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El patrimonio cubano cuesta, pero puede ser sustentable

29 de julio de 2015

Por María del Carmen Ramón

Nilson AcostaSantiago de Cuba, Trinidad, Sancti Spíritus, Camagüey, Baracoa: todas estas ciudades cubanas tienen en común el hecho de sumar 500 años de historia y de albergar un patrimonio material e inmaterial rico, cuya conservación y promoción resultan imprescindibles. Quienes han recorrido sus centros históricos deben haber apreciado las diversas intervenciones que han permitido preservar espacios con altos valores histórico-culturales ¿Qué estrategia se sigue en el país para la conservación de estas ciudades? ¿Cuáles son los principales desafíos en materia de patrimonio cultural para Cuba? Sobre este y otros temas, Cubahora dialogó con Nilson Acosta Reyes, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Monumentos.
¿Qué estrategia nacional está siguiendo el país para la conservación de ciudades patrimoniales como Santiago de Cuba, así como todas las que han arribado a sus 500 años?

—La conservación de las ciudades, y particularmente la ciudad histórica, es parte de la política general de conservación del patrimonio del país y el Consejo Nacional de Patrimonio es la institución rectora de esa política, independientemente de que en ella participan otras instituciones. La ciudad, como el elemento más complejo de lo que es el patrimonio edificado, aparece en las propias políticas de protección en el mismo momento en que empiezan a identificarse un grupo de bienes y ser protegidos con la condición de Monumento Nacional.

 

“Es decir, desde que la Comisión Nacional de Monumentos comenzó a definir acciones de protección para los monumentos, una de las primeras fue la ratificación de la ciudad de Bayamo como Ciudad Monumento. Más tarde fueron declaradas como Monumento Nacional las siete primeras villas, lo cual viene siendo el elemento central de estas ciudades que están celebrando los 500 años. En términos jurídicos esta es la base: garantizar por derecho que se creen condiciones para la protección de estas ciudades.

 

“Posteriormente, con el tiempo, se crearon dentro de las propias oficinas de cultura departamentos de monumentos, pero creo que un paso importante fue a partir de que en el año 1994 a la Oficina del Historiador de La Habana se le otorgaran nuevas facultades y se asignaran nuevas facultades para los centros históricos. Se toma como base las posibilidades de sustentabilidad, la propia gestión del Centro Histórico, que es capaz de generar ingresos para su propia conservación y restauración, a partir de una serie de servicios que se le dio la posibilidad de facultar.

 

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“Esa experiencia de La Habana Vieja, que tuvo resultados visibles rápidamente, fue secundada por otras ciudades importantes: Santiago de Cuba, en 1996 y en 1997 se aprueba la Oficina del Historiador para Canagüey y para Trinidad. Posteriormente se creo también, por acuerdo del Consejo de Estado, la Red de Oficinas del Historiador, que le da un sentido más integrador, porque hay que decir que además de esas siete primeras villas se están protegiendo otras ciudades importantes, como el centro histórico de Cienfuegos, Jibara, Sagua la grande, Guanabacoa, Remedios, y la más reciente fue Matanzas. Hay una serie de ciudades que tienen  esa protección legal y que el reto está en darle seguimiento con un esquema de protección adecuado.

 

“En este momento el país se encuentra en un proceso de reacomodo de oficinas para las ciudades de Bayamo, Sancti Spiritus, que están dentro de esas primeras siete villas, y se espera hacer los mismo con Remedios y Matanzas, esa es la visión estratégica. Estas oficinas tienen unos esquemas que van desde la protección  de ese patrimonio construido, hasta la idea de que también hay un patrimonio inherente a los habitantes, que es tan importante como el edificado. Estamos hablando  de esas tradiciones y conocimientos que se trasmiten de una generación a la otra, que solemos llamar patrimonio intangible. En la ciudad es tan importante el patrimonio construido, como aquello que le aporta a la gente que la vive.  El reto es lograr esquemas de gestión que articulen  unos valores con los otros y generar capacidad para el desarrollo y las mejoras de las condiciones de vida de la población, mediante un uso sostenible de ese patrimonio”.

 

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En el caso particular de Santiago de Cuba, y el reconocimiento de su rico patrimonio inmaterial a sus 500 años, ¿qué determinó la decisión de reconocer el carnaval santiaguero como patrimonio inmaterial?

—Santiago de Cuba es un capítulo muy especial dentro de la Historia de Cuba y dentro de la gestión del patrimonio, por toda la riqueza y diversidad del lugar. Yo no hablaría solamente de un Centro Histórico, porque la ciudad está muy vinculada con lo que acontece alrededor, estoy pensando en la importancia del Castillo del Morro, la batalla naval de Santiago de Cuba, el Cobre… De modo que en Santiago de Cuba converge un patrimonio arquitectónico de la ciudad, con la mezcla particular de la presencia africana, franco-haitiana, que le otorga una nueva connotación. De hecho existe la visión de que es la ciudad más caribeña de Cuba, debido a esa interacción con el Caribe que siempre tuvo.
“Además de ese patrimonio construido, hay un patrimonio inmaterial muy particular y muy en correspondencia con el devenir histórico de la ciudad. La presencia haitiana, africana, española generaron manifestaciones muy particulares que van desde la tumba francesa,  reconocida por la UNESCO como patrimonio inmaterial, pero también la propia música es un aporte y es parte de ese patrimonio  inmaterial, la cocina. En el marco de estas celebraciones se declaró el carnaval santiaguero como patrimonio inmaterial de la nación cubana.

 

“Si bien los monumentos desde el año 1977 tienen una Comisión Nacional para la Protección de los Monumentos, la comisión para la protección del patrimonio inmaterial es mucho más reciente, por lo que hay muy pocas manifestaciones reconocidas. Este viene siendo el debut de Santiago de Cuba, un paso importante, pues se trata una tradición auténtica que ha venido evolucionando de una manera muy afianzada en las raíces de la comunidad, y que ha perdurado al margen de cualquier circunstancia. Sería, de las fiestas populares, la primera manifestación de carnaval como tal, porque existe una declaratoria para las Parrandas de Remedios, pero en el caso del carnaval este sería el primero. Creo que no hay otro carnaval en Cuba que tenga ese reconocimiento dentro de lo popular”.

 

Baracoa

¿Cuál es el requisito internacional para que una manifestación o lugar sea declarado patrimonio?

—Existen categorías o clasificaciones del patrimonio, que básicamente se dividen para poder discernir, en el campo de las especialidades, cómo estudiarlo y protegerlo.  No es lo mismo cuando usted va a llevar la protección de una  edificación patrimonial, a un baile. Son distintas las formas de enfocarlo, incluso distintas personas las que pueden hacerlo, por eso por un lado se habla del patrimonio edificado o construido,  y por otro de las grandes colecciones de los museos como patrimonio mueble y el inmaterial vinculado a la transmisión de conocimiento.  En cada uno de estos casos, hay distintos procedimientos para la gestión del patrimonio.

 

“En el caso del patrimonio monumental, el paradigma de las formas de clasificación y reconocimiento está en la Lista del Patrimonio Mundial. Hay cuatro ciudades cubanas que están dentro de la lista de patrimonio mundial: El Centro Histórico de La Habana, Cienfuegos, Trinidad y Camagüey.

 

“Esta convención está encaminada a este tipo de patrimonio, el patrimonio edificado, los sitios naturales, arqueológicos, y tiene sus procedimientos. Usted debe demostrar que ese bien cumple con determinados criterios y además hay otros elementos valorativos  que complementan esa decisión, que es hasta qué punto lo que usted están nominando tiene autenticidad e integridad.  Se necesita, además, la garantía de que existe una protección jurídica y un plan de manejo adecuado del sitio. A partir de esa base se hace la nominación y un sitio puede quedar inscrito en la Lista.

 

“Creo que uno de los caminos más importantes hoy y en los que Cuba va a tener un peso significativo es la Convención para la Protección del Patrimonio Subacuático. Este es un patrimonio que está sumergido, y que en el caso cubano está asociado  a las particularidades históricas de nuestra geografía, nuestra historia y el rol que desempeñó Cuba en el contexto entre América y Europa, en el Sistema de Flotas. El hecho de que Cuba sea signataria de esta convención significa la responsabilidad y el compromiso del Estado con el estudio y la conservación de ese patrimonio.

 

“Los mecanismos son disímiles, pero va hacia la garantía de políticas de conservación de los bienes o expresiones enfocadas en la difusión de esos valores y la transmisión a las comunidades de la importancia que tiene ese patrimonio. Si bien hay un elemento técnico muy particular, hay otros globales que son comunes como la apreciación de ese patrimonio, y el disfrute y sentido de pertenencia de las comunidades, desde la óptica de que eso pueda ser un sinónimo de desarrollo.

 

Camagüey

¿Qué se está haciendo para promover—más allá de conservar— el patrimonio que existe en Santiago de Cuba?, ¿cómo ha respondido la población?

—Si bien hay un patrimonio muy rico y diverso, también hay una fortaleza en cuanto a la red encargada de la gestión del patrimonio, eso es muy importante porque usted puede tener un patrimonio significativo, pero si no hay una institución capaz  de encabezar esas políticas y articular las acciones, difícilmente puedan llegar a buen destino. En el caso de Santiago de Cuba fue la segunda Oficina del Historiador que se creo, pero además existe una red de museos muy amplia, lo que permite que haya una adecuada política de promoción del patrimonio cultural de Santiago, así como políticas de intercambio con otras instituciones. Para nosotros ese trabajo pasa por el diálogo con los distintos grupos etarios. Para lograr asociaciones efectivas hay que trabajar con organizaciones, con la escuela, con grupos de aficionados interesados en temáticas en particular.

 

“En la oficina del historiador de la ciudad no solo se trabaja el Centro Histórico, pues no es posible estar ajeno a la rica historia de la provincia y dentro de ello están por ejemplo los cafetales franceses, los que se encuentran entre los nueve sitios declarados patrimonio de la humanidad. En Santiago de Cuba está también el Morro.  Es un reto enorme no solo para la conservación, sino para la investigación y el enriquecimiento de todo el caudal de los criterios de intervención y restauración.

 

“Santiago de Cuba tuvo  el reto de asumir las actividades por el 500 en situación excepcionales matizadas por los daños del huracán, y sin embargo esto fue un acicate para que se hicieran acciones más profundas. Digamos que en el ámbito del patrimonio tener nuevamente abierto el Museo Bacardí, que es el segundo museo más importante, es realmente un paso significativo por el tiempo que estuvo cerrado. Va a ser un museo que tendrá un taller de restauración para toda la región, lo que era una proyección de Marta Arjona nuestra primera presidenta.
“Creo que Santiago de Cuba lo ha logrado, los propósitos que se realizaron fueron inmensos, pero en gran medida los cumplieron.  Obviamente, también la ciudad tiene una situación difícil y uno no puede decir que esté todo resuelto, pero es un ejemplo de lo mucho que se ha hecho, de cómo se ha conseguido, y de la participación de la población”.

 

¿Cuál es el reto que tiene un país, en condiciones económicas complejas, para conservar ese patrimonio que sabemos es tan costoso?

—El reto está en dar continuidad  a experiencias que ya hemos demostrado los propios cubanos que son válidas, el mejor ejemplo es la experiencia de La Habana Vieja y la Oficina del Historiador. Se ha podido  demostrar que cuando el patrimonio se gestiona con una visión integradora, amplia,  es capaz de generar sus propias vías y caminos de autogenerar políticas de conservación y de mejoramiento de las condiciones da la población.

 

“El gran reto es, a partir de esa visión, adecuar las políticas a las particularidades de otras ciudades,  de otras manifestaciones del patrimonio en el país. Tenemos que tener la certeza de que el patrimonio cuesta, pero también puede ser sustentable, puede generar economía y puede generar desarrollo. Cuba tiene mucho que andar con algunas manifestaciones que aún están subvaloradas del patrimonio. Hay que buscar vías para recuperar el patrimonio azucarero y que esa estrategia de rescate sea capaz de ser solventada desde el punto de vista económico. La Habana está llamada a solventar el patrimonio industrial de la Bahía, pues ahí hay un testimonio de lo que es la evolución de la ciudad imposible de olvidar. El tema es cómo lograr conservarlo, reutilizarlo, sin negarnos al desarrollo que tendrá lugar en esa zona de la ciudad”.

 

¿Qué distingue a Cuba en materia de preservación del patrimonio inmaterial?

—Yo creo que lo más interesante de Cuba es la inclusión social, que esa labor de conservación se ha hecho sobre la base de que la protagonista tiene que ser la comunidad, y de que esta tiene que recibir los beneficios de esa actividad. En otros contextos, a veces este proceso ha generado que las ciudades sean despobladas, y que venga otra clase a ocupar los lugares. En el caso de La Habana, usted puede convivir con las personas que viven en esos lugares, ahí sigue habiendo escuelas, clínicas de salud, todos los elementos indispensables para que la población siga existiendo. Y la esencia de que viva ese patrimonio inmaterial depende de la subjetividad de la población.

 

 

Tomado de Cubahora

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