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Vientos de paz en la península coreana

16 de febrero de 2018

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Vientos de paz soplan por estos días en la península coreana, cuando los Juegos Olímpicos de Invierno dieron la o portunidad de que ambas partes –la República Popular Democrática de Corea (Norte) y la República de Corea del Sur– acercaran otra vez posiciones y enfoques comunes y pacíficos en busca de soluciones a los problemas pendientes aún desde la firma del armisticio (no de un tratado de paz) suscrito a mediados de 1953 poniendo fin a la cruenta y devastadora guerra.

Contradictoriamente, no parecen ser buenas noticias para la Administración Trump de Estados Unidos que, como en el pasado siglo, alienta también ahora el surgimiento de un conflicto armado que le permita intervenir directamente con sus fuerzas allí acantonadas y las demás de que dispone en el área (desde sus bases en Japón) y hacer realidad la amenazante diatriba de Donald Trump de reducir a cenizas a la RPDC con todo su pueblo.

La llegada al gobierno sudcoreano del actual presidente Moon y su partido marcó un evidente giro en lo que deberían ser las relaciones con los compatriotas de la parte norte del país, tal como ya había ocurrido en los años 2000 y 2007, cuando se celebraron las Cumbres entre los respectivos jefes de Estado teniendo a Pyongiang como escenario.

Ambos intentos fueron frustrados por las presiones y la interferencia de Washington, que atizó sus agresiones y amenazas contra la RPDC incrementando los constantes ejercicios militares y los planes de ataque combinados con fuerzas del Sur, creando una atmósfera bélica y de desconfianza mutua tras lo cual no se ocultan los intereses imperiales y hegemónicos de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico y también como forma de hostigar a China y a Rusia.

Un ambiente cálido y fraternal recibió a los deportistas del Norte en Pyong-Chang y algo similar se repitió a nivel oficial cuando el presidente sudcoreano recibió a la joven Kim Yo Jong, hermana del presidente norcoreano, quién le extendió la invitación para efectuar una nueva Cumbre intercoreana próximamente.

Obviamente, no será fácil ni inmediata la solución de las muchas cuestiones pendientes entre ambas partes de la península coreana, pero resulta indudable que los avances reportados como consecuencia de los gestos diplomáticos de la RPDC y la receptividad mostrada hasta ahora por los gobernantes del Sur esparcen un sentimiento de optimismo y confianza que en los años recientes había desaparecido.

Varias interrogantes, sin embargo, flotan en el ambiente: ¿será posible que, como en ocasiones anteriores, el gobierno imperialista de Estados Unidos logre interrumpir y finalmente frustrar los esfuerzos por llegar a un arreglo definitivo y satisfactorio para ambas partes sobre la llamada ·cuestión coreana”?

¿Podrá el gobierno de Corea del Sur resistir las brutales presiones yanquis o su grado de compromiso actual y la condición de país ocupado por fuerzas militares y bases de Estados Unidos le impedirán rechazarlas decididamente?

Los próximos meses seguramente nos traerán la respuesta.

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