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Historiador de La Habana: “Tome usted mi lealtad”

28 de enero de 2022

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Por: Yohán Durand Rodríguez

Eusebio Leal Spengler junto a Magda Resik

 

Muchos tuvieron la suerte de ver y compartir con ese inmenso cubano que fue Eusebio Leal, pero pocos tuvieron la dicha de conocerlo como lo hizo Magda Resik, directora de comunicación de la Oficina del Historiador de La Habana, a quien el propio Historiador definió muchas veces como una hija.

Conoció al historiador gracias a su trabajo al frente de las páginas culturales de Magda aún recuerda con cariño la impresión que le causó aquella primera entrevista, en su oficina en el mezanine del otrora Palacio de los Capitanes Generales, que tituló Dialéctica personal y que él tuvo la deferencia de incluir en su libro La Luz sobre el Espejo. Al respecto afirmó: “Nunca pude imaginar que luego mi vida estaría marcada por siempre con la inigualable visión de este hombre que siento padre y considero un jefe difícil de igualar.”

 

–¿Cómo llega a trabajar a la Oficina del Historiador?

Las casualidades y las causalidades se apropiaron de mí. Primero había elegido un camino en el periodismo que me acercaba cada vez más a la obra del Centro Histórico. En esos primeros años de ejercicio profesional y gracias a la escuela de Juventud Rebelde, tuve también la oportunidad de conocer a Fidel. Como sabes, Fidel y Leal se profesaban una lealtad y una fidelidad conmovedoras.

Cuando el Comandante en Jefe y Leal hablaron sobre la necesidad de fundar una emisora de radio que transmitiera desde el Centro Histórico habanero, también convinieron en elegirme para esa tarea, un compromiso que desde hace 23 años intento cumplir cada día.

Para Leal comunicar era un elemento indispensable en la transmisión de valores, en el intercambio con los públicos; y siendo un comunicador muy bien dotado, fundó en la Oficina del Historiador un sistema de comunicación integrador de todos los medios y prácticas comunicacionales. La emisora se convertiría en el corazón de esa cruzada comunicativa.

 

–¿Qué es lo que más admiró y apreció de Eusebio?

Fue una relación de mucho respeto, gran admiración y amor. Lo traté siempre de usted, hasta el último día de su vida, aun junto a su lecho de muerte; cuando me permitió verle en momentos de debilidades del cuerpo y el alma, cuando la enfermedad le provocaba inmensos dolores y lo obligaba a una fragilidad que muy pocas veces se permitió en su estoica manera de enfrentar la vida. Profesaba la fe cristiana y la revolucionaria, que se traducía para él en ser fidelista. No era un jefe común. Sus exigencias provenían del propio ejemplo. Su liderazgo crecía porque nunca exigió algo que no fuera capaz de cumplir y porque pocos seres humanos podían igualarle en cultura, austeridad y humildad.

Al final de su vida repitió varias veces en público que era una hija para él, que no necesitaba bastón si se apoyaba en mi hombro. Imaginarás qué orgullo y qué compromiso siento a diario por no defraudarle ante tamaña deferencia, y cuánto aprecio que un hombre tan grande como él me haya tratado como una hija entre los miles que en el mundo le acompañaron y le profesan un afecto infinito. Esos gestos suyos me conmueven todavía, hasta las lágrimas. Pero como él, trato de no hacer pública esa debilidad a causa de extrañarle cada día más; porque Leal merece toda nuestra fuerza, alegría y empeño para seguir desarrollando de conjunto, con todos sus fieles colaboradores y seguidores, esa labor fundacional de ternura infinita por La Habana y por Cuba, su patria amada.

 

–Algo muy característico de Eusebio fue su excelente oratoria y memoria. ¿Cuál era el secreto de esto?

La memoria de las cosas era en él algo muy natural. La pregunta que me haces resulta difícil de responder porque se llega a la vida tocados con ciertas habilidades a las cuales las abuelas suelen justificarlas con aquello del don divino. En el caso de Leal, la oratoria fue uno de esos dones: mostraba una capacidad inusual de expresarse a través de la palabra hablada, una gestualidad que acentuaba con gracia, ímpetu y refinamiento, el tropel de cuanto quería expresar. Y luego, lo acompañaba esa mente ejercitada en el tiempo, en las infinitas lecturas desde que el niño autodidacta solía devorar los libros de las bibliotecas de las casonas donde su madre solía servir.

De esa memoria brotaban las innumerables asociaciones —cultas y diversas— que solía realizar en un discurso o intervención para los cuales, en contadas ocasiones, utilizó algunas notas que llevaba en una pequeña tarjeta. Su oratoria debe ser objeto de estudio: elíptica, iniciaba en un punto y a él regresaba luego de muchos desvaríos donde podían aparecer las lecturas de décadas atrás, las conversaciones con alguna persona y las propias vivencias. Dicen que la memoria puede ser también fotográfica. Sólo puedo confirmarte que, en el caso de Leal, era realmente prodigiosa.

 

–¿Cuál es el mayor aporte de Eusebio a La Habana y a Cuba en general?

Enseñarnos el valor del patrimonio, predicarlo como una doctrina y sacrificar hasta su salud por rescatarlo.  La Habana es otra después de su existencia. Y también en el país prendió una llama de amor por preservar aquello que nos enorgullece, identifica y distingue. Allí donde esté su alma, iluminará ese camino de amor por la cultura y la historia cubanas.

 

–¿Cuál cree usted era el motor impulsor de Eusebio?

El amor y la fe marcaron su paso fecundo por estas tierras.

 

–¿Sería diferente La Habana si no hubiera existido un Leal?

Seguramente. Aunque a él no le habría gustado que dijera semejante cosa. Ya te hablé de cuánto detestaba la vanidad. Cada vez que le preguntaban en una entrevista algo parecido, solía darles el mérito a sus miles de fieles colaboradores y a Fidel quien, como abogado y líder de la Revolución, concibió y firmó el decreto ley 143, en 1993, que consolidó el principio de autoridad de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y garantizó las competencias necesarias para gestionar recursos destinados a rescatar el Centro Histórico.

 

–Martí, Fidel y Eusebio, ¿qué hay de común en estos tres grandes?

Te cuento con un relato: Liborio  Noval, un gran fotorreportero, me distinguió con su amistad. A ratos llegaba a mi oficina con una nueva instantánea en blanco y negro para que la colocara en mi colección de fotos. Eran pequeños legados-regalos que luego entendí me quería dejar para cuando él no estuviera. Así fui reuniendo hermosas instantáneas de Fidel, el Che, la estatuaria de José Martí… pero un día apareció con una bella foto de Leal, también en blanco y negro y decidí colgarla junto a las otras.

Cuando el jefe apareció nuevamente por mi oficina, él que era impecable en los detalles, miró a la pared reconociendo el agrego de una foto que era la suya y se horrorizó. “¡Bájeme de ese firmamento inmediatamente!”, me ordenó. Y yo rápido me subí a una silla y cumplí con su voluntad. Para Leal, Martí y Fidel eran paradigmas, la más sublime expresión del patriotismo cubano.

 

–¿Cómo cree usted que le gustaría ser recordado a Eusebio? ¿Por qué?

Nunca me respondió esa pregunta y no me atrevo a elucubrar con su voluntad. Podría decirte que a mí me gustaría que lo recordaran siempre como el hombre bueno que fue, amante de Cuba, cuya alma sensible seguirá vagando por La Habana, como él mismo lo deseó, para concedernos la sabiduría necesaria para resistir y desarrollarnos sin perder nuestras esencias.

 

–¿Cuál sería el mayor regalo póstumo al Historiador?

No dejar morir su legado de amor por La Habana y por Cuba.

 

–Defina a Eusebio en una palabra, ¿por qué esta?

Es difícil, pero elijo su apellido: Leal.

Fidel y Leal realizaron, en ocasiones, intercambios de objetos personales. Por ejemplo, Eusebio portaba en los días de gala una corbata negra que el Comandante le había regalado y él le había traspasado un pañuelo con sus iniciales bordadas: E.L.S. En uno de esos canjes, Leal le confirmó: “Tome usted mi lealtad, que yo me quedo con su fidelidad.”

 

(Tomado de Cubadebate)

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