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Victoria popular en Venezuela

17 de octubre de 2017

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Las segundas elecciones más votadas en la historia de Venezuela dieron el inobjetable triunfo al pueblo de Venezuela, no solo por acudir masivamente a ejercer su derecho al sufragio, sino porque expresó su deseo de paz.

Y así fue, porque también se pueden considerar las elecciones más pacíficas venezolanas, en las que estaban en disputa 23 gobernaciones estaduales, 17 de las cuales fueron ganadas por la Revolución Bolivariana, cinco por el espectro de la oposición y la otra en disputa marcaba una irrevocable tendencia a la victoria chavista, por lo que dominaría en 18 estados, algunos de ellos recuperados electoralmente.

No obstante verse obligados a agazaparse y esconder las garras de la violencia, entes opositores, como de costumbre cuando pierden, calificaron de fraudulentos los comicios, avalados de limpios y transparentes por una amplia comisión internacional y un sistema electoral considerado de los mejores del mundo, donde el voto no puede ser manipulado.

De todas maneras, y eso fue señalado, la oposición había firmado todos los verificados de validez realizados por diez auditorías, por lo cual suena ridículo el calificar de fraude los comicios.

Solo la alta abstención en el estado de Zulia impidió que estas elecciones (61% de quienes podían ejercer su derecho al voto) fueron las más votadas (en el 2009 fue del 65%), aunque, indudablemente, significó una amplia victoria popular, ignorada por los principales medios masivos de información controlados por Occidente, algunos de los cuales siguieron publicando noticias sobre la supuesta crisis en el país sudamericano con las acostumbradas fotos de incendios en la época de las “guarimbas”.

Empero, la oposición ha accedido a proseguir el diálogo de paz auspiciado por el gobierno de Maduro, que acaba de obtener el respaldo mayoritario de un pueblo que ha superado escollos de toda índole, al que las clases dominantes trató de rendir por las carencias de todo tipo, especialmente de alimentos.

 

EE.UU.: el principal enemigo

El triunfo en los comicios regionales no debe hacer dormir sobre sus laureles a la Revolución Bolivariana, porque sigue teniendo ante sí al poderoso enemigo imperialista norteamericano.

Las clases económicas dominantes emprenderán nuevos intentos para subvertir el orden allí, como parte de la reacción ante la oleada democratizadora puesta en movimiento con la elección de Hugo Chávez en 1998.

Con el fin de evitar la propagación de su ejemplo, se produjo el golpe de Estado en abril del 2002, derrotado por la formidable respuesta de la población, que evitó el magnicidio y restituyó a Chávez en el poder. Luego de eso, también fue derrotada la intentona del el paro petrolero que tanto daño hiciera a la economía venezolana.

Luego, la historia es más conocida, con la intensificación de la virulencia contrarrevolucionaria contra el actual mandatario, Nicolás Maduro, aprovechando diversos factores para combinar la violencia callejera con la guerra económica para rendir a la población, aún no suficientemente preparada ideológicamente.

El traspiés que llevó a la oposición a controlar la Asamblea Nacional, fue compensado luego con una política más consecuente y la consecución de una Asamblea Nacional Constituyente que ha llevado la paz al país y mantenido a rayas a los elementos violentos, incluidos paramilitares colombianos enviados a asesinar y subvertir el orden en general.

Pese a la victoria, subrayo, hay todavía que blindar el proyecto democrático que el Gobierno Bolivariano se propone realizar.

 

 

Pasos fundamentales

El filósofo revolucionaros italiano Antonio Gramsci habló de la necesidad de la organización del campo popular, porque sin ésta “la mayoría social conformada por los pobres, los explotados, los excluidos, carecerá de efectos políticos y mal podría alterar la correlación de fuerzas en su favor”.

Algo tan importante es la concientización, porque una mayoría social, aún organizada, puede convertirse en fácil presa de la minoría dominante que ha ejercido su dominio desde siempre. Un movimiento obrero altamente organizado, pero sin conciencia de clase, lejos de ser una amenaza es una bendición para la hegemonía burguesa, como lo prueban la historia del sindicalismo en México y Estados Unidos.

En este contexto, el pensador argentino Atilio Borón apunta que hay que contar también con un sistema de medios de comunicación que torne posible la circulación de las ideas para eliminar un orden social que condena a la humanidad y a la Madre Tierra a su extinción.

Algo se intentó hacer en Argentina durante los gobiernos kirchneristas, pero ahora Macri desmantela los hilos que ataban un poco a la clase dominante, con el fin de que aumente su poder abarcador en las comunicaciones.

También Correa hizo otro tanto en Ecuador, con el propósito de que las masas tuvieran acceso y emplearan una comunicación que reflejara y ayudara a resolver los problemas sociales, aunque las más recientes noticias llegadas desde allí indican que tal esfuerzo está en peligro inminente de desaparecer.

Por eso la creación de Telesur significó un valioso aporte en el proceso de avance y consolidación democrática en los países de América Latina y el Corbe, y por eso es también que es perseguido o silenciado en los países gobernados por la derecha, como Argentina y Brasil. En Venezuela se hacen esfuerzos loables en ese sentido, estrictamente necesarios para proseguir la senda revolucionaria y consolidar sus logros.

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