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Vivir encadenado

13 de mayo de 2021

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Estamos asistiendo a la muerte por depauperación y metralla del pueblo palestino, condenado por el Imperio a seguir en cadenas, dando el látigo a su esclavizador para que lo castigue si se rebela, bajo el hipócrita pretexto del “derecho a defenderse”, algo que siempre ha prevalecido en el establishment que gobierna realmente en Estados Unidos y que acaba de expresar su más reciente vocero, el presidente Joe Biden.

Tomado militarmente sus lugares sagrados, expulsado de barrios enteros en Jerusalén y cada vez más ocupado su país por colonos que los desprecian, constituyen una razón para que sea un acto de legítima defensa cualquier acción rebelde contra los designios de la gobernanza sionista.

Derecho a defenderse, dijo Biden, tras lo cual su vocero aseguró que buscaría vías de dialogo para que prevalezca una paz que nunca contemplaría los legítimos derechos del pueblo palestino.

Apenas el balbuceo de algunos gobiernos árabes que no han reconocido diplomáticamente a Israel, llamados inútiles de Naciones Unidas a la contención y de otras entidades que luchan por el pueblo esclavizado son algunas de las variantes que surgen a duras penas a la luz, en un mundo en el que predomina la verdad tergiversada por la mayoritaria red de medios al servicio del imperialismo.

Y es que ni los buenos deseos, declaraciones y protestas pueden lograr el desvío de malsanos intereses de arrinconar, expulsar y eliminar a los verdaderos dueños de Palestina.

En este contexto funciona el plan trazado por Benjamín Netanyahu, independientemente de que esté en ascuas su actual mandato de premier, porque quien le pudiera suceder es muy probable que siga la diabólica política.

Así se manifestó cuando su partido Lamud se opuso al lema “tierras por paz”. Desarrolló una política de asentamiento más ofensiva que la anterior, porque su gestión debía, por cuestiones de tiempo, llevar a cabo las rondas de conversaciones conjuntas con los palestinos, decisivas para definir el estatus final en los territorios ocupados, inclusive Jerusalén.

Sin embargo, el gobierno se caracterizó por la inflexibilidad y el pragmatismo. Benjamín Netanyahu, nacido en el seno del Partido Lamud, personalizó los preceptos máximos de su partido, a saber: que Israel tiene derecho a gobernar sobre el Gran Jerusalén, que tiene derecho a colonizarla con asentamientos exclusivamente judíos y, que la relación entre Israel y los Estados árabes debe fundarse en la superioridad militar israelí.

Los lineamientos que guiarían al gobierno de Netanyahu quedaron expuestos en un discurso: “Mantendremos a Jerusalén unida bajo la soberanía israelí. Lo declaro esta noche en Jerusalén, la eterna capital del pueblo judío, que nunca será dividida”.

La política de asentamiento de Benjamín Netanyahu debe ser analizada como un complemento de la política de asentamiento de su rival, el Partido Laborista. Mientras que la obsesión del laborismo se centró en la preservación de la mayoría demográfica judía en los territorios que estaban bajo su poder, el Lamud apuntó a crear una mayoría demográfica judía en aquellos territorios donde aún no existía.

Luchar con sus propias fuerzas es lo único que creo pueda mantener viva la esperanza palestina de lograr su Estado independiente, porque no sólo los buenos deseos, declaraciones y protestas contra los abusos al sufrido pueblo pueden hacer desviar los designios del Imperio-sionismo de arrinconar, expulsar y eliminar a los verdaderos dueños de lo que los usurpadores sionistas llaman “la tierra prometida”.

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