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Elemental prevención

19 de septiembre de 2018

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En sentido general, solo el conocimiento permite a la humanidad tener percepción del riesgo. Esto, por supuesto, es aplicable a todo lo que constituya peligro para la vida. Llegado a este punto, la mayoría piensa en la accidentalidad, y muy pocos, a los nocivos hábitos de consumo de alimentos industriales con altos contenidos grasos, salados o azucarados; otros factores como el hábito de fumar, consumo de alcohol, drogas, falta de ejercicio físico y factores de la contaminación ambiental que influyen en una alta frecuencia de enfermedades: obesidad, diabetes, hipertensión arterial, enfermedades cardíacas y cerebrovasculares, respiratorias, oncológicas, y por supuesto, las crónicas del riñón.

Respectos a estas últimas, los nefrólogos explican que existen múltiples padecimientos que pueden afectar ese importante órgano, pero hay enfermedades crónicas con mayor probabilidad de provocar daño renal: diabetes, hipertensión arterial, glomerulopatías crónicas, enfermedades congénitas o hereditarias como riñones poliquísticos, malformaciones del tracto urinario en la infancia, reflujo vesicouretral (la orina refluye de la vejiga nuevamente al riñón), y la obstrucción de las vías urinarias, sobre todo, los problemas de próstata o hidronefrosis (dilataciones de las vías urinarias) por litiasis (cálculos o piedras en las vías urinarias).

Cuando esas afecciones no se diagnosticaron tempranamente, o no reciben tratamiento, devienen insuficiencia renal crónica. En esa etapa, los riñones pierden su capacidad para las funciones normales:

eliminar las sustancias de desecho que están en la sangre por un mecanismo de filtración –creatinina, urea, ácido úrico–, entre otras.

Si el riñón funciona mal, esas sustancias se retienen, es decir, se eliminan menos por la orina, concentrándose en la sangre y originando la llamada uremia, con diversos síntomas: decaimiento, somnolencia, disminución de la capacidad mental, pérdida de apetito, mal sabor en la boca, náuseas, vómitos, picazón en la piel, anemia, hinchazón del cuerpo, u otras complicaciones como:

–Regular el contenido de líquido y de algunos electrolitos: (sodio y sal), y si el riñón funciona mal, se orina menos y aparecen edemas (hinchazón).

–Regular la producción de glóbulos rojos de la sangre y la formación del hueso. El riñón produce una hormona llamada eritropoyetina que estimula la producción de sangre. Si dicha hormona deja de producirse, propicia anemia. Además, normaliza el calcio, el fósforo y la vitamina D, que intervienen en la formación del hueso; de fallar el riñón, aparece la enfermedad ósea.

–La disfunción renal eleva la presión arterial.

Cuando la enfermedad avanza, los pacientes requieren sobrevivir mediante diálisis o trasplante renal. Por tanto, la importancia de la prevención radica en conocer los factores de riesgo, y desarrollar estilos de vida saludables en su alimentación desde edades tempranas; ingerir menos grasa, sal y alimentos azucarados; comer más vegetales y frutas, tomar –como mínimo-– dos litros de agua diarios; evitar la obesidad y realizar ejercicios físicos sistemáticos, y por supuesto, eliminar el tabaquismo, alcoholismo y cualquier tipo de drogas.

 

Ahora bien, si es diabético o hipertenso, lo principal:

-Diabéticos: mantener buen control de la glicemia.

-Hipertensos: mantener control de la presión arterial, lo más cercano a lo normal, (por debajo de 140 mmHg la presión diastólica (máxima, y por debajo de 90 mmHg la presión sistólica (mínima).

Finalmente, tener presente que en las niñez, esta enfermedad puede presentar signos que, aparentemente, no son propios del riñón (retardo en el peso y crecimiento).Todos deben saber que la enfermedad crónica renal es potencialmente prevenible, si tomamos conciencia de tan grave problema.

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