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Las emociones y el aprendizaje

22 de enero de 2016

 

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Desde que Daniel Goleman publicara su best seller “La inteligencia emocional”, un libro que de forma muy armónica y potable presenta teorías científicas de forma que pueden ser entendidas no solo por especialistas, sino también por el gran público, pues el tema se ha convertido tanto en objeto de investigaciones, cursos universitarios, talleres de aprendizaje como en lectura para la autopreparación de quienes quieren saber más sobre sus competencias emocionales, su manejo, y así ponerlas en función de una vida más feliz y exitosa. Esto último es el modesto objetivo de este espacio que escribo para ustedes.
Pues bien, hoy les presento una nueva perspectiva de cómo las emociones matizan nuestras acciones, en particular en el aprendizaje, en los estudios, tenga la edad que tenga, porque vale tanto para adultos como adolescentes y niños. ¿Qué papel juegan nuestras emociones cuando aprendemos? ¿Por qué mi hijo estaba embullado al principio de curso escolar y ahora no quiere ir a la escuela? O todo lo contrario, ¿por qué mi hijo iba a la escuela a la fuerza y en pocas semanas ya solo se prepara para ir y ni hay que mandarlo a estudiar en la casa? Esto mismo nos pasa a los adultos si estamos estudiando un curso, aunque nosotros somos más capaces de darle nombre a las emociones, y hasta nos percatamos que las emociones negativas son parte de un proceso de desmotivación o viceversa si el curso lo comenzamos obligatoriamente porque es parte de la superación profesional e inicialmente vamos con desgano y este aprendizaje “nos atrapa”. Pues les digo que una estudiosa del tema llamada Elba Menecier describe cuatro niveles en los que nuestros estados emocionales pueden afectar (en positivo o negativo) nuestro aprendizaje y que son los siguientes:
Una etapa inicial donde las emociones muestran la predisposición, la motivación y el interés en el estudio en cuestión. Es evidente que es muy importante que haya un inicio favorable, porque de esta manera la persona tiene deseos de aprender y su disposición estará en positivo. Hay un ejemplo que a mí me gusta utilizar y que es muy cotidiano: el inicio de niño en la escuela. Esto ocurre a los cinco años más o menos, y que debe ser un hito en la experiencia vital de todos porque es la apertura al conocimiento, a la vida, a la acumulación de experiencia social que en gran medida definirá que curso tomarán nuestras vidas en el futuro. Sin embargo este hecho precisa de una preparación por parte de los padres, de la familia, porque no existe una condición genética que persé haga que nos guste dejar de jugar libremente para sentarnos en un aula, por lo que motivar al pequeño con la escuela, haciéndole desear aprender (podrás leer tú solo los libros de cuentos, me podrás escribir todo lo que me amas, conocerás nuevos amigos), pero si en vez de eso se le dice que “ya tengo ganas que empieces en la escuela para que la maestra te ponga orden y aprendas a respetar” seguro que las emociones que acompañan ese inicio son negativas y ya hay un muy mal comienzo y habrá que vencer muchos más obstáculos para que haya interés y motivación.
Una segunda etapa es la intermedia que se caracteriza por la perseverancia, persistencia y regularidad del estudio porque no es posible que todos los días, todas las actividades y en todo momento ese aprendizaje tenga un nivel elevado de motivación, así el muchacho puede preferir las matemáticas y no tanto la literatura, pero tiene que cursar todas las asignaturas por lo que tiene que ser persistente en las clases de esa materia menos interesante para él y tal vez estudiar más porque tiene menos habilidades para un aprendizaje más rápido. Esto le puede también enseñar a afrontar y tolerar otros retos en su vida en sociedad en la que seguramente se encontrará con personas, situaciones que no le gustan pero con las que tiene que lidiar y convivir.
Una tercera etapa es la de obstáculos que se caracteriza por el manejo de las dificultades, de la frustración, de la adversidad que con certeza se acompañan de emociones negativas como la tristeza, la ira, la desesperanza. Resulta primordial en la vida tanto aprender a ganar como aprender a perder, y es más, creo que es más fácil aprender a ganar y mucho más difícil aprender a perder. Pero para lograr esto hay que saber enfrentar los obstáculos y lo primero en este sentido es saber evaluar bien esos obstáculos y prepararnos para su afrontamiento adecuado, por lo que si al chico no le gusta la literatura y le es difícil, tiene que aprender a manejar su desagrado y falta de motivación, buscando recursos de aprendizaje que le beneficien como puede ser un compañero de estudios que le sirva de tutor porque lo cierto es que ”tiene que aprobar la asignatura” y si no logra aprender tiene que saber manejar la frustración para que ésta no lo inmovilice, sino todo lo contrario y le haga “sacar el extra” y volver a la carga para lograr el éxito.
Por último está la etapa final que es de equilibrio emocional en el examen de nuestros conocimientos o en la aplicación del mismo como resultado de un buen desempeño en las etapas anteriores, o sea, debe ser la expresión de la tranquilidad, la alegría la felicidad y la satisfacción del éxito que no se queda como un conocimiento aprendido para obtener un resultado numérico sino que se incorpora al sistema de conocimientos individuales que nos serán útiles en la vida.

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