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Usar y abusar de Paraguay

9 de enero de 2017

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Desde Paraguay llega una información nada nueva: la represión a pobladores indígenas que se niegan a abandonar sus tierras, esta vez en la zona de Guahary, ambicionadas por las transnacionales que desde hace muchos años han convertido al país sudamericano en un gran latifundio.

La expulsión de campesinos y pueblos originarios de sus tierras y hasta la utilización de todo tipo de violencia contra ellos, incluyendo los crímenes ejecutados por bandas armadas privadas al servicio de los geófagos, conforman todo este triste panorama rural en Paraguay.

Estos antecedentes explican porqué se ha llegado a extremos de continuas ocupaciones de tierras por desesperadas familias campesinas. Hay que partir de la base de que el 42% de los paraguayos viven en las zonas rurales, algo bastante lógico por la gran cantidad de terrenos improductivos y el hecho de que la nación cuenta con poco más de seis millones de habitantes.

Desde el 2013, gobierna el cuestionado empresario Horacio Cartes, afiliado al Partido Colorado, viejo patrimonio de oligarcas, latifundistas y narcopolíticos, quien sin pudor elaboró un slogan “Usen y abusen del Paraguay”.

Durante su gestión, matizada en los últimos tiempos por conspirar contra Venezuela con el fin de expulsarla del Mercado Común Suramericano, ha hecho todo tipo de actos para provocar aún más turbación en la ciudadanía, que acumula el hartazgo por la corrupción, el surgimiento de fuerzas irregulares con perfiles más cercanos al paramilitarismo que a la insurgencia popular, y el incremento de organizaciones criminales que operan en varias regiones del país.

Cartes llegó al poder en un proceso que tuvo su comienzo el 22 de junio de 2012 en cumplimiento del guión del “golpe blando”  para  deponer al presidente constitucional, Fernando Lugo, quien había sido llevado a un juicio político, debido a la masacre en las tierras malhabidas de “Curuguaty”, donde fallecieron 11 campesinos y seis policías, tras un desalojo que produjo el veredicto final, calificando de culpable al mandatario por “traer el caos y la lucha de clases entre compatriotas”.

No hace mucho elementos malintencionados avivaron nuevamente el conflicto de tierras en Ñacunday, este de Paraguay, al enfrentar a productores de origen brasileño y campesinos paraguayos, lo cual generó tensión y algunos exabruptos, pero no llegó a correr la sangre como pretendieron algunos políticos y medios de comunicación.

Los colonos y los llamados carperos (porque viven en carpas) sin tierra mantenían una disputa por la posesión de miles de hectáreas de terrenos cultivables en los distritos de Ñacunday, Santa Rosa del Monday y Cedrales, departamento de Alto Paraná. Entre las propiedades bajo sospecha están las 12 000 hectáreas que se adjudica Tranquilo Favero, considerado el “rey” de la soya en Paraguay, donde el 64% de la superficie agrícola del país está destinado a ese cultivo.

A la fiscalía y al tribunal que actuaron al respecto no le interesó tener un mínimo de seriedad a la hora de llevar a cabo el juicio y, por el contrario, dieron lugara la profundización de las injusticias y desigualdades contra el campesinado en Paraguay.

Y es que para la oligarquía no tiene cabida el reconocimiento a luchar de los sectores populares por un derecho tan básico que es el derecho a la tierra, y que fuera tantas veces usurpado por los grupos más concentrados del capital.

No quieren reconocer que en la tierra bilingüe de Paraguay vivir dignamente es una lucha de resistencia, virtud bien ganada en la población paraguaya, tanto desde la época en que los súbditos de la monarquía española invadieron “La Tierra sin mal”, como también ante la infame Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), impulsada por Gran Bretaña y, pocas décadas después, una fratricida confrontación con los bolivianos, debido a los intereses de las petroleras ESSO y Shell sobre el Chaco Boreal (1932-1935).

Pero a pesar de todas las adversidades, aún subsiste la resistencia a que se use y abuse de Paraguay.

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