El alma desnuda: continuidad y ruptura

15 de abril de 2014

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Estrella Díaz

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Artes plásticas, Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, Ernesto García Peña

Fotos: Cortesía del artista

 

Recientemente Ernesto García Peña (Matanzas, 1949), uno de los artistas de la plástica contemporánea cubana más connotados, expuso en La Habana su obra reciente y, sin dejar de darle continuidad a la estética a la que apostó hace ya más de treinta años, El alma desnuda —título de la muestra— constituyó un giro en su quehacer: simplemente no fue más de lo mismo.

En la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, en La Habana colonial,  se exhibió una treintena de piezas (acrílicos sobre lienzo y tintas), en las que García Peña vuelve a mostrar su pincel leve, la delicadeza del trazo y reafirmarse como uno de los pintores cubanos que con mayor acierto y lirismo ha apostado por el tema erótico.
Considerado como “uno de los más lúcidos representantes del informalismo”, García Peña dijo en conversación con el espacio Luces y sombras de Habana Radio, que era “un elogio muy grande y lo acepto con modestia, aunque no soy el único” y es que este pintor, dibujante, grabador y ceramista, ha sabido asimilar del pop y de otras vertientes: “esa ha sido siempre mi propósito”, subrayó.

Representante de la llamada generación de los 70, García Peña con El alma desnuda se inclina hacia el minimalismo, hacia la síntesis indispensable, y, quizás “un coqueteo con la abstracción”, observación con la que no está de acuerdo: “no creo que sea una tendencia hacia la abstracción. Me gusta mucho y creo que es muy atrayente la contraposición. Puede ser interesante un blanco sobre blanco o un negro sobre negro: eso se ha hecho. Pero, cuando colocas el contraste todo se hace más obvio. Por ejemplo, recuerdo la obra de José Gómez Fresquet, Frémez, quien para remarcar el mundo del subdesarrollo en aquellas imágenes sobre Viet Nam, ponía al lado de la miseria la opulencia del mundo del mercado capitalista. Eso es lo que intento y me doy cuenta de que para aceptar algo necesitas el complemento antagónico”.

En otro momento del diálogo aseguro que “a veces, aparecen elementos que son como pequeñas trampas que hago para que la gente pueda ir de una fase a la otra; en ocasiones en un mismo plano hay elementos no figurativos sino neofigurativos y en otros casos totalmente figurativos; es una manera dar posibilidades de entendimiento al público”, dice.
Egresado en 1965 como Instructor de Arte, en 1970 de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y en 1987 el Instituto Superior de Arte (ISA), considera que su manera de expresarse es cada vez menos convencional: “en la primera etapa se entendía que había un plano tierra y un plano cielo, sin embargo en la obra actual —y desde hace algunos años—esa separación no existe. Hay que meterse en las patas de los caballos, pero hay que tratar de que el caballo no te pisotee y patee. Por ejemplo, en momentos he tratado de emplear colores muy convencionales y establecidos para el mundo de lo erótico y lo he hecho a propósito, pero para poder tenerlo como un reto y superarlo no para regodearme en eso sino para cuestionarlo. Es un riesgo que hay que asumir y saber resolver. Cuando concluyo una pieza, no me gusta soltarla inmediatamente. No. Hago la obra y me gusta convivir con ella y cuestionarla porque es una manera de examinarla, de apreciarla, de degustarla. Si finalmente no tengo nada en contra de ella y pasa la prueba del tiempo, accedo a que se comercialice o se exponga”.

Confiesa que “aunque tiene aún muchos sueños por ejecutar”, está satisfecho con la carrera que hasta el momento ha desarrollado, no obstante anhela “incorporar a la obra distintas manifestaciones para hacer algo diferente” y, también, le encantaría emprender “un trabajo más profundo en vidrio”.
Son, sin duda, sueños posibles de cumplir: de materializarse, seguramente, tendrán el sello que por más de treinta años ha consolidado, pero a su vez será algo nuevo y renovado porque si algo le preocupa a Ernesto García Peña es “no repetirse”. Fe de ello es El alma desnuda, su más reciente entrega que no es más que continuidad y ruptura.