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Voluntad política, por sobre todas las cosas

24 de octubre de 2022

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Glauber Rocha muestra en su filme Vidas secas las consecuencias del hambre, de como para subsistir muchas familias en el nordeste brasileño tienen que cazar y comer ratas, algo que parecerá odioso a quienes no sufren ese flagelo, pero que es toda una necesidad en muchas partes del mundo.

Más de 33 millones de personas en Brasil viven con hambre y más de la mitad de la población sufre de inseguridad alimentaria en una nación exportadora de alimentos y que en el 2014 había erradicado el mal.

Pero no solo allí hay personas carentes de alimento. Para quienes hemos tenido la suerte de visitar la Inda conocemos que es una nación de contraste y duele saber y conocer como muchas personas son estigmatizadas por el solo hecho de pertenecer a una casta estigmatizada.

Sin dudas, es uno de los lastres de una nación y pueblo amigos, por lo cual no se debe dudar cuando hay pueblos enteros que se ven obligados a comer ratas, como en Brasil, y así nos lo presenta Rani, una mujer de 49 años que la ingiere al menos dos veces por semana.

Vive cerca de Chennai y pertenece a una de las comunidades más marginadas del país: los uriles, que está atrapada como trabajadores en condiciones de servidumbre.

“Siempre vivimos fuera de los pueblos y aldeas. Nuestros padres y abuelos nos dijeron que a veces no tenían nada para comer, ni siquiera tubérculos. En esos tiempos difíciles, las ratas nos proporcionaban el alimento que tanto necesitábamos”, dijo Rani a la British Broadcasting Corporation. Las habilidades de supervivencia que adquirió cuando era niña, ahora ayudan a su propia familia a comer: cocinan ratas al menos dos veces por semana.

El Programa Mundial de Alimentos informó que en el sur de Madagascar “la gente comía arcilla blanca con jugo de tamarindo, hojas de cactus y raíces silvestres solo para calmar el hambre”. La fruta puede ayudar a mantener con vida a una familia, pero no proporciona las vitaminas y minerales que necesitan.

 

TERRIBLE

Cada día 24 000 personas mueren de hambre en el mundo. De ellas, 18 000 son niños de entre uno y cuatro años. Es decir, ocho de cada diez personas que pierden la vida por culpa del hambre son pequeños.

Se trata de una lacra, pero también de una amenaza que afecta tanto a niños, niñas, jóvenes, adultos como a ancianos en las regiones más vulnerables, donde no tienen acceso a alimentos, agua potable y atención sanitara.

La escasez de alimentos es una de las principales causas del hambre. Se estima que entre 720 y 811 millones de personas sufrieron hambre en el 2020: unos 282 millones viven en áfrica, 418 millones en Asia y 60 millones en América latina y el Caribe.

Son muchas las causas del hambre en el mundo, que se retroalimentan y se conectan. Entre las más relevantes podemos destacar las siguientes:

– Pobreza y exclusión social: cerca de mil millones de personas sobreviven con muy poco dinero, lo que genera la falta de alimentos, vivienda digna y acceso a los servicios públicos. Todo esto da lugar, a su vez, a que sean excluidos de la sociedad.

– Cambio climático: la escasez de agua, la desertificación, las tierras estériles, la deforestación, los huracanes, las inundaciones y terremotos, entre otros muchos fenómenos, han originado los llamados refugiados climáticos. La ONU señala que hay unos 250 millones de personas afectadas por el cambio climático, que tiene incidencia directa con el hambre en el mundo.

También, debemos mencionar las plagas que afectan el rendimiento de las cosechas, así como la reciente pandemia provocada por el COVID-19, las cuales provocan hambrunas en muchos países.

– Los conflictos armados:  han ocasionado grandes desplazamientos de la población afectada, obligando a las personas a huir de la violencia, agresiones y la falta de recursos para vivir. Estas personas llegan a un país extraño y se convierten en refugiados, perdiendo sus derechos más básicos.

Por estos días, el pasado 16 se celebró el Día Mundial de la Alimentación, y la ONU dijo en un informe que el dinero por sí solo no acabará con la crisis. A menos que haya una voluntad política para acabar con los conflictos y un compromiso para contener el calentamiento global, “Los principales impulsores del hambre seguirán sin cesar”, concluyó.

Pero, como de costumbre, aunque se sepan los factores que pidieran ayudar a combatir el flagelo, nunca se menciona el principal causante del mal: Estados Unidos.

Una nación cuyos entes dominantes sacrifican a los demás para vivir en la suntuosidad, sin importarle los sufrimientos que cause ser el principal contaminante del mundo, el que más número de muertes tuvo por COVID.19, el que impone bloqueos y sanciones para castigar a quienes no siguen sus dictados, el causante directo e indirecto de los conflictos armados que asolan el mundo y favorecen a su industria armamentista, no importa cuántas personas mueran por bala o hambre.

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