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Venta de tragedia humana

19 de abril de 2017

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Las grandes televisoras y otros medios occidentales dan cobertura cada día, a una verdad que es imposible que pase inadvertida: la ola migratoria que se vive en África y el Oriente Medio como lugares de donde provienen las personas y Europa, como presunto centro receptor, cuando los que se echan a la mar sobreviven la aventura.

En esa penosa y real tragedia humana, un lugar muy especial ocupa Libia, país norafricano, convertido en puerta al Mediterráneo, a la vez que refugio de una verdadera mafia de traficantes de personas que lo mismo cobran grandes sumas por montar sobre precarias embarcaciones a cientos de seres humanos, que venden como esclavos a miles de pobres del África subsahariana y a jóvenes que son convertidas de la noche a la mañana en rehenes sexuales de quienes pagan grandes sumas de dinero a los contrabandistas.

El mercado de africanos establecido en Libia, tiene sus reglas de juego de oferta y demanda. La primera la hacen quienes se adueñan de indefensos africanos que huyen de la guerra y el hambre y tratan de llegar a Europa en busca de una vida. La demanda en esa especie de bolsa de valores, la ponen terratenientes, empresarios transnacionales que necesitan mano de obra barata para hacer cada vez más grande su negocio y, sobre todo, las empresas constructoras encargadas de levantar edificaciones o vías de acceso en el arenoso desierto libio.

Según denuncia la Organización Internacional de Migraciones, a las mujeres se les convierte en esclavas sexuales y los hombres, fundamentalmente, pasan a trabajar en la construcción.

En ambos casos, la posible libertad de cada inmigrante, además de tener un alto costo para quienes quieren salir de la esclavitud, atraviesa por métodos de tortura y encierro.

Al estilo de las películas de la época de la esclavitud, lo que ocurre hoy en Libia –según narran muchos de los inmigrantes– es una verdadera aberración humana, donde los seres ahora convertidos en esclavos, han tenido que atravesar el peligroso y grande desierto del Sahara pagando a las mafias del crimen organizado allí existente.

Todos esos africanos al llegar a Sabha, en territorio libio, son concentrados en la plaza donde está el mercado de esclavos. Unos son vendidos para ser explotados en duros trabajos manuales, mientras las mujeres para ser explotadas sexualmente.

De acuerdo con testimonios recogidos por la prensa española (diario El País, El Periódico y El Mundo, entre otros) los traficantes obligan a los migrantes a llamar a sus familias para que paguen por su libertad, muchas veces les torturan durante la llamada para que sus parientes lo oigan. Cuando algún esclavo muere o compra su libertad, se le reemplaza adquiriendo otro.

La Organización Internacional de Migraciones (OIM) describió el testimonio de Adam, un subsahariano  al que hombres armados le llevaron a una prisión donde había encerrados otros 200 hombres y varias mujeres, todos de diferentes nacionalidades africanas. Según Adam, les pegaban todos los días y les forzaban a llamar a sus familias para pagar un rescate. Los padres de Adam tuvieron que vender su casa para poder liberarle. Cuando recibieron el dinero, abandonaron a Adam en Trípoli al borde de la muerte. Tuvo que ser hospitalizado durante tres semanas para recobrarse de las heridas de la tortura y de una malnutrición severa: pesaba 35 kilos.

Por su parte, Mohammed Abdiker, director de Operaciones y Emergencias de la OIM, ha dicho que “las últimas informaciones sobre mercados de esclavos se añaden a una larga lista de abusos en Libia”, país que ha visitado recientemente y comprobó en varios centros de detención de migrantes, que los mismos se enfrentan a la desnutrición sistemática, los abusos sexuales e incluso el asesinato. El año pasado supimos de la muerte de 14 de ellos en solo un mes, en uno de estos lugares. Murieron de hambre y enfermedades. Sabemos que hay fosas comunes en el desierto”, declaró.

Este es el caso de ese país llamado Libia, convertido por obra y gracia de la guerra y los bombardeos a que lo sometió Estados Unidos y la OTAN, en un Estado ingobernable, sin un verdadero centro de poder y donde el tráfico de seres humanos se ha convertido en un verdadero negocio que aporta millones de dólares a las mafias y dolor y muerte a los más pobres africanos que se han lanzado a emigrar en busca de una vida que sea vida y que muchas veces termina siendo muerte.

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