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Tributo a Camilo Vives: productor de no pocos clásicos

8 de diciembre de 2013

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Uno de esos nombres que con mayor frecuencia encabeza los créditos de las películas cubanas e innumerables coproducciones es el de Camilo Vives (1942-2013), uno de los productores más destacados en la trayectoria del ICAIC por la nutrida filmografía que atesoró. El 35. Festival de La Habana no puede excluir un homenaje a quien tanto contribuyó al cine nacional y a la propia historia del certamen.


Camilo Vives (La Habana, 14 de marzo de 1942-11 de marzo de 2013), realizó sus estudios superiores en Economía de Empresas.  A los 20 años  ingresa en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, donde se vincula a la esfera de la producción.   A partir de 1968, inicia su carrera como productor con la película Lucía, de Humberto Solás, devenida un clásico del cine iberoamericano. En 1972 no solo interviene en la compleja producción de Una pelea cubana contra los demonios, rodada por Tomás Gutiérrez Alea en locaciones de Remedios y en interiores de los estudios Cubanacán, sino que se atrevió a incursionar en un personaje episódico. Este título es el seleccionado para presentarlo el lunes 9 a las 3:00 p.m. en el cine La Rampa.
Al año siguiente, Camilo Vives acomete la producción de Ustedes tienen la palabra, realizado por Manuel Octavio Gómez, con quien trabajó también en 1983 en la coproducción con Francia: El señor Presidente, versión de la novela homónima de Miguel Ángel Asturias, de la que se rodaron algunos exteriores en Nicaragua. Por este título, Vives recibió junto a Evelio Delgado el Premio Caracol de producción en el Concurso auspiciado por la UNEAC. Con Manuel Octavio Gómez volvería a laborar en Gallego (1987), que sería el último largometraje del cineasta, rodado en  coproducción con la Televisión de Galicia, sobre la novela homónima de Miguel Barnet.
Vives participó en importantes proyectos del cine cubano, varios de ellos avalados por importantes premios internacionales. Entre estos se destacan: La última cena, (1976), dirigida por Tomás Gutiérrez Alea, así como los dos que codirigiera este cineasta junto a Juan Carlos Tabío: Fresa y chocolate (1993) y, dos años más tarde, en Guantanamera (1995), este último en coproducción con España.
Desde el año 1974, Camilo Vives dirigió la producción de ficción del ICAIC, y desde el año 2001 la Productora Internacional ICAIC, de la que es fundador.  Con su labor contribuyó de manera decisiva al desarrollo de coproducciones de la cinematografía cubana con países latinoamericanos, entre ellas: Alsino y el Cóndor (1982), filmada en Nicaragua por el chileno Miguel Littin; Tiempo de morir, (1985), coproducción con Colombia realizada en locaciones de ese país por Jorge Alí Triana, y Técnicas de duelo (1988), del también colombiano Sergio Cabrera.
Una película que aparentemente no parece compleja pero que demandó mucho esfuerzo por parte de la producción debido a las circunstancias en que fue realizada en pleno Período Especial, en el año 1993, fue Derecho de asilo (1993) por Octavio Cortázar, sobre la novela homónima de Alejo Carpentier.
Como parte del apoyo institucional del ICAIC a los nuevos realizadores, Camilo Vives asume la producción junto a una firma francesa de Amor vertical (1997) segundo filme como director de Arturo Sotto, egresado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión. Ese mismo año, Kleines Tropicana, de Daniel Díaz Torres, coproducida con una compañía alemana, fue otra comedia que contó con el nombre de Camilo Vives como productor. Dos años más tarde, concertó con una compañía española la coproducción de otra película que demandó gran despliegue de recursos y organización por utilizar como centro el famoso cabaret Tropicana: Un paraíso bajo las estrellas, segundo largometraje realizado por Gerardo Chijona.
El año 1998 marcó dos producciones muy diferentes en la trayectoria de Camilo Vives, una fue la cinta de tema histórico Mambí, dirigida por los cineastas canarios Teodoro y Santiago Ríos. En ella, un joven español se une a las fuerzas que luchan contra el Ejército Libertador de Cuba en la Guerra de Independencia. Conoce a una joven patriota cubana, se enamora de ella y colabora en la insurrección. El otro filme correspondiente a este año, también en coproducción con España, fue La vida es silbar, de Fernando Pérez, que demandó por parte de la producción un gran despliegue de medios, que incluyó hasta un globo por requerimientos del argumento.
«Son tantas las películas que ha producido, coproducido o ayudado a terminar que, posiblemente ni él mismo pueda recordar la cifra —expresó la cineasta peruana Nora de Izcue, que pudo concluir su largometraje El viento del Ayahuasca gracias a la eficaz gestión de este productor—; pero en la memoria y en el sentimiento de sus directores queda para siempre el agradecimiento hacia este hombre generoso que hizo posible que tantas historias, personajes, momentos y testimonios dejaran su huella».
Operación Fangio (1999) coproducción del ICAIC con Argentina y España, dirigida por Alberto Lecchi, es el largometraje que cierra la filmografía del septuagenario Camilo Vives en el siglo XX. Con el advenimiento de uno nuevo, Vives consolida su incesante labor como productor ejecutivo de numerosas coproducciones que contribuyeron a la supervivencia de la cinematografía nacional. Las circunstancias del período especial le obligaron a insertarse en el mercado foráneo y le permitieron un más dinámico ejercicio de las funciones de productor, con sus innatas dotes y su capacidad de convocatoria y de convencimiento. El año 2000 es particularmente intenso el trabajo por concretar no solo la coproducción con una firma alemana de Hacerse el sueco, dirigida por Daniel Díaz Torres, sino el largometraje documental La mafia en La Habana, realizado por la española Ana Díez.
No disminuye el ritmo de trabajo al incorporar a su filmografía otras cuatro coproducciones en el año 2001 en que comienza a dirigir la Productora Internacional ICAIC, tres de ellas con capital español: Miel para Oshún, de Humberto Solás, fue el primer título rodado en Cuba en formato digital; Las noches de Constantinopla, de Orlando Rojas, y Miradas, primer largometraje dirigido por Enrique Álvarez, en el que varios personajes con sus respectivas historias se entrecruzan en el poblado de Casablanca, según un guión laureado con el Coral en categoría de inéditos en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
Vives subrayó su interés en facilitar el camino de los jóvenes realizadores en sus primeras obras, entre las que destaca Nada (2001), opera prima de Juan Carlos Cremata, egresado de la Escuela de Todos los Mundos. La coproducción se concretó con firmas de España, Francia e Italia. Uno de los proyectos más queridos por este incansable productor ejecutivo es Tres veces dos (2004), largometraje integrado por una trilogía de relatos realizados por los noveles Pável Giroud, Lester Hamlet y Esteban Insausti, que tantas satisfacciones le proporcionara por su resonancia nacional e internacional y señalar el debut en grande de tres promisorios creadores. Posteriormente asumiría en carácter de coproducción con cubano-española, los dos primeros largometrajes de Pável Giroud: La edad de la peseta (2006) y Omerta (2008).
Esa perenne vocación de propiciar nuevos filmes por directores que se estrenaban en el largometraje, le condujo a desempeñar la producción ejecutiva en: Entre ciclones, de Enrique Colina, y Roble de olor, por Rigoberto López, ambos en el 2002, gracias al financiamiento obtenido por socios de España y Francia; El Benny (2006), de Jorge Luis Sánchez, Los dioses rotos (2008), de Ernesto Daranas, Ciudad en rojo (2009), bajo la dirección de Rebeca Chávez, en una coproducción del ICAIC con España y Venezuela, país que aportó financiamiento para culminar La piscina (2011), debut del joven realizador Carlos Machado, graduado de la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte.
Una de las más grandes satisfacciones en su carrera la experimentó junto a todo el equipo de realización el impacto suscitado por Suite Habana, de Fernando Pérez, título inclasificable que fuera seleccionado para inaugurar el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde recibió una prolongada ovación del público en pie, extendida hasta que salió de la sala. Con el productor español José María Morales (Wanda Visión), concretarían los siguientes filmes de ficción dirigidos por Fernando Pérez: Madrigal (2007) y José Martí: el ojo del canario (2010).
En la segunda mitad de la década inaugural del siglo XXI, desplegó una actividad incesante que coadyuvó a mantener un sostenido ritmo productivo a la industria cinematográfica criolla, con la inyección de financiamientos extranjeros. Entre los años comprendidos entre el 2000 y el 2010 incluye a su haber en calidad de productor ejecutivo más de una veintena de títulos, fundamentalmente con España, entre los que sobresalen en el 2005: Habana Blues, del andaluz Benito Zambrano (en la que desempeñó funciones de coproductor), Hormigas en la boca, de Mariano Barroso, y Barrio Cuba, realizado por Humberto Solás.
El cine de animación no estuvo ajeno en su filmografía pues no solo ejerció como productor ejecutivo en Contra el águila y el león (1996) y Más vampiros en La Habana (2003), dirigidos por Juan Padrón, ambos con participación española. La serie documental Cuba: Caminos de Revolución (2004), integrada por siete capítulos, fue una notoria contribución para insertar la historia y la realidad de la isla en el mercado español, a través del convenio suscrito con la firma canaria Impulso Récords, que permitió luego una colección de clásicos del cine cubano en formato DVD. Con el cineasta español Manuel Gutiérrez Aragón como director general, Vives intervino a nombre del ICAIC en la serie Historia de la música cubana (2008).
Camilo Vives —como expresara el cineasta peruano Federico García en ocasión del homenaje que le rindió el onceno Festival de Cine de Lima—, «hábil articulador de intereses y voluntades y con un don especial para manejar las relaciones, ha sabido ganarse el respeto y reconocimiento de quienes ocupan ese vasto espacio sin fronteras que constituye el mundo del cine. Camilo Vives es un abanderado de nuestro cine, un legítimo capitán de empresa que sigue bregando para que la imagen de Latinoamérica ocupe el lugar que le corresponde en las pantallas del mundo».
Los últimos años, Vives no permaneció inactivo, todo lo contrario, armó una coproducción entre firmas de Rusia y Venezuela para poder filmar Lisanka (2009), de Daniel Díaz Torres, y consiguió en España parte del presupuesto requerido por Gerardo Chijona para Boleto al paraíso (2010), sin olvidar su participación en el largometraje documental Che, un hombre nuevo (2010), realizado por el argentino Tristán Bauer. Camilo Vives ocupó la presidencia de la Junta Directiva de la Federación Iberoamericana de Productores de Cine y Audiovisuales (FIPCA). Impartió periódicamente conferencias y talleres referidos a la industria del cine cubano y la organización de su producción y desarrollo, fue Profesor Titular del Instituto Superior de Arte de La Habana, además de integrar como miembro el Internacional Quorum of Films and Video Producers. Incansable como pocos, afirmó que «las ideas necesitan un soporte para que en el futuro den resultados».

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