, leer sus artículos, reportajes, entrevistas que, en las páginas del diario Granma, permitían comprobar el oficio, la sagacidad, la riqueza, de un ejercicio periodístico de más de seis décadas.

Quienes disfrutan las narraciones que, desde la ficción, recrean pasajes, momentos, de la historia de la nación cubana no podrán acercarse a su novela inconclusa, que enigmáticamente tituló «El espejo de tres lunas».
Marta Rojas, ciertamente, se ha ido. Ya no se le verá llegar, con su proverbial sonrisa, a la presentación de un nuevo libro, a un esperado concierto, a la inauguración de una relevante exposición…
Se ha ido, como sabemos, pero, también se los aseguro, se queda aquí. Nos acompañará, a partir de ahora, cuando alguien se interese en conocer de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo.
Y para satisfacer tal empeño, hojee las páginas de sus libros dedicadas a la heroica gesta: El juicio del Moncada, El que debe vivir, Pequeña Gigante. Historia de: La historia me absolverá y La Cueva del Muerto.
Seguirá entre nosotros, cuando se relean sus crónicas desde el aguerrido Vietnam bombardeado por los invasores estadounidenses o cuando se vuelva a sus reportajes sobre el hallazgo de los tesoros guardados en la maleta perdida de Alejo Carpentier.
No podrá olvidarse, igualmente, cuando lectores y críticos regresen a las historias contadas en su ciclo narrativo, que incluye obras como El columpio de Rey Spencer, El harén de Oviedo, Inglesa por un año, El equipaje amarillo y Las campanas de Juana la Loca.
Novelas todas que se proponen –y logran– presentar cómo lo caribeño, lo español, lo chino, lo africano, ha contribuido, con sus tradiciones, sus leyendas, sus costumbres, a la formación de la propia identidad de la nación cubana.

Y aunque para algunos siga pareciendo poco probable, no se ha ido ni se irá, por su raigal cubanía, por sus lecciones, por sus enseñanzas, por su ejemplo. No se irá, porque Marta Rojas –quién puede dudarlo– no dejará de ser una excepcional cronista de su tiempo.
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