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Venganza imperial

24 de diciembre de 2013

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El Complejo Militar Industrial de Estados Unidos asiste complacido a la escalada de atentados políticos, confesionales y hasta étnicos en Iraq, que lo desangra y divide aun más, sin que afecte los intereses monopólicos norteamericanos, ya de por sí protegidos por ejércitos mercenarios y varios miles de soldados que no abandonaron el país árabe.

Como se recordará, pagó electoralmente en el término medio de su primer mandato el incumplimiento de retirada de tropas, en parte por hacer todo lo contrario, manejado por los hilos dem ese mismo Complejo Militar Industrial.

La realidad que dejó la invasión de Estados Unidos y sus aliados en Iraq, ha sido catastrófica, toda una venganza por las miles de bajas sufridas y no haber logrado plenamente sus objetivos,  aunque sí derroco bajo falsos pretextos al presidente Saddam Hussein y controlado parte de las riquezas petroleras.

Su alegada propaganda acerca de la protección a la población civil, causó la muerte a por lo menos un millón 300 000 pobladores, además de lograr que sus principales activos pasaran al control de las corporaciones occidentales.

Con todos sus defectos, Hussein había logrado que las diferentes confesiones religiosas tuvieran cierta paz entre ellas, pero la herencia dejada por la agresión y ocupación norteamericana, con fuerte apoyo británico,  se tradujo en una pugna constante por el poder, matanzas indiscriminadas, atentados suicidas y torturas hasta la muerte.

Pero a Estados Unidos le importa un bledo esta situación, porque solo busca  la permanencia de elementos en el poder que le garantice el afianzamiento de su control de las riquezas mineras y petroleras de Asia Central.

En cuanto a Gran Bretaña siempre ha sido un aventajado en esto de los abusos contra los pueblos pequeños y atrasados tecnológicamente. En octubre de 1922, ocho escuadrones de la Royal Air Force iniciaron bombardeos a gran escala sobre Iraq con diversos tipos de bombas, incluyendo incendiarias, de acción retardada, y petróleo sobre viviendas civiles.

Según Londres, los bombardeos indiscriminados “demostraban ser notablemente efectivos, extremadamente económicos e indudablemente humanitarios a la larga”… y prosiguieron hasta 1932.

El General Hugh Trenchard, después de los bombardeos contra civiles en Iraq, dirigió la Independent Force (el cuerpo británico de bombarderos en la Segunda Guerra Mundial) y aplicó la misma estrategia que ahora pasó a denominarse púdicamente “bombardeos estratégicos”.

Trenchard aseguraba que: “es evidente que el efecto moral de los bombardeos supera a sus efectos materiales en una proporción de 20 a 1, y que, por tanto, era preciso crear el mayor efecto moral posible”. Por ende, la mejor manera de derrotar al enemigo era llevar a cabo “bombardeos estratégicos” contra viviendas de civiles, especialmente de obreros industriales. Así “ahorraban” muertes en nombre de lo humanitario.

Tal ejemplo fue seguido casuísticamente en las más recientes agresiones norteamericanas como en la que estamos tratando en Iraq, ejemplo de aventura de rapiña y hegemonía.

El Consejo de Seguridad -muchas veces cómplice o por lo menos espectador de los crímenes estadounidenses- admitió “la desprotección de la población civil iraquí”.

La aceptación de la flagrante violación de los Convenios de Ginebra llegó muy tarde, tras las torturas y asesinatos a sangre fría de prisioneros,  opositores o simple civiles desarmados.

No vamos a invocar documentos de Wikileads al respecto, donde ya muchos casos de estos se conocen, sino que figuras como Edward Chaplin y Peter Ricketts, ex jefes del Departamento de Oriente Medio en el Ministerio de Relaciones Exteriores británico, expresaron consternación por la falta de seriedad con que el anterior gobierno de George W. Bush asumió el tema.

 

 

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