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Contaminación sonora

10 de febrero de 2017

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Nerviosismo, migraña, palpitaciones, insomnio, malas digestiones, irritabilidad… Los síntomas aumentan por día, hasta que deciden consultar al médico.

Análisis van, análisis vienen, y… ¡nada! Certifican el  término “hipocondríaco”, y nos remiten para el psicólogo, que inicio la búsqueda en la profundidad de nuestra psiquis.

Entonces cuando comienza la indagación sobre los distintos “ingredientes” de la vida diaria, un componente básico se impuso: el ambiente sonoro a que se vive sometido, tanto en la casa, como en el centro de trabajo: timbres de teléfonos, tecleos simultáneos, personas que hablan a gritos, televisión, radio-grabadoras con música a todo volumen, ladridos, claxon persistentes y hasta el martilleo de una obra cercana. Al final, se descubre la causa de su alteración: contaminación acústica.

Aunque muchos lo duden, y a otros parezca increíble, el ruido puede dañar el organismo seriamente. Al respecto, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advierte que la contaminación sonora, se ha duplicado peligrosamente, lo que perjudica la calidad de vida.

 

Formas de daño

En primer lugar, pérdidas auditivas, temporales o permanentes. Las primeras, devienen desplazamiento del umbral auditivo en bandas de audiofrecuencia después de un corto período de exposición a sonidos de intensidad. De mantenerse, derivará en una pérdida permanente. Las señales de ese daño auditivo se manifiestan con la dificultad para comprender las palabras.

Vale aclarar que, además, el ruido provoca otro efecto todavía más devastador. Por ejemplo, el estrés mantenido ejerce una influencia negativa sobre el nivel inmunológico, punto de partida para el surgimiento, desarrollo y desenlace de diversas enfermedades.

Las investigaciones realizadas por los expertos de Medicina del Trabajo, afirman que los altos decibeles disminuyen el rendimiento laboral, y transmiten fatiga al trabajador, lo que dificultad la concentración y la memoria.

Pero, una de las disfunciones biológicas más características en quienes conviven con el ruido, es el sueño. Registros electroencefalográficos revelan que quienes duermen en lugares ruidosos tienen afectados los procesos restaurativos del sueño.

 

 

Vigilancia y control

Definitivamente, el ruido es un problema para la humanidad, reconocido desde épocas tan antiguas como la Roma imperial. Incluso, la historia recoge normas escritas sobre el tema que datan del siglo XV, cuando en la ciudad de Berna se prohibió la circulación de carretas que ocasionaran ruidos excesivos.

En la actualidad, cada país establece su legislación para regular los decibelios (dB), que miden el ruido con sonómetros u otros equipos.

En 1995 un informe detallado de la Universidad de Estocolmo para la Organización Mundial de la Salud (OMS), consideraba los 50 (dB), como el límite superior deseable, teniendo en cuenta que molestias generalizadas ocurren a partir de los 85 dB.

Un ambiente silencioso se encuentra entre 0 y 20 dB; hasta 60 dB presenta poco ruido; de 80 a 100 dB es muy ruidoso; y si sobrepasa ese umbral, se hace intolerable.

Para tener una idea más exacta, podemos decirles que en una habitación, en horarios de dormir, el ruido alcanza 15 dB; en la sala, oscila entre 30 y 40 dB, mientras que en una oficina típica se soportan unos 65 dB.

En la calle, el ruido está cercano a los 85 dB; autos, ómnibus o camiones, lo elevan a 90 dB; un martillo neumático provoca 100 dB, y el estruendo de un avión despegando, entre 120 y 130 dB.

La vigilancia epidemiológica ambiental establece normas tanto para el ámbito laboral como para el medio residencial, y algunas muy específicas dirigidas al ambiente hospitalario y escolar.

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