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Polémica contaminación

26 de octubre de 2020

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Cuentan que un joven pastor sintió cierta fuerza extraña que arrancaba los clavos de sus zapatos. Sorprendido, removió la tierra y encontró una piedra que llevó de inmediato a sus mayores. Fue así, que en aquella costa del mar Egeo, descubrieron la magnetita (del latín magnes que significa: imán). Puede que la fantasía generará la leyenda, pero, lo cierto es, que la Enciclopedia Británica recoge:

“Hacía tiempo sabían que una piedra mineral, óxido del hierro magnético (magnetita = Fe3 O4), tenía la propiedad de atraer al hierro y a otras piezas del mismo mineral. Este magneto natural fue mencionado por Tales de Mileto (624 – 548 A.C.), y según Platón, Sócrates afirmaba que en una cadena de anillos de hierro, cada anillo sostenía al de arriba por una atracción magnética”.

Durante muchos siglos, la ciencia estudió el biomagnetismo y la magnetoquímica, a partir de que la tierra es un gigantesco imán natural, y por ende, transmite energía magnética a los organismos vivientes humanos, animales y vegetales. Ese desarrollo científico también permitió conocer cómo influye el campo magnético y electromagnético (CME).

Todos coincidimos en que la electricidad y la telefonía son avances para la humanidad. Pero, una interrogante se impone: ¿Nos afecta esa contaminación invisible y no detectable por los sentidos?

Comprobaron que los equipos eléctricos: radio, televisión, hornos microondas, secadores de pelo, maquinillas de afeitar, radio-relojes, lámparas halógenas de 12V, computadoras, cables aéreos y redes telefónicas originan radiaciones, que en larga exposición ambiental, pueden producir daños, tanto en personas como en ecosistemas.

Al principio creían que las radiaciones eran inocuas, pero ya se habla del “síndrome de las radiofrecuencias” referido a los efectos en el cerebro y la presión sanguínea, alteraciones del sueño, jaquecas, depresiones, cansancio, fatiga crónica, pérdidas de memoria, y afectación del sistema inmunológico.

Para evitar esas consecuencias, estudian los sistemas que aplican al campo magnético. El propósito es utilizar el CME en medicina, biotecnología y agricultura, por citar algunas ramas relevantes. Por supuesto, a la salud humana se dirigió la mayor intensidad de los estudios, para aplicarlos en tres objetivos esenciales: magnetoterapia, medio diagnóstico, efectos adversos en la epidemiología.

Las investigaciones comprueban, que las personas hipersensibles agravan sus síntomas al exponerse a estos campos. Por tanto, aconsejan alejarse de aparatos con motor, porque aunque no notemos síntomas, su efecto es acumulativo y para muchos organismos, es cuestión de tiempo que la exposición supere su capacidad y adaptación.

Recomiendan reducir al mínimo el empleo de focos de radiación electromagnética en las viviendas, o alejarlos suficientemente, por ejemplo, el radio-reloj se debe alejar al menos 1,5 metros, y todo lo que se pueda, la pantalla del televisor.

No sorprende la polémica que desata el peligro de los campos electromagnéticos, y que los criterios negativos sean sociales o comerciales, contradiciendo los físico-biológicos. Por tanto, no se avanza en conclusiones acerca de los posibles efectos nocivos de los campos electromagnéticos (CEM) en los organismos vivos, y sobre todo en la salud humana.

Nada nuevo, cuando recordamos la guerra tabaco-cáncer, mano a mano sin decisiones definitivas, aunque millones de muertes inclinen la balanza.

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