Churchill de nuevo en La Habana

14 de octubre de 2014

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Fernando Rodríguez Sosa

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Literatura, Semana de la Cultura Británica

“Aunque todos sabían que Winston Churchill había visitado Cuba después de la Segunda Guerra Mundial, quedé muy sorprendido cuando, ya en este país, conocí que también estuvo aquí, durante la Guerra de Independencia. Por eso, hemos apoyado este libro, una iniciativa muy importante ya que, en el año 2015, se cumplen cincuenta años del fallecimiento de Churchill”.

Con tales palabras, el excelentísimo señor embajador del Reino Unido en Cuba, Tim Cole, se refería a la investigación Arroyo Blanco, la ruta cubana de Churchill. Un episodio de la Guerra del 95, de Lourdes María Méndez Vargas, publicada por la espirituana editorial Luminaria, que era presentada, en el Castillo de la Real Fuerza, en el Centro Histórico habanero, como parte del programa de la Semana de la Cultura Británica en la isla.

Arturo Delgado Pruna, quien tuvo a su cargo la edición del libro, comentaba que –a pesar de haber nacido en Sancti Spíritus— solo conocía de oídas sobre el hecho que origina este estudio e, incluso, hasta llegó a tener dudas de lo narrado en esta investigación, pues se preguntaba qué nuevos elementos pudieran contarse si el propio Winston Churchill se había referido, en sus memorias, a su estancia en Arroyo Blanco.

Luego de conocer el texto, en opinión de Delgado Pruna, el mérito del trabajo emprendido por Lourdes María Méndez Vargas fue fundamentar su estudio en los documentos históricos atesorados, tanto en Cuba como en España, así como confrontar las fuentes para tratar de esclarecer sucesos que habían sido tergiversados o mal interpretados a lo largo del tiempo.

En Arroyo Blanco, la ruta cubana de Churchill. Un episodio de la Guerra del 95, a través de un minucioso rastreo en fuentes de archivo y en una amplia investigación de campo, se reconstruyen las acciones militares en que Churchill –por entonces un joven suboficial de un regimiento de caballería, recién egresado de un colegio militar de su país— participó, como observador, junto al ejército español, en los inicios de la guerra independentista cubana de 1895.

“Tanto el enorme atractivo de la personalidad de Winston Churchill –afirma Méndez Vargas en este libro—, como la carencia de un estudio riguroso sobre los hechos vividos por él durante esas jornadas de la guerra del 95, han ocasionado lamentables incidencias en medios informativos cubanos y extranjeros a propósito de esta sui géneris estancia suya en la Isla en el último lustro del siglo XIX, como el caso, a veces, de afirmaciones indocumentadas que desvirtúan la biografía de esta figura histórica o desconocen o trastruecan hechos de nuestra propia historia nacional”.

Como complemento de esta investigación, se encontrarán en estas páginas varios materiales de incuestionable alcance, trascendencia y permanencia, entre ellos el capítulo que Winston Churchill dedicó a Cuba en sus memorias, tituladas Mi primera juventud, y mapas y fotografías –algunas realizadas por la propia autora—, que permiten ubican al lector en los escenarios relacionados con la historia narrada.

Contaba Lourdes María Méndez Vargas, durante la presentación del libro, las motivaciones que la llevaron, sin ser historiadora de formación, a desentrañar lo ocurrido en esos días que el futuro primer ministro británico pasó en tierras espirituanas, así como su interés en contribuir a enriquecer la propia historia de esa localidad de la geografía insular.

En su conferencia, enriquecida con las imágenes que acompañan la edición, Méndez Vargas no solo aclaraba esos errores que se han repetido acerca del hecho histórico, sino también ofrecía sus personales apreciaciones sobre el significado que pudo tener para Winston Churchill, en su vida futura, el haber presenciado ese enfrentamiento armado entre cubanos y españoles a favor de la libertad de la isla.

En el cierre de la jornada, y como muestra del amor y el respeto por las tradiciones de la citada localidad espirituana, Lourdes María Méndez Vargas invitaba a la Parrandita de Arroyo Blanco, integrada por niños y jóvenes, quienes interpretaron décimas escritas por un poeta también de la zona, para así reafirmar el valor de conservar y atesorar la cultura popular nacida en cualquier rincón de la mayor de Las Antillas.