ribbon

Dando tumbos

26 de diciembre de 2014

La guerra de los precios del petróleo, la aplicación de sanciones a Rusia y Venezuela por sus políticas nacionalistas y el intento de torcer el ascendente rumbo económico y de beneficio social de China son algunas de las medidas de la actual administración estadounidense, enmarcadas en un espíritu de guerra fría, no obstante a que el presidente Barack Obama venció recientemente dificultades para beneficiar a cinco millones de los once millones de inmigrados ilegales en Estados Unidos y normalizar las relaciones con Cuba, comprendiendo el fracaso del bloqueo y el aislamiento internacional que ello conllevó.
Como se sabe, las políticas neoliberales aplicadas en la globalización, particularmente la financiera, impulsada por Estados Unidos en todo el mundo, le dejó enormes ganancias, pero también creó el germen de su propia destrucción.
En efecto, las quiebras y las desvalorizaciones de las grandes firmas de inversión de Wall Street fueron el resultado de la desregulación de los mercados financieros, que amplió las formas de especulación, el apalancamiento sin límite alguno y la conformación de sofisticados instrumentos financieros que fragmentan y ocultan el riesgo.
La crisis financiera desatada por el colapso del sector inmobiliario estadounidense aún no ha tocado fondo, pero podemos avizorar sus repercusiones en los sectores reales y su dimensión planetaria. Se enmarca ésta en un ya largo declive de la superpotencia, abriendo un período de agudización de viejas y nuevas contradicciones sociales y políticas que han sido acompañadas por la protesta de amplios sectores víctimas tanto de la enfermedad como de los paliativos que luego se intentaron.
En este contexto, se acudió al militarismo, que no ha sido para nada una tabla de salvación, porque Estados Unidos padece males cada vez mayores a la hora de mantener la hegemonía mundial. Tras la victoria de la primera Guerra del Golfo, en abril de 1991, los neoconservadores acuñaron el término “momento unipolar” para referirse a la posición de EE.UU. como potencia superior, anunciando “un nuevo siglo americano”, en el cual “estaba en capacidad de hacer lo que quisiera, cuando quisiera y como quisiera sin consultar a nadie”.
Había sobrevivido a recesiones, como la del crac de 1929, a las conmociones de la Segunda Guerra Mundial y, en el punto culminante de la confrontación con la Unión Soviética, a “otro lunes negro” en la era Reagan, el 19 de octubre de 1987, cuando desaparecieron de Wall Street 560 000 millones de dólares en valor nominal.
Pero todos sabemos como se “arregla” esto: el perdón a los banqueros y el alza de impuestos a la población para que pague el déficit.
A ello se unió un inicial auge económico con la globalización, y la política imperial que montó para recuperarse merced al desmoronamiento soviético, basada en el librecambio, la libre circulación de capitales, las privatizaciones y demás prescripciones del recetario neoliberal.
Sin embargo, con la globalización, a partir de 1994, se inició una serie de trastornos consecutivos en México, Tailandia, Corea del Sur, Indonesia, Brasil, Rusia, Colombia, Turquía, Argentina y Estados Unidos. El de este último se originó en el “estallido” de la especulación, forjada con acciones de las empresas tecnológicas de Internet y de comercio electrónico, que hizo quebrar a más de 700 compañías y arrojó pérdidas por 9,3 billones de dólares. A estos desastres se sumaron los impactos del ataque del 11 de septiembre del 2001 a Nueva York y a Washington.
Para salir del trance, se emprendieron dos estrategias de reparación de clara inspiración imperialista y neoliberal. Por una parte, por razón de las invasiones a Afganistán e Iraq, con el fin de lograr el control de fuentes de hidrocarburos, se reforzó el militarismo y la especialización en industrias militares y de defensa con base en gasto público, que en 1990 ya incluía el 83% del valor de todas las plantas y equipos industriales.
Por la otra, se amplió el “liberalismo económico”, con la rebaja de tasas de interés y con la ya referida eliminación de regulaciones en los mercados financieros, hipotecarios y de futuros de productos básicos. Se pretendió reemplazar la burbuja desinflada por otras creadas en nuevas esferas económicas.
Luego de varios años de aventura en el Medio Oriente, y del estallido en el sector inmobiliario, los quebrantos de Estados Unidos se incrementaron bajo el gobierno de Bush, y solo el actual ha podido atemperar la sensación de inseguridad, la inflación y el desempleo; al tiempo que hizo aumentar la población cubierta en salud; ayudó en algo a la situación de los inmigrantes y se hizo menos dependiente del combustible importado.
El auge del poder y aumento de los grupos de supremacía blanca que siempre han rechazado al negro Obama, ha hecho que este no sea lo suficiente fuerte en el cuestionamiento al neoconservadurismo republicano que domina ahora el Congreso.
Así, en el marco de la guerra contra el terrorismo, se sigue imponiendo la “guerra preventiva” y se legitima la politica contra torturas y de guerras locales, y se preparan otras que pueden conllevar a una devastación aun mayor, lo cual demuestra la peligrosidad de este inconsecuente imperialismo que, con o sin Obama, sigue dando tumbos.

Comentarios