ribbon

Vigencia de la Segunda Declaración de La Habana

3 de febrero de 2015

|

Muy lejos estaban de suponer seguramente los cancilleres de los países integrantes de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando reunidos en Punta del Este, Uruguay, el 30 de enero de 1962, – al llamado del Imperio,- acordaron por un solo voto de diferencia a pesar de todas las presiones y chantajes, la suspensión de la membresía de Cuba dentro de esa organización y que 53 años después se estaría celebrando la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como expresión soberana de los empeños de integración y unidad en la diversidad de la Patria Grande, de Nuestra América cual la había llamado José Martí.

Más de medio siglo nos separan de la vergonzosa cita de la OEA para preparar el aislamiento regional, político y diplomático de Cuba, como paso previo a la agresión militar que se gestaba y en que –justo es consignarlo,- algunos gobiernos latinoamericanos de entonces hicieron digna resistencia, negándose a suscribir la siniestra conjura del gobierno de Estados Unidos y sus títeres dentro de aquel Ministerio de Colonias yanqui.

Cinco días más tarde, en la Plaza de la Revolución de La Habana, en masiva y extraordinaria concentración que rebasó el millón de asistentes en representación del pueblo cubano en su conjunto, quedó proclamada la histórica Segunda Declaración de La Habana, el 4 de febrero.

Fidel Castro dio lectura al documento que no solo expresaba el rechazo contundente a la sucia maniobra de la OEA y sus compinches, sino que hacía también un riguroso y detallado análisis del desarrollo histórico de América Latina y el Caribe, de la dependencia imperial, la desigualdad social, el analfabetismo, las enfermedades, el hambre y la pobreza extrema sobre las grandes masas latinoamericanas y caribeñas.

Fue también,- desde aquel entonces,- un fervoroso llamado a la unidad de todos los sectores sociales y políticos, de todas las ideologías y creencias, que no tuvieran vínculo no compromiso alguno con el imperialismo y las oligarquías a su servicio, dispuestas a luchar.

Vista desde la actualidad, a la luz de la Declaración Política de la III Cumbre de la CELAC y del formidable discurso del presidente ecuatoriano Rafael Correa al asumir la presidencia pro témpore de la organización, la Segunda Declaración de La Habana trasciende su vigencia porque ella recoge en sus consideraciones fundamentales, – tanto históricas como actuales,- verdades como puños, serenamente razonadas y expuestas por vez primera de ese modo.

Héroes latinoamericanos y caribeños de la talla de Salvador Allende, Che Guevara y Hugo Chávez, -por citar solo estos tres ejemplos,- fueron abanderados de la Segunda Declaración de La Habana cuyos principios defendieron, cada uno en su momento y por las más diversas vías, pero con un propósito común de liberación y justicia.

Mucho se ha andado para llegar hasta aquí; duro, sacrificado y sangriento ha sido el camino, pero queda mucho por delante todavía en este cambio de época que hoy vive nuestra región y que deberá seguirse enfrentando a los esfuerzos del imperialismo por frustrarlo.

Como dijo el presidente Correa, “la CELAC es protagonista de los nuevos tiempos”. La Segunda Declaración de La Habana es un referente insustituible de aquellos y de estos tiempos.

Comentarios



Fidel Santacruz / 12 de febrero de 2015

Aún recuerdo con entusiasmo y admiración las impresionantes palabras de Fidel: luego las seguí escuchando en retransmisiones a través de Radio Habana. Son parte de las enseñanzas de un hombre, a los pueblos latinoamericanos y del mundo entero.