Osvaldo Salas en su centenario
2 de mayo de 2014
| |Fotos: Cortesía del fotógrafo Roberto Salas
Uno de los fotógrafos que se incluye en el ceñido grupo de los creadores de la llamada “fotografía épica cubana” es Osvaldo Salas, un singular creador que este 2014 celebra su centenario.
En entrevista concedida al espacio Luces y sombras de Habana Radio, su hijo, el también destacadísimo fotorreportero Roberto Salas, rememoró los momentos iniciales en que su padre descubre “el mundo de las imágenes” y recordó que antes de viajar hacia Estados Unidos, con apenas 14 años, estudió en la Academia de Artes de San Alejandro.
Osvaldo Salas vivió más de tres décadas en Estados Unidos —puntualiza su hijo—, pero “siempre tuvo una añoranza por Cuba y estaba claro que en algún momento iba a regresar. Mi abuelo y mi tío se hicieron ciudadanos norteamericanos, sin embargo mi padre no. Y no se trataba de asuntos políticos sino, sencillamente, que él no quería amarrarse. Mi hermana y yo nacimos allá, pero cada vez que tenía una oportunidad regresaba a Cuba; aquí conoció a mi madre y aquí se casó y siempre estaba buscando la posibilidad de poder virar. El 2 de enero de 1959 se le abrieron las puertas para el regreso y lo hizo ese día apresuradamente”, dice.
Gracias a un encargo de la prestigiosa revista Bohemia, que se editaba —y aún edita en La Habana—, en 1955 Osvaldo Salas contacta con un grupo de jóvenes que se oponía al gobierno de Fulgencio Batista, el tirano de turno, y allí, en Estados Unidos, conoce a Fidel Castro: “así comienza una relación que duró hasta la muerte de mi padre”.
Subrayó Roberto Salas que su padre le dejó de herencia su obra para “promoverla, para divulgarla y para utilizarla”, no obstante, apunta, “por el mundo se quedaron regadas muchas de sus copias”, hoy la familia posee todos los negativos originales —que son más de 200 mil— revela.
Al valorar el quehacer de Osvaldo, Roberto afirma, categóricamente, que —aunque su padre trabajó varias vertientes— era un retratista por excelencia y a su vez un fotógrafo horizontal, es decir, que siempre prefirió “casi inconscientemente el formato apaisado”.
Reiteró que aunque jamás hizo un desnudo, tampoco fue muy paisajista, no obstante el hombre sí estuvo en el centro de sus mirada: “lo mismo podía ser una personalidad de las artes, que un trabajador del campo, que un viejo sentado escuchado un discurso: el individuo, la persona fue su gran interés”.
En el año 1990 Osvaldo Salas dijo a la revista El Caimán Barbudo: “la emoción mayor para un artista es lograr lo que se propone, verlo plasmado; si los demás lo reconocen es muy bueno, pero sin no se percatan el artista ya vivió en la intimidad ese momento maravilloso. Aún me quedan fotos por hacer”.
Todo un concepto, una filosofía de vida, y también la certidumbre que fue un creador insatisfecho, un artista que a pesar de los reconocimientos siempre sintió el gusto por la creación: por su legado, Osvaldo Salas se coloca entre los más destacados fotógrafos del siglo XX cubano.
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