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Victimarios y víctimas

18 de abril de 2013

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Todo el andamiaje bélico que va desde el despliegue militar norteamericano para elevar la tensión en la península coreana hasta las intervenciones colonialistas francesas en África mantienen las manos libres a Israel, el principal, aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente y posiblemente en el mundo, que tiene garantizada la protección diplomática del Imperio en Naciones Unidas entronizar la ocupación territorial dee Palestina..

También Tel Aviv cuenta con los grandes medios de comunicación, que mantienen un doble patrón de cobertura de los fallecimientos. Arden ante cualquier víctima israelí y no se perturban por el asesinato de miles de palestinos, sin importarles la heroica resistencia de este pueblo que, aunque no ha podido recuperar sus tierras, ni construir su estado, ha recibido el reconocimiento para tenerlo, a pesar de lo poco que aún representa ello en el actual escenario internacional.

Recordemos como los ocupantes sionistas vetaron primero el retorno a su tierra de los pobladores originarios, que escaparon de la guerra perpetrada en 1947-49. Ese despojo fue posible por el clima de reparación internacional hacia los judíos que sucedió al holocausto. Pero la confiscación por éxodo forzado de la población no pudo repetirse en 1967, cuando los habitantes aprendieron la lección de los refugiados y se quedaron en sus hogares. Esa permanencia determinó el comienzo de una resistencia, que Israel ha respondido con mayor anexionismo.

La lógica de genocidio que impone el sionismo tiene poca viabilidad, en una era de descolonización. Ya no es factible repetir el exterminio que sufrieron los amerindios, la esclavización que padecieron los africanos o el destierro que predominaba en la Antigüedad. Frente a esta imposibilidad rige un dispositivo que reemplaza a la población local por inmigrantes seleccionados con criterios étnicos. Esta política imposibilita la coexistencia de las distintas comunidades.

La anexión se implementa con un ropaje de negociaciones de paz que en los papeles promueve la consolidación de dos estados y en los hechos obstruye ese objetivo. El futuro de Jerusalén, los derechos de los refugiados y el fin de los asentamientos quedan fuera de las tratativas, mientras que la implantación de nuevos colonos anula la eventual formación de un estado palestino real.

De ahí que el régimen sionista haga caso omiso a los tímidos planteamientos del presidente norteamericano, Barack Obama, y se continúe con la expropiación de tierras, el robo del agua, la creación de rutas exclusivas y la erección de muros que separan a las ciudades.

Y es que los bantustanes que el apartheid diseñó en Sudáfrica resucitaron en una Cisjordania que ha quedado convertida en una prisión gigantesca, donde se obliga a los palestinos a elegir entre la emigración y la supervivencia en cantones aislados.

Israel sostiene esta política de ocupación con atroces campañas militares. La masacre de Gaza (2009) incluyó bombardeos a refugios de la ONU, ataques con fósforo blanco y demolición de escuelas, mezquitas y hospitales, con el pretexto de eliminar cohetes de fabricación casera, que ni siquiera rasguñaron la fortaleza israelí.

Los hechos se repitieron en menor medida en el pasado 2012, y luego el ocupante mantuvo, y mantiene, un cerco sobre un millón y medio de personas en Gaza, que sobreviven entre la basura, la oscuridad y las aguas albañales. Como la anexión de este minúsculo territorio superpoblado se tornó inviable, hubo retiro de colonos y reforzamiento del terror.

Israel repite el libreto de todos los colonialistas. Porta la bandera de la civilización y esgrime derechos de defensa para ocultar su dominación. Pondera su “democracia moderna” y descalifica las costumbres de los pueblos árabes. Pero omite, por ejemplo, que la invasión a Gaza se concretó para desconocer un resultado electoral de Hamas, avalado por todos los observadores internacionales. Ahora esta entidad palestina ha hecho una política correcta, al pactar con la Autoridad Nacional Palestina

Y es que las libertades públicas que enaltecen los sionistas, sólo rigen para discutir la mejor forma de vulnerar los derechos en los territorios ocupados. Quiénes exaltan la tolerancia religiosa del estado hebreo suelen olvidar el carácter confesional de esa institución.

También omiten el fundamento bíblico utilizado para justificar ampliaciones territoriales inspiradas en los sagrados límites de Samaria y Judea.

En la región no impera un conflicto entre “extremistas de los dos bandos”. Con ese criterio de neutralidad habría que equiparar a los marines con los vietnamitas, a los paracaidistas franceses con la resistencia argelina y a los realistas españoles con los criollos americanos.

Y es que en las situaciones coloniales hay victimarios y víctimas. Todos conocemos quienes son unos y otros.

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