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Una maniobra prevista

31 de agosto de 2020

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Occidente ha concentrado su centro de injerencia en Europa, hacia la República de Belarús, tal y como lo hizo una vez con Ucrania, en ambos casos con la clara intención de llevar adelante el gran plan de Estados Unidos, dirigido contra Rusia.
Con la acostumbrada posición de principios que lo caracteriza, el presidente ruso, Vladimir Putin desenmascaró esta semana a quienes ahora cuestionan el resultado de los comicios presidenciales en los que se eligió a Alexandr Lukashenko, y tratan de desestabilizar el país, creando el caos con protestas estimuladas desde el exterior.
El mandatario ruso, citado por la agencia Sputnik, recordó que las autoridades bielorrusas invitaron a la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos a que participara en la observación electoral, y sin embargo no lo hicieron.
“¿Y cómo es que no acudieron?”, se preguntó el presidente Putin, quien aseguró que “eso nos hace pensar enseguida que ya se tenía preparada una postura sobre los resultados de esas elecciones. Por eso, si algunos pueden cuestionar los resultados, yo tengo todos los motivos para dudar de que aquellos que los cuestionan, sean absolutamente honestos”, expresó.
Todo hace indicar que detrás de tales posiciones injerencistas está la mano y el guión del gobierno de los Estados Unidos, empeñado en escenificar en Belarús lo que antes hizo en Ucrania.
Y en tal caso, valdría recordar a Washington y sus aliados que Rusia, respecto a Ucrania, supo mantener firme su conducta, más cuando se sabe que esos territorios fronterizos con la Federación Rusa, quieren ser utilizados para lanzar agresiones de cualquier tipo, incluso militar, contra Moscú.
Respecto a la posible mediación occidental en el tema bielorruso, se sabe que cualquier iniciativa de ese tipo vendría contaminada con la postura adoptada Estados Unidos, incluso antes de la celebración de los comicios.
En ese sentido, fue clara la declaración del canciller ruso, Serguei Lavrov, quien recordó el supuesto arbitraje de Alemania, Polonia y Francia, cuando la crisis en Ucrania en 2014.
En esa oportunidad los cancilleres de los tres gobiernos europeos avalaron el acuerdo alcanzado entre el presidente ucraniano de entonces, Víctor Yanukovich y la oposición, pero, advirtió Lavrov, “a la mañana siguiente la oposición cambió de idea y promovió el golpe de estado”.
Ahora, cuando Europa insiste en promover sanciones contra Belarús, el presidente Lukashenko, advirtió este fin de semana con “cortar las rutas de tránsito europeo en todo su país”.
Según la agencia Reuters, el gobernante bielorruso, dijo que “impediría que los vecinos europeos enviaran productos a Rusia a través de su territorio y, al mismo tiempo, desviaría las exportaciones europeas a otras naciones, que ahora se envían a través de puertos en Lituania, país miembro del bloque regional”.
En fin, todo lo que comenzó con una clara postura injerencista de occidente contra la nación bielorrusa, conforma ahora nuevos escenarios. El dilema no puede ser más claro: Belarús defiende su soberanía y está abierta al diálogo, mientras Estados Unidos y algunas naciones de la Unión Europea, se empeñan en fracturar a la nación, desconocer su elección democrática, y montar otro show más, al estilo Ucrania, con el guión que como siempre se elabora en Washington.

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