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Síndrome de Otelo

13 de mayo de 2021

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El conflicto entre Otelo y Desdémona, la violencia de los celos del moro de Venecia, obra cumbre de William Shakespeare, se repiten turbulentamente en la paranoia conyugal, que la ciencia define como Síndrome de Otelo.

El delirio de los celos que involucra a la pareja, la angustia aberrante que somete a una persona celosa, deriva en furia y agresividad. Obsesión que lleva a la persecución, para demostrar la infidelidad que imaginan. Buscan una mínima evidencia que justifiquen su sospecha, y cualquier detalle que la reafirme, puede desatar la agresión física y hasta la muerte.

Quienes celan, consideran a su pareja como propiedad privada. Igual derecho de posesión que tener una casa, un carro, o cualquier objeto personal. Por tanto, deviene “cosificación” de la otra parte, algo que les pertenece.

Existe el errado criterio de valorar los celos como un ingrediente que aporta condimento a los enamorados, y sobre todo, como prueba de legitimidad y veracidad del sentimiento. Incluso, gran parte de los enamorados se sienten defraudados cuando su pareja no los cela. Sin comprender, que de no controlarse tan lacerante sensación, puede terminar definitivamente el amor.

Los psicólogos admiten que una dosis conveniente de celos, fortalece el compromiso recíproco, porque la indiferencia y el desapego, contribuyen al alejamiento entre dos. Múltiples encuestas, desde un prisma científico, resumen que un grado moderado de celos prolonga el éxito de la pareja.

Además, otra reacción orgánica negativa que producen los celos, radica en que, en el clímax del ataque de celos, se experimentan síntomas similares a la ansiedad (taquicardia, aumento en la frecuencia respiratoria, irritación, nudo en el estómago, etc.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, define el Trastorno Delirante tipo Celotípico así:

“La característica esencial del trastorno es la idea delirante, de la infidelidad. Creencia basada en inferencias erróneas apoyadas en pequeñas pruebas (ropa desarreglada o manchas en las sábanas), que utilizan como justificación. El sujeto con esta idea discute con la pareja e intenta intervenir en la infidelidad imaginada con mil recursos (prohibiendo la libertad de movimientos, vigilando en secreto, investigando al supuesto amante, o incluso, agrediendo a la pareja)”.

Los celos se consideran una conducta patológica cuando se instauran en el patrón habitual de la persona, haciéndola sufrir la ausencia de fuerza interior. La inestabilidad afectiva, puede llevar a cabo conductas psicópatas. La idea fija de traición está tan asentada en su interior que al verse hundida, reacciona egoístamente: “¡Si no es para mí, no será de nadie!”… Dramáticas palabras que descubren al ser absorbente, víctima de la emoción negativa llamada celos, que muchas veces han provocado tragedias sangrientas.

Estos sentimientos suelen darse en personas dependientes, de frágil autoestima, que se sienten terriblemente vacías ante la posibilidad de perder al ser amado. Su vida nunca ha sido cultivada interiormente, y necesitan el constante apoyo de alguien. En general, es una manera de controlar a quien temen perder, previendo a toda costa, la posibilidad de “abandono”.

Pero… al contrario de lo que se proponen, el absorbente control y desconfianza producen el rechazo. La víctima de los celos, se siente agobiada, necesita huir de tal dominio. Y es que ese sentimiento avasallador y egoísta, destruye el amor: el receptor de los celos no resiste la convivencia; y el celoso, atormentado por su idea fija, desespera cuando la consecuencia de sus celos provoca el temido abandono.
Las parejas necesitan suficiente espacio para disponer de una parcela privada para cada miembro, y otra, común para ambos. Así se logrará un mejor entendimiento y equilibrio.

Quizás se encuentre el origen de esa reacción aberrante, y más que una esperanza devino la investigación de la psiquiatra Donatella Marazziti, de la Universidad de Pisa, que afirmó que ese sentimiento exagerado lo provoca un bajo nivel en la sangre de serotonina, neurotransmisor que controla en el cerebro el hambre, dolor, apetito, alegría o depresión.

Los psicólogos dominan desde hace tiempo que los celos implican fragilidad e inseguridad, pero se reconoce también como síntoma, la punta de un iceberg.

 

El estudio realizado no incluye celos comunes y ligeros, sino los excesivos y enfermizos, centrados en el papel de la serotonina en los disturbios obsesivos y compulsivos, tras analizar lo que sucede bioquímicamente a los individuos enamorados.
La investigación abarcó el análisis de sangre y cuestionarios a más de 250 parejas. Finalmente, la doctora Marazziti, autora anunció un estudio para determinar los cuatro tipos identificados de personas celosas: depresiva, pánico-fóbica, obsesiva y paranoide.

Puede ser que con ayuda de la ciencia, el futuro sea menos convulso para el amor, y el síndrome de Otelo, no pase de ser un exceso permitido a la obra cumbre de uno de los mejores dramaturgos de la literatura universal.

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