Tres vueltas como expresión de cubanía
23 de febrero de 2016
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La leyenda centenaria que alude a la fundación de la otrora villa San Cristóbal de La Habana en 1519, convoca a miles de personas al ritual consistente en dar tres vueltas a la ceiba de El Templete, lugar fijado por la tradición popular como espacio de celebración de la primera misa y el primer cabildo.
Como parte de la ceremonia, hemos visto por años al Doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, salir del otrora Palacio de los Capitanes Generales y atravesar la Plaza de Armas en dirección a esa edificación de estilo neoclásico, inaugurada en 1828 durante el gobierno del Capitán General Francisco Dionisio Vives (1823-1832). Como es costumbre, el Dr. Leal lo hace portando una de las antiguas copas de votación del Ayuntamiento habanero colmada de centavos que dispersa a su paso.
Cada 16 de noviembre, e incluso desde la víspera de esta fecha, se dan cita cientos de cubanos e incluso extranjeros motivados por la curiosidad, para formar parte de “un rito marcado por el sincretismo que impuso el encuentro entre las culturas africana y española”. En este sentido, explica el investigador Rolando Zulueta, que las tres vueltas a la ceiba de El Templete están muy relacionadas con las leyendas africanas de Iroko y las del orisha Aggayú.(1)
De hecho, la escritora Lydia Cabrera en su emblemática obra El monte, explica que al llegar los negros esclavos a la Isla, se dieron cuenta de que en estas tierras no había iroko, “especie de caoba africana”. La ceiba se los recordó y “la denominaron y ‘consagraron’ con el nombre que en África se daba a un árbol inmenso, muy semejante, e igualmente venerado en toda la costa de Guinea”.(2)
Lo curioso, refiere Zulueta, es que para homenajear a La Habana, en el día de su santo patrono, y pedir deseos mientras giran alrededor del árbol, se congregan junto a El Templete personas de diferentes credos religiosos, quienes además aseguran regresar cada año. Confirma así que constituye “una importante manifestación de la religiosidad popular cubana”.
Si bien el lugar y fecha exactos donde se fundó la villa han sido objeto de polémicas históricas, vale mencionar que, en consecuencia, la celebración en torno a la ceiba, en recordación del hecho, también ha ocupado la atención de muchos.
Resultan significativos, los datos aportados al respecto por el periodista Argel Calcines en la revista Opus Habana, quien explica que San Cristóbal de La Habana se veneraba el 25 de julio por lo que la fundación debe haber ocurrido tal día. Sin embargo, las actas capitulares consignan que hacia la tercera década del siglo XVIII esa celebración se traslada para el 16 de noviembre, y así quedó registrada por José Martín Félix de Arrate en el índice de festividades anuales que aparece en su texto Llave del Nuevo Mundo.(3)
Por su parte, el historiador Ciro Bianchi, aclara que el cambio de fecha se realizó por disposición de Giovanni de Medicis, que ocupó el trono de San Pedro entre 1513 y 1521 con el nombre de León X. El objetivo era que no interfiriera con las fiestas de Santiago Apóstol, patrón de España y de sus posesiones.(4)
De manera general, en el imaginario popular que trasciende el ámbito religioso, la ceiba también ocupa un lugar relevante. En muchas regiones rurales, por ejemplo, el mito de misteriosos duendes nocturnos estuvo regularmente asociado a este árbol en innumerables leyendas populares. En algunas zonas de la provincia de Camagüey se contaba que, si a las doce de la noche se daban doce vueltas al tronco de una ceiba, saldrían los chicherecúes: especie de pequeños duendes negros, unas veces castigadores, otras jaraneros, quienes propinaban golpes a los intrusos que perturbaran su descanso.
Es una creencia muy generalizada que bajo una ceiba no hay temor a las descargas eléctricas, y campesinos viejos juran formalmente que jamás un rayo ha dañado una. Esa facultad del árbol para desviar las descargas o rayos en las sistemáticas tormentas tropicales de Cuba, según las consideraciones de los creyentes, constituye otra razón para otorgarle poderes sagrados.
Finalmente, destacamos que en Guatemala la ceiba fue declarada Árbol Nacional desde 1955, por su ascendencia folclórica y cultural. Para los antiguos mayas, también representaba la comunicación entre el cielo y el inframundo, mientras que actualmente, sus descendientes la respetan cómo sinónimo de sabiduría y resistencia. Según ellos, el reverenciado árbol abre sus ramas mayores hacia los cuatros puntos cardinales y de esta manera se une a la deidad que rige los vientos y las lluvias.
Notas:
1. Zulueta, Rolando. Ceremonia fundacional de la Ciudad de La Habana, donde convergen la historia, la religiosidad y la tradición. http://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=4&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwiz942Gpf_KAhXM1R4KHRzvCoYQFggvMAM&url=http%3A%2F%2Fwww.lacult.unesco.org%2Fredrel%2Fdocc%2FRed_Rolando.doc&usg=AFQjCNFYdwQH1nIEeiLlaeb1NO12uRKKMQ&bvm=bv.114733917,d.dmo
2. Cabrera, Lydia. El monte. La Habana: Editorial Letras Cubanas. P. 172
3. Calcines, Argel. “Vueltas a la ceiba: pasado y futuro de una tradición”. Revista Opus Habana. http://www.opushabana.cu/pdf/sem/vueltas_ceiba.pdf
4. Ciro Bianchi consultado en http://wwwcirobianchi.blogia.com/2009/111601-la-habana-coqueta-oculta-su-edad.php
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