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Unos sí, otros no

17 de agosto de 2018

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Hace muy poco comentábamos las ínfulas inyectadas por el imperialismo para caotizar los Balcanes, esta vez utilizando a kosovares y albaneses ultranacionalistas que intentan lograr su sueño de la Gran Albania.
Esta comprendería, Kosovo y Albania, además de territorios deGrecia, Macedonia y Rumania.
Kosovares y albaneses han estado de moda por sus aportes a las filas del terrorista Estado Islámico (EI), que ha sembrado muerte y destrucción en Siria e Iraq, principalmente, con la anuencia y el apoyo principalmente de Estados Unidos.
Y es que los métodos que se emplearían para lograr la pesadilla de otros no difieren de los ya utilizados por el EI y los entes que promovieron la destrucción de Yugoslavia, que tuvo décadas de unidad y tranquilidad bajo el mando del líder guerrillero Josip Broz Tito.
Precisamente por estos días se cumple un aniversario más de la matanza perpetrada en Srebrenica, Bosnia, uno de esos tabúes históricos que casi todos los pueblos del mundo arrastran sobre su conciencia como si fuera su pecado original.
En este caso la culpabilidad oficial recae sobre Serbia y ese tipo de imputaciones con membrete no se pueden borrar fácilmente, a no ser que el pecador – además de matar – quiera cometer un segundo pecado: no admitir quién es el asesino.
Pues bien, Serbia aprobó recientemente un nuevo código penal entre cuyos delitos hay uno de esos que los historiadores de pacotillacalifican como “negacionismo”, y consiste en no admitir una verdad oficial, en este caso que en Srebrenica se cometió una gran matanza y que los culpables de ella son ellos mismos, los serbios.
Este tipo de delitos son delitos sobre delitos y cuando una verdad oficial se tiene que refrendar castigando al que afirma algo distinto, también hay gato encerrado. La verdad no necesita ningún código penal. Pero si la verdad necesita un código penal en Serbia, necesitará otro en Bosnia, y otro en Croacia, y otro en todas partes.
Ahora bien, ¿quién es el que necesita ese tipo de incriminaciones? Desde luego que no se trata de Serbia. La criminalización de los “negacionistas” de la matanza de Srebrenica es una imposición expresa de la Unión Europea para sacar al país del ostracismo en el que lo dejaron después de la guerra.
Por lo demás, aquella matanza es como las armas de destrucción masiva en Iraq o los ataques químicos del Ejército sirio en Khan Sheykhun, inventos del Imperio para justificar agresiones. Lo que podemos y debemos decir sobre ella es lo siguiente: que fue utilizada por los imperialistas para liquidar los Acuerdos de Dayton y con ellos liquidar a la propia Serbia, un país agredido por el imperialismo que arrastra el estigma de los malditos como “Estado genocida” por más que los peleles del Tribunal Penal Internacional no se hayan atrevido a tanto.
Realmente, el genocidio en la localidad bosnia fue perpetrado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte, cuyos bombarderos, principalmente norteamericanos y alemanes se equivocaron al asesinar a elementos aliados y sus familiares, además de destrozar el lugar.
El año pasado el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia dictó sentencia en los juicios que tuvieron lugar contra los serbios Radovan Karadžić y Vojislav Šešelj. La decisión judicial pasó muy desapercibida para los medios de comunicación, por lo que en algún lugar debe haber gato encerrado. Estamos hablando de acusaciones graves, como crímenes de guerra, genocidio y otros espantos que tanto escandalizan a los “humanistas” y las “organizaciones no gubernamentales”
En Europa a nadie le interesa recordar la destrucción de la antigua Yugoslavia, la ingente cantidad de matanzas cometidas y la intervención en ellas de la Unión Europea – especialmente Alemania – y de la OTAN.
Tras la liquidación de Yugoslavia en 1992 a Radovan Karadžić le nombraron presidente de la República Srpska, que entonces la prensa renombró como “República Serbia de Bosnia”. Algunos serbios, como Karadžić, creyeron que una vez que el mapa se dividió en pedazos podían continuar dividiendo y subdividiéndolo en trozos cada vez más pequeños.
Lo mismo que Gadafi en Libia o Bashar al-Assad en Siria, el imperialismo puso a los serbios la etiqueta de “malvados” y no les dio tregua en ninguno de los rincones: ni en Bosnia, ni en Croacia, ni en Montenegro… ni en Serbia.
No hace falta explicar que el flamante Tribunal, sus jueces y fiscales, son un rebaño de peleles con toga impuestos por los imperialistas después de los bombardeos sobre la población con armas de uranio y que los primeros y principales criminales fueron matarifes como Javier Solana, entonces Secretario General de la OTAN.
De ahí que los castigos fueron para algunas figuras serbias y bosnias, pero no para quienes ordenaron los bombardeos genocidas contra el entonces pueblo yugoslavo.

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