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Cerrar la cadena

8 de marzo de 2021

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Cuando se habla de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), todavía muchos desconocen la gran variedad de afecciones o gérmenes que pueden transmitirse, entre ellas: monilias, trichomonas, herpes genital, y también podemos añadir los micoplasmas: clamidias, y el virus de la condilomatosis –pequeñas verrugas de observación microscópica–, sin obviar las conocidas sífilis y gonorrea, todas en la fauna microscópica adquirida  mediante la relación sexual.

Generalmente, culpan al hombre como único responsable del contagio. Mas, no siempre es así. Él puede  “transportar” algunas infecciones, o sea,  deviene portador de un germen sin saberlo.  En los casos que tienen monilias o trichomonas, no sienten ninguna molestia que los alerte.

En ocasiones, el hombre experimenta ardor al orinar, secreción uretral, picazón en los genitales… y por miedo a confesarlo, no acude al médico rápidamente, ni suspende las relaciones sexuales con su pareja. Consecuencias trágicas, porque la demora en el diagnóstico y tratamiento, garantiza el contagio y agrava la situación; lo mismo ocurre con la mujer, si la transmisión vino a través de ella.

Pero existe un aspecto mucho más ético y delicado. ¿Se adquirió la ITS  porque uno de los dos tiene relaciones extramatrimoniales? ¿Toda infección ginecológica implica infidelidad? ¿Obliga este contagio al mutuo cuestionamiento sobre la lealtad?

Los expertos garantizan que, necesariamente, no es así.  Aunque es cierto que estos fenómenos ocurren, hay infecciones vaginales que pueden surgir por otras vías. Digamos: transmisión de gérmenes del recto a la vagina por hábitos higiénicos incorrectos; determinadas prácticas sexuales con la propia pareja (coito anal y después vaginal); condiciones anormales de la vagina, o lesiones de piel adquiridas sin contacto sexual directo.

No obstante, se debe tomar conciencia de que las relaciones con una tercera persona puede introducir las ITS, y por ende, afectar a la pareja habitual. Más allá de otras consideraciones éticas y morales, estamos en la obligación de evitar esas consecuencias desagradables. De lo contrario, se establecen “cadenas” interminables que debemos interceptar.

En resumen, hay que evolucionar con los tiempos, reflexionar sobre la importancia del sexo protegido mediante el condón, y comprender el riesgo que implica el coito fortuito o el cambio constante de pareja. Sobre todo, no olvidar, el peligro letal de otra enfermedad transmisible e incurable: el VIH/SIDA.

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