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Clave de los centenarios

8 de mayo de 2013

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Sin querer desalentarlos, me atrevo a asegurar, que de existir una clave, todavía la ciencia, no ha dado con ella.
Es indudable que vivir cien años –incluso sobrepasarlos- es un privilegio de muy pocas personas en el planeta, y aunque las investigaciones insisten en que depende de los genes, estudios internacionales sobre los centenarios consideran que la herencia genética determina hasta en un 75% la posibilidad de alcanzar el siglo de existencia. Pero los genes no desempeñan su papel solo en los aspectos físicos del organismo, también tienen influencia directa en la personalidad las características del entorno hogareño –optimismo, depresión, agresividad, violencia, entre otros-; igualmente, los conocimientos derivados de la instrucción escolar y de las propias  actividades sociales, son factores importante para alargar los años de vida.
No obstante, los expertos que siguen de cerca el desarrollo de esas investigaciones saben que nuevas teorías científicas argumentan que los seres humanos no tienen que ser, obligatoriamente, víctimas de sus genes, pues las condiciones ambientales de los descendientes pueden intervenir y  cambiar las leyes de la herencia.
El sentido común indica el mejor camino para un envejecimiento saludable: mejores hábitos alimentarios, ejercicios físicos, y buenas relaciones sociales para ahuyentar la soledad.
Los psicólogos admiten que el optimismo deviene “vacuna” contra la depresión, sin dudas, desencadenante de múltiples complicaciones de salud que reducen la esperanza de vida; de igual forma, la ansiedad mantenida desata en el organismo cambios fisiológicos que aumentan la susceptibilidad a diversas enfermedades.
Recientemente, un equipo del Centro Médico de la Universidad de Rush, Estados Unidos, aseguró que la actividad social previene o retrasa el declive cognitivo que acompaña al envejecimiento, criterio fundamentado en dos grupos donde el deterioro de las facultades mentales -memoria, velocidad de percepción y capacidad visuoespacial-  era un 75% más lento que en aquellos se socializaban más. No obstante, la ciencia no ha podido  precisar todavía por qué las relaciones sociales logran retardar el envejecimiento, y se estudia ahora el vínculo del entretenimiento como  estimulo a las redes neuronales que, en el caso de las personas solitarias e introvertidas, se deteriorarían.
Otras teorías profundizaron en distintas aristas que intervienen en el retardo de deterioro priorizando la fortaleza y la autoestima:
“En muchos ancianos se destacan, su fortaleza anímica y el temperamento enérgico y luchador. Hablan con determinación, hacen gala de un carácter fuerte y tenaz, subrayando su sentido del deber, la exigencia, la responsabilidad, personalidades que transmiten mucha seguridad en mismos.

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