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Una premier en apuros

2 de agosto de 2018

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Sin que afecte por el momento el modo de vida de la clase adinerada, el caos político, económico y social en que se encuentra Gran Bretaña ha puesto en apuros a la primera ministra, Theresa May, quien no ha dado pie con bola en cuestiones inherentes a su país, principalmente en lo referido a la salida británica de la Unión Europea (UE) o Brexit (Britain Exit).
Aumento del desempleo, escaso presupuesto para lo que era el orgullo de la nación, el sistema de salud, más el visible arrepentimiento de muchos que apoyaron su política de abandonar la Unión Europea habla a las claras de las muchas chapucerías en las que ha incurrido durante su mandato.
No vamos a mencionar los continuados complots para denigrar a Rusia, fracasados en toda la línea, pero sí de lo que más agita al país y tiene a partidarios y detractores en ascuas: el Brexit.
Varios ministros que le acompañaban en el empeño abandonaron el barco, que se va a la deriva, por lo cual decidió tomar personalmente las riendas de las negociaciones con la UE, dejando las implicaciones internas del divorcio entre Londres y Bruselas al ministro del ramo, Dominic Raab, quien había tomado posesión del cargo el pasado 9 de julio en sustitución del renunciante David Davis, debido a sus grandes diferencias con May.
Con este cambio, el actual Ministerio para el Brexit se encargará de todos los preparativos a nivel interno, “en los dos escenarios, que haya o no haya acuerdo”, según informa la prensa británica.
La líder ‘tory’ ha esgrimido que es necesario que el gobierno esté organizado “de la forma más efectiva” para continuar con las negociaciones del Brexit.
May está bajo la presión de su propia formación, el Partido Conservador, por su decisión de optar por un Brexit blando. Davis y el entonces ministro de Exteriores, Boris Johnson, renunciaron porque apostaban por un Brexit duro.
Las convulsiones internas han hecho que las partes consideren como una posibilidad real que el 29 de marzo del 2019, fecha del Brexit, llegue sin que hayan conseguido pactar sus efectos y la relación que desean mantener en el futuro.
Pero lo cierto es, reitero, que hay voces que se levantan para pedir un nuevo referéndum de aceptación o no, debido a que muchos se quejan de que no les habían explicado claramente acerca de los problemas que ello implicaba para la economía. Como se recordará, la consulta se realizó en el 2016, y el 52% de los votantes estuvieron de acuerdo en el abandono.

 

PRIMER EFECTO

 

Por lo pronto, el número de inmigrantes europeos en el Reino Unido cayó a su nivel más bajo en los últimos cinco años. Tras el referéndum del Brexit, los ciudadanos de países como Alemania, Italia, Francia o España que viven allí se han reducido en menos de 12 meses a casi la mitad.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadística británica, la inmigración neta global en el país, es decir, la diferencia entre el número de los que llegaron para vivir en el Reino Unido durante al menos 12 meses y aquellos que optaron por marcharse, aumentó el pasado año hasta las 282 000 personas, frente a las 249 000 del año anterior, aunque se situó lejos del máximo de 332 000 registrado en el 2015.
A pesar del aumento de la inmigración neta, el número de ciudadanos llegados de otros países de la Unión Europea bajó en el 2017 hasta las 101 000 personas frente a las 133 000 del 2016. También se produjo un récord de europeos que dejaron suelo británico, con una cifra estimada en 139 000. El único año con similar nivel de salidas fue en el 2008, cuando se marcharon 134 000.

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