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Falsa paz familiar

30 de diciembre de 2016

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Los abuelos desempeñan un rol fundamental en la familia. Amorosos y solidarios, tienden su ayuda a los hijos que trabajan o estudian, asumiendo incluso las tareas domésticas cotidianas, o respaldando la atención de los nietos.

Pero cuando el exceso de cariño se proyecta erradamente con una dañina sobreprotección, tiende a romper correctos hábitos en la disciplina habitual de los pequeños. Entonces, comienza el conflicto.

Los abuelos consentidores que complacen a los nietos con cuanto estos les piden, identifican un comportamiento generalizado en ese parentesco familiar, incidiendo en una errada forma de expresarles amor y cuidado.

Muchos no admiten que con tal actitud deforman las conductas infantiles, y si se trata de hábitos alimentarios, el problema es superior porque conspiran contra la salud.

En aquellos casos en que la abuela tiene a su cargo la alimentación diaria, si no toman conciencia del daño que hacen los dulces, pizzas, refrescos y otras chucherías, pues sin dudas van conformando a niños obesos.

Indecible son los conflictos familiares que esas actitudes provocan en el seno hogareño. Los padres intentando vanamente convencerlos de que no pueden complacer los caprichos de los niños pues los convierten en pequeños tiranos.

Un buen razonamiento sería que abuelita conozca lo que la ciencia ha investigado y comprobado en cuanto a valores dietéticos. Por ejemplo:

Los dulces reúnen demasiadas calorías.

Los alimentos azucarados no pueden sustituir comidas.

Alimentos con azúcar quitan el hambre, provocan caries y genera exceso de peso.

No se deben comer chucherías entre los horarios de comidas.

Mamá y papá deben tomar conciencia de que ellos también conspiran contra la salud de sus hijos, cuando mantienen el silencio ante los malos métodos educativos de los abuelos. Conflictos ocasionados, una veces por respeto, otras por no lastimarlos, y en la mayoría de las ocasiones, por no romper la falsa paz familiar.

En estos casos, sin proponérselo, ellos también dañan la formación de sus hijos, y lo más triste, su calidad de vida.

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