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Venezuela no se arredra

30 de agosto de 2017

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El recrudecimiento de la guerra económica y la amenaza de una invasión militar directa o indirecta son partes del más reciente “paquete” de medidas adoptadas por el gobierno norteamericano contra la Revolución Bolivariana de Venezuela.

Realmente, son medidas contra el pueblo venezolano y su decisión de votar abrumadoramente por la creación e instalación de la Asamblea Nacional Constituyente.

La maniobra propagandística del imperialismo contra Venezuela cubre casi la totalidad de la Tierra, con increíbles relatos para fortalecer el relato de que Venezuela es un país promotor del “terrorismo islámico”, por más que Irán y Hezbolá, junto a Rusia y Siria, sean los principales responsables de su inminente derrota en el Medio Oriente en los últimos años.

El intento de afianzar un relato demonizador se circunscribe también a otros argumentos contra el país, como el tendencioso e inconsistente reportaje de CNN sobre la conexión entre Tareck El Aissami, vicepresidente ejecutivo de Venezuela, y la entrega de pasaportes venezolanos a “terroristas” de Hezbollah en el Líbano. El “gusano” senador Marco Rubio tomó esta pieza de propaganda y la presentó ante el Senado para justificar sanciones contra funcionarios venezolanos.

Cabe recordar que antes de las sanciones impuestas al presidente Nicolás Maduro y otros dirigentes venezolanos, ya el Departamento del Tesoro había “castigado” a Tareck por estar señalado de ser un jefe narcotraficante, sin mostrar pruebas ni evidencias que clarificaran tal acusación. También trataron de asociar a la figura del hijo de Maduro con el Cártel de Los Zetas en México, y al constituyentista Diosdado Cabello con un supuesto plan para asesinar a Rubio.

Estos ejemplos expresan no solo el tratamiento simbólico y narrativo contra Venezuela como un Estado terrorista, narcotraficante y forajido, sino las acciones de fuerza financiera y milita, con el fin de legitimarlas.

Esta es la “narración clara” recomendada por el Consejo del Atlántico al gobierno estadounidense, que permitiría escalar las agresiones contra el país, debido a que el presidente Donald Trump ve en Venezuela una “amenaza inusual y extraordinaria” a sus intereses, basado en el decreto de su predecesor Barack Obama del 2015, base jurídica e institucional de todo su accionar injerencista y con el que establece un estado de emergencia con relación al país suramericano.

Las actitudes endebles y pronorteamericanas de los mandataros de Colombia, Argentina, Chile y Perú durante la reciente visita del vicepresidente de Trump, Mike Pence, tiene su antecedente en la reunión en Lima de 13 cancilleres con posiciones antivenezolanas se reunieron en Lima para declarar que “Venezuela no cumple con los requisitos ni obligaciones de los miembros del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas”, a la misma hora que un preinforme del Alto Comisionado de la ONU –muy sesgado contra Venezuela– se difundía profusamente por los diarios latinoamericanos.

Ese mismo día se reunieron en Caracas los países del Alba para denunciar las amenazas imperiales. Fue luego de esta reunión que Trump anunció su opción militar, acompañada por una nueva campaña de terror mediático en busca del rompimiento de relaciones diplomáticas con Venezuela por varios países latinoamericanos, encabezados por México y Colombia, mientras se acentuaba el bloqueo bancario y financiero, parte de la guerra económica.

Pero Venezuela no se arredra: sigue laborando en todos los campos, desarrollando el país, mejorando lo que tiene que serlo, y preparándose para cualquier evento y reto del Imperio.

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