Fidel, siempre Fidel
13 de agosto de 2014
| |Varias veces escuché decir a Fidel que él había tenido la dicha de vivir muchos años y de manera intensa. Y hoy más que nunca pienso en lo necesario de que siga gozando de esa vida que le permite adentrarse en temas tan vitales como la investigación sobre alimentación humana, o en análisis donde pone sobre la mesa denuncias del mundo irreverente en el que estamos mal viviendo.
Como otros muchos cubanos y en este caso como periodista, pude estar presente en varias actividades donde Fidel habló, conversó, indagó, orientó, felicitó o criticó a quienes construyen esta obra humana todavía con imperfecciones.
Cuando la URSS se fracturaba, un dirigente de la entonces Unión Soviética visitó Cuba; fue el último de esa etapa de la historia. Fidel lo acompañó en un recorrido por el Contingente Blas Roca y por las plantaciones agrícolas de Alquízar donde compartió lindos recuerdos con la familia de un destacado cosechero de cebolla y tomó café brindado por una afable mujer que hacía gala de una cultura campesina inigualable.
El Jefe de la Revolución cubana mostraba su confianza en que, aun en esa peor circunstancia del derrumbe del socialismo europeo y la desintegración de la Unión Soviética, la isla bloqueada además por Estados Unidos, sabría asumir el golpe y continuar en su proceso de construir una sociedad más justa, socialista.
En otros momentos de estos recuerdos, en la Habana Vieja admirada y querida por todos los cubanos, fueron varias las oportunidades en que escribí sobre recorridos de Fidel con visitantes extranjeros.
En las adoquinadas calles traídas a la vida de hoy gracias entre otras cosas a la visión de Fidel y la persistencia de Eusebio Leal, oí las explicaciones de este último y los interrogatorios del Jefe de la Revolución, empeñado como siempre en saber hasta lo último sobre ese Plan Director que ya enseña el renacer de una Habana que comparte su patrimonio con el de todos los cubanos y con quienes desde los más diversos países nos visitan.
Allí, con la historia tomada de las manos y la convicción de que hacía falta hacer más para rescatar esa ciudad y sus tesoros escondidos dentro de cada edificación, no pocas veces Fidel y Eusebio insistían para que a la vez que se restaurara, se garantizaran lugares donde los niños pudieran jugar, estudiar, ir a parques y museos; y los ancianos no quedaran bloqueados por las barreras arquitectónicas.
Cuántas veces vimos a Fidel inaugurando un hospital, una policlínica o un consultorio del médico de la familia. En cuántas oportunidades escuchamos sus orientaciones, sus llamados a mantener lo construido, a cuidarlo. Fueron muchas las ocasiones en que desafió adversidades, ciclones, aguaceros torrenciales o simplemente inundaciones en uno u otro lugar del país. Siempre estuvo presente, fuera de noche, madrugada, o a pleno día.
Fidel ha sido un hombre de tocar las cosas con la mano, por eso siempre estuvo en cada lugar y en cada momento necesarios.
Así pienso que nuestro pueblo recuerde a ese Fidel tan presente y yo diría imprescindible. A ese grande que siempre estuvo al frente de las batallas, fueran militares, económicas, diplomáticas o de provocaciones como la del mes de agosto de 1994 cuando acudió desarmado al frente del pueblo al Malecón habanero donde grupos contrarrevolucionarios pensaron que con sus agresiones la Revolución se vendría abajo.
Concibió y llevó adelante la batalla por el regreso a la Patria del niño Elián González, y lo ha continuado haciendo respecto a los Cinco Héroes cubanos presos injustamente en las cárceles norteamericanas.
Su obra humana es hoy referencia para todo el mundo. Y su genio político, diplomático y militar puede constituir material de estudio para las actuales y futuras generaciones.
En sus reflexiones y sus artículos se encontrará la explicación necesaria, la línea a seguir y los retos a vencer.
Su pensamiento político se elevó a la cúspide y no podrá haber obra social y humana actual o de futuro, que no encuentre en Fidel el punto de partida necesario para llegar a su consecución.
Fue el “descubridor” de Chávez, ese otro grande de nuestra América que tanto bien hizo en tan poco tiempo.
Junto al líder bolivariano concibió la unión de nuestros países; la Patria Grande a la que no pudieron alcanzar Bolívar y Martí.
A sus 88 años, Fidel sigue siendo el líder de siempre, el necesario, el indispensable. El que nos recuerda cada obra concebida para bien de la humanidad.
No es casual que cuando se hable de la mortalidad infantil en Cuba, de sus índices inferiores a los de países ricos del llamado Primer Mundo, siempre se tenga en la mente que es una obra de Fidel; del que concibió el programa de médicos de familia; del que hizo verdad la formación de decenas de miles de médicos para curar y salvar seres humanos, no solo en Cuba, sino en cualquier parte del mundo donde haga falta.
Ocurre algo similar con el tema del cambio climático y sus advertencias de las últimas décadas sobre la necesidad de emprender un camino real que evite el cataclismo humano.
Su obra y su ejemplo son tan vastos que un pequeño artículo como éste no puede pretender otra cosa que la de recordar algunas facetas de una vida dedicada al amor al prójimo, al pueblo, a la humanidad.
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