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Voto de castigo

9 de julio de 2019

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Con más del 40% de abstención, la mayoría del electorado votante griego acaba de castigar a Alexis Tsipras y su agrupación de izquierda Syriza cansada de tantos incumplimientos, entregando el poder a la también odiada derecha de Nueva Democracia, regresando a un pasado al que tampoco le fue bueno.

Atrás quedó el sueño de un cambio radical que no era del gusto de los griegos, pero que aceptaban con la esperanza de que Tsipras les devolviera la dignidad. La sensación generalizada es que al final todo es siempre lo mismo, que gane quien gane la factura la paga el ciudadano medio.

De ahí se explica que esta victoria parlamentaria de Nueva Democracia en julio haya sido precedida por otra a nivel local y del Parlamento Europeo, con diez puntos de ventaja, obligando a comicios adelantados a los que se había negado inicialmente Tsipras.

Este, incorrectamente, había explicado la derrota de mayo echándole la culpa a los propios ciudadanos, por no haber sabido apreciar el cambio de rumbo que ha dado el gobierno tras la salida del rescate, con la aprobación de medidas que evocan el programa genuino de Syriza: el restablecimiento de los convenios colectivos, la subida del salario mínimo, la bajada del IVA, o la revocación de nueva bajada de las pensiones.

Dicen en la formación que eso ha llevado a que una gran mayoría de los que votaron a Syriza en el 2015 optaran esta vez por no acudir a las urnas (el partido solo consiguió movilizar al 58% de esos electores).

¿Qué hizo a los ciudadanos griegos, apasionados e impredecibles, abandonar a este joven prometedor, tras votarle dos veces y con agendas opuestas? No es porque Tsipras les traicionó marchando atrás y aceptando los dictámenes de Bruselas en el 2015. Este tema ya se había resuelto cuando los votantes revalidaron su confianza después del tercer rescate. La extrema izquierda anti-Tsipras y anti-euro no es más fuerte hoy de lo que lo era hace cuatro años. Las razones de esta derrota son diferentes:

Primero, la recuperación económica ha sido demasiado débil para bajar la tasa de desempleo o los impuestos abusivos y, segundo, el pacto sobre el nombre de Macedonia del Norte pasó en el Parlamento gracias a un puñado de votos de la oposición, pero fue rechazado por dos tercios de la opinión pública, sobre todo en la región de Macedonia, que cuenta con un cuarto de la población helena.

Tsipras intentó atraer el voto antinacionalista, tratando la protesta griego-macedonia de fascista. No le funcionó.

 

El nuevo líder

El vencedor de las elecciones generales griegas, Kyriakos Mitsotakis, se dice exponente de una corriente modernizadora del conservadurismo que se ha propuesto liberar a Grecia de lo que considera ideas obsoletas de izquierda y convertirla, con una política de bajos impuestos, en un paraíso para el empresariado.

Tres años y medio después de haberse convertido, a sus 48 años, en el líder más joven de la conservadora Nueva Democracia, condujo su partido, en un periodo de 40 días, a dos victorias aplastantes contra el izquierdista Syriza de Alexis Tsipras.

Como presidente de Nueva Democracia, Mitsotakis ha querido forjarse una imagen de líder “que modernizará el país”, y que lo hará competitivo para asumir los retos del siglo XXI. Ha colocado en el centro de su programa político a las empresas y a la clase media, la más castigada por la elevada presión fiscal de los últimos años.

El futuro primer ministro ha prometido que entre sus principales medidas estará bajar los impuestos y reducir el gasto público a través de una mayor cooperación del Estado con el sector privado y la reducción del número de funcionarios. No oculta su desconfianza frente a los sindicatos y los convenios colectivos y ha dejado patente su preferencia por la flexibilización máxima del trabajo y, en lugar de los convenios colectivos o sectoriales, defiende que las empresas firmen directamente convenios con sus trabajadores.

Está a favor de una educación que se ajuste a las necesidades del mercado laboral, de una mayor cooperación entre las empresas y las universidades públicas y ha convertido en caballo de batalla la creación de universidades privadas, que prohíbe la Constitución. Partidario de la aplicación de una política de mano de hierro contra la delincuencia, ha prometido revocar inmediatamente todas las reformas en la política carcelaria del gobierno anterior que, a su juicio, el único efecto que tuvieron fue incrementar la inseguridad de los ciudadanos.

El líder de Nueva Democracia se ha opuesto con firmeza al acuerdo de Presa, que solucionó el contencioso en torno al nombre de Macedonia, aunque, después de que lo aprobara el Parlamento, se comprometió a respetarlo.

Se escolarizó en el colegio privado ateniense American Collage of Athens, al igual que la mayoría de los políticos y empresarios griegos, y continuó sus estudios en Estados Unidos, en la Universidad de Harvard (sociología) y estudios posgrado en Stanford (Máster en el proceso de unificación europea) y Harvard (MBA). Antes de meterse en política trabajó en la consultoría MacQuince (1995-1997) y, de vuelta a Grecia, en el sector bancario hasta el 2003. Su carrera política comenzó en el 2004 y ya sus inicios estuvieron marcados por un éxito: fue el candidato de Nueva Democracia más votado en su circunscripción.

Se encargó por primera vez de una cartera ministerial, la de la Reforma Administrativa, en el Gobierno de Andonas Sanarás (2013-2015). Su mandato estuvo marcado por la reducción masiva del número de funcionarios e incluso, de despidos masivos en sanidad y educación.

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