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Dosificar con inteligencia

29 de abril de 2020

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La ciencia mucho ha insistido en alertar que la piel es nuestro órgano mayor y deviene coraza protectora que nos aísla del medioambiente, y entre muchas otras funciones, transmite a los centros nerviosos del organismo las sensaciones que nos rodean.

La Dermatología, especialidad que la representa, define que las personas de piel muy blanca deben cuidarse del exceso de radiación solar pues su efecto es cancerígeno, y tiende a agravar otras enfermedades como el lupus eritematoso.

Por supuesto, esto no contradice los beneficios del sol en nuestra piel, siempre que se reciba en horarios apropiados donde es más benigna su fuerza –8 a 9 de la mañana–, sobre todo, en edades tempranas de la vida. No obstante, debemos tener presente, que también la ausencia como la escasez de esos rayos en la piel, pueden generar trastornos del metabolismo óseo por déficit de vitamina D, con la consecuente osteoporosis. Esta vitamina actúa como una hormona femenina que estimula receptores de estrógenos, muy beneficioso para la calidad de vida.

Vale saber que también se puede encontrar la vitamina D en una alimentación variada, muy particularmente en: yemas de huevos, vísceras del hígado, aceite de pescado (sobre todo en el bacalao donde se asocia a la vitamina A), y variados vegetales, entre ellos, la zanahoria.

Por supuesto, se puede recurrir a la búsqueda de esa aliada de la salud en preparados farmacéuticos –inyectables o gotas oleosas–, aunque estos últimos son de más lenta absorción.

La recomendación de dosificar con inteligencia la exposición solar, nada tiene que ver con las contradictorias, aunque lo parezcan, de acudir a los solarium y playas para adquirir un tono peligrosamente dorado. Se infiere que, evitar el contacto con el sol en demasía, daña la salud, un alerta propicia para quienes “huyen”, prácticamente, del llamado “astro rey”.

Y en cuanto a lo referido, a “dorarse” al sol, sus seguidores, generalmente jóvenes, deben saber que es tamaña agresión a la piel, a los ojos, y en general, a todo el organismo, y la menor de sus consecuencias es adelantar el envejecimiento de ese órgano, que por salud y presunción, debemos proteger.

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