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Un baño de salud

7 de febrero de 2020

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Cuando los primeros cosmonautas observaron nuestro planeta desde el espacio, el nombre surgió indiscutible: Planeta Azul. Era la tonalidad perfecta adjudicada por el 70 % del agua que ocupan los océanos y los extremos polares.

El mar, laboratorio original donde se creó toda forma de vida. Génesis de algunas especies que por evolución natural colonizaron la tierra, pero mantienen en sus células la composición de sus orígenes.
En la antigüedad, Hipócrates, no fue remiso a preconizar que el mar era capaz de curar enfermedades y recetaba inmersiones en agua salada para tratar dolencias comunes. Pero, en la insalubridad del medioevo no eran asimiladas esas enseñanzas.

Con el paso del tiempo, las playas devinieron disfrute de bañistas y deportistas, pero no para recibir  los beneficios medicinales del agua de mar para el ser humano, sino para dar inicio a una nueva forma de salud: la talasoterapia.

Por tanto, es el tratamiento con agua de mar a la temperatura corporal (37ºC), y que no margina las propiedades medicinales de elementos afines: arena, lodos, limos y algas con fines terapéuticos.

Nada puede comparar la riqueza mineral de estas aguas: yodo, potasio, azufre, sodio, silicio, calcio, magnesio,  plancton y algas microscópicas. Todo en su conjunto produce indiscutibles efectos terapéuticos sobre la piel y las articulaciones. Incluso, la evaporación del agua de mar, carga el aire de gotas en suspensión de oligoelementos y de iones negativos. Respirar ese aire marino estimula el sistema inmunitario, relaja y favorece la producción de serotonina.

Muy difundida y explotada por los centros de rehabilitación, ponen precio de esa forma a los beneficios que nos da Natura, y que no se resumen en algunos kilómetros de playas comercializadas.

Donde quiera que haya mar, sus bondades aportan salud a quien sepa buscarla en ese proveedor eterno del ser humano.

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