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Y de los kurdos, ¿qué?

27 de junio de 2019

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Con el Imperio no hay nada seguro, porque hoy puede buscarse un socio, para luego desecharlo, y después volverlo a tomar, como ha hecho con los kurdos que viven en Siria.
Aunque la victoria de las fuerzas progresistas en Siria es virtualmente segura, pese a la agresión de más de ocho años propugnada por Estados Unidos, este ha vuelto a incrementar sus tropas en varios puntos ubicados en las cercanías y hasta dentro delterritorio del país árabe y usado nuevamente a los kurdos para combatir al Ejército Árabe Sirio, contra el cual el Pentágono utiliza a elementos terroristas que integran las denominadas Fuerzas Democráticas Sirias.
Centenares de camiones con armas modernas han sido distribuidos entre esos elementos, lo cual indica la desvirtualización del porqué luchan los kurdos, porque en su momento llegaron a defender una justa causa frente al gobierno turco, que siempre los ubicó como terroristas, además de defender la integralidad de Turquía y rechazar el complot estadounidense de hacerles soñar con un Kurdistán para el cual habría que desgajar zonas de Tayikistán, Iraq, Siria y la propia Turquía.
Así, EE.UU, utiliza a los kurdos como un peón de sus planes que no tienen nada de nuevo, porque los ha practicado constantemente contra otros pueblos.
Esa práctica la vienen utilizando las potencias colonialistas y los actuales estados híper-colonizadores desde hace décadas en Latinoamérica, África, Oriente Medio y Europa del este. A veces por intereses militares, financieros o estratégicos, y otras por ansias expansionistas o en respuesta a intereses de entidades supraestatales y diferentes oligopolios y lobbies globalistas.
Siria junto a su pueblo y ejército lleva resistiendo y encarando lo que muy pocos pueblos han podido aguantar sin romperse y ser completamente destruidos. No es una guerra civil y jamás lo fue. Pudo haber protestas legítimas, motivos para salir a la calle más que suficientes.
Porque no pensemos que “eso pasa porque en esos países hay mucho caos y delincuencia”, por ejemplo. En Siria la tasa de criminalidad y delincuencia era inferior a muchos países europeos, y Damasco era una de las ciudades más seguras del mundo.
Ya puestos a comparar, debemos señalar también que esas tasas de baja criminalidad y concordia social se daban en una sociedad extremadamente policonfesional y multiétnica, además de ser una nación receptora de millones de refugiados y exiliados de la zona (palestinos, kurdos, iraquíes, libaneses…) que buscaron un lugar donde vivir en paz. Este dato desmonta la fobia al migrante o al diferente que muchos enarbolan hoy en Occidente y el auge de algunos partidos xenófobos europeos.
Los kurdos disfrutaban de todo esto, pero el Imperio supo abonar con su inteligencia el terreno para enfrentarlos a Damasco, aunque encontraron reticencia y rechazo en Ankara, cuestión que enfrentó a EE. UU. y Turquía.
Claro, no se debe pensar que “la sangrellegaría al río”, por mucho que Trump insista en esa alocada política que Erdogan no comparte.
Para los turcos es una burla las palabras de un portavoz de la Casa Blanca de que “no es nada personal, no nos une nada a nadie y los intereses estadounidenses priman por encima de todo”.
También está la preocupación de qué pasará con la población kurda y las amenazas de Turquía de aplastar a las “Fuerzas Democráticas Sirias” (FDS) apoyadas por EEUU, Francia, Arabia Saudita, Emiratos y Reino Unido. Y es normal el miedo porque es bien sabido cómo se las gasta Erdogan en sus ansias de volver a resurgir el oxidado Imperio Otomano.
Lo que es más extraño es que esa izquierda y derecha occidental olvida el papel clave que ha tenido Turquía en la muerte y destrucción casi total del pueblo sirio, pero no Turquía sola.
Ello fue posible solamente haciéndolo de la mano de sus socios de la OTAN. Porque no debemos olvidar que si Trump quisiese, a Turquía se la podría parar no derribando 30 cazabombarderos F-16 o destruyendo Ankara, sino con una simple llamada desde Washington.
Turquía, Francia, EE.UU. o el Reino Unido han sido actores indispensables de esta salvaje guerra y facilitadores y propulsores de todos los contras que han combatido a las estructuras del Estado sirio y su pueblo. Todos, empezando por los terroristas mal llamados rebeldes moderados sirios o Ejército Libre Sirio (ELS/FSA), a Al Qaeda en Siria, Nouredinne Al Zinki, decapitadores de niños o incluso en algunos casos las FDS kurdo-árabes. En todos esos grupos, por detrás – y por delante – estaba – está – la OTAN.

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