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Una lucha intersectorial

24 de octubre de 2019

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La contaminación del planeta es el protagónico del siglo, y como elementos determinantes sus distintas manifestaciones: tierra, agua y aire. Y esta última, específica y sutil, nos llega en su categoría ambiental, dañina para todo ser vivo cuando arrastra cualquier agente (físico, químico o biológico), en combinación de varios aislados o en concentraciones que sean –o puedan ser– nocivos.

La contaminación ambiental se genera también por el aporte tóxico de los centros receptores de sustancias sólidas, líquidas o gaseosas, incluso mezcladas, que alteren las condiciones naturales y que, de una y otra forma, afectan la higiene o el bienestar público.

A medida que se desarrolla la civilización aparecen nuevos riesgos que tienden a deteriorar cada vez más el ambiente, sin perder de vista el crecimiento demográfico, o lo que es igual, mayor densidad habitacional con todas sus consecuencias. Se altera el medio, llegando en algunos casos a atentar contra el equilibrio de la naturaleza.

No existe incompatibilidad entre el desarrollo tecnológico, el avance de la civilización, los nuevos servicios y el mantenimiento del equilibrio ecológico, pero sí es determinante armonizarlos. Tomar conciencia del rol que desempeña el saneamiento ambiental y el aporte individual de cada ciudadano, ambos fundamentales para la vida del planeta.

Entre los factores de riesgo que hacen peligrar ese objetivo está presente cualquier sustancia ofensiva que cause efectos adversos cuando sobrepasan los niveles aceptables. Puede ser de fuentes naturales o de los procesos productivos humanos. Estas últimas –antropogénicas– conforman las simples actividades de la vida diaria: industriales (frigoríficos, mataderos, actividad minera y petrolera); agrícolas (agroquímicos), fuentes móviles (gases de combustión de vehículos) y domésticas (deshechos –basura–, aguas pútridas, y otras).

Toca a los gobiernos trazar estrategias coherentes para sensibilizar a quienes responden por los principales factores condicionantes y desencadenantes del fenómeno, objetivo posible a través de la intersectorialidad, o lo que es igual, la plena colaboración de todos los sectores de una forma sistemática, y sin obviar, la elevación de la cultura sanitaria del pueblo para la mejor comprensión del riesgo en que vivimos.

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