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Vivir en las calles

8 de mayo de 2019

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Las calles de Buenos Aires y de otras ciudades y pueblos se han convertido en un “gran hotel” para miles y miles de argentinos que no tienen otro lugar donde dormir, sin posibilidades inmediatas de encontrar solución a su problema al carecer de trabajo y mucho menos de ayuda gubernamental.

Según datos oficiales dados a conocer en marzo, el pasado año la cantidad de pobres creció en 6,3 por ciento porcentuales para pasar a representar en el segundo semestre el 32 por ciento de la población,

Se cumplió entonces la tendencia al alza confirmada los últimos tres meses de ese año cuando se registró una cifra más elevada que la media. En un año se sumaron 2,9 millones de pobres. En tanto, la indigencia en la segunda parte del año se ubicó en el 6,7 por ciento, 1,9 puntos por encima de igual período del año pasado.

Si se compara estos resultados con la primera mitad del año pasado, cuando todavía no había impactado la escapada del dólar, que se desató entre fines de abril y mediados de junio, en los precios internos, el aumento en la cantidad de pobres creció en 4,7 puntos porcentuales y el número de indigentes 1,8 puntos porcentuales, de acuerdo con la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que publica el órgano estadístico oficial.

“Durante el segundo semestre de 2018 se encuentran por debajo de la línea de pobreza 2.142.945 hogares, los cuales incluyen 8.926.592 personas. En ese conjunto, 442.859 hogares se encuentran, a su vez, bajo la línea de indigencia, e incluyen a 1.865.867 personas”.

Aunque son cifras conservadoras, el gobierno reconoce que con la proyección al total de la población de los centros urbanos, el total de pobres suma 12,9 millones de personas.

Cuando la estrategia para arreglar los problemas que presenta la economía no es ni regular el mercado ni un plan de desarrollo, sino simplemente distribuir peor para enfriar la economía, el aumento de la pobreza no es un ‘daño colateral’, es el objetivo buscado por el Gobierno”, expresó la investigadora del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas, Lucía Cirmi Obón.

Por su parte los expertos Roxana Mazzola y Diego Born indicaron a principios de año que “hay un empobrecimiento del bienestar que tiene que ver con cuestiones estructurales. El fenómeno excede a la caída en los ingresos por la devaluación y la aceleración inflacionaria sino que también es acompañada por elementos estructurales vinculados a la alimentación y el endeudamiento”, consideró Mazzola, de la Universidad de Buenos Aires y Flacso.

Por su parte, Born indicó que “la pobreza deja de ser una propiedad exclusiva de quienes tienen trabajos precarizados y comienza a extenderse hacia segmentos de clase media baja que pasan a quedar debajo del umbral mínimo de ingresos utilizado para dimensionar el fenómeno”.

Hasta aquí la frías estadísticas que no pueden demostrar la terrible situación que viven millones de personas en un país caracterizado por sus riquezas naturales, incomparables con la mayoría de las naciones de América Latina y el Caribe y donde gran parte de la responsabilidad del empobrecimiento se debe a la mala gestión de un gobierno que aspira confundir nuevamente a los electores para seguir en el poder.

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