Una lucha chapín contra los demonios
31 de julio de 2025
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Cuando Marco Rubio se inició como canciller trumpista, tuvo su primer periplo por naciones centroamericanas, donde elogió la disposición de sus respectivos presidentes a colaborar con todos los planes que les presentó, no sucediendo así con el de Guatemala, prefiriendo mantenerse a la callada, algo que sorprendió en un individuo acostumbrado a denostar a quien no sea servil al gobierno que representa.
El presidente guatemalteco, Bernardo Arévalo, no es una figura que pueda mover multitudes, pero sí hacerse respetar, al igual que su padre, Juan José Arévalo, de gran renombre en la tierra de los chapines.
Bernardo Arévalo ha tenido varios avances, como la reducción de la tasa de homicidios en un 2,5% y la mejora en la infraestructura hospitalaria. Sin embargo, también enfrenta desafíos significativos, como la falta de apoyo en el Congreso y la percepción de inseguridad entre la población. Ha mantenido una postura firme contra la corrupción, aunque ha tenido dificultades para implementar sus propuestas anticorrupción debido a la obstrucción de la fiscal general, Consuelo Porras, en las investigaciones clave que podrían destapar redes de corrupción en las más altas esferas del gobierno.
Está confrontación con Porras, quien ha sido sancionada por el Departamento de Estado de Estados Unidos por obstrucciones en esos procesos anticorrupción, ha exacerbado el clima político.
Las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18 continúan controlando varias regiones del país, extorsionando a comercios, empresas y transportistas bajo amenaza de muerte.
“Sabemos que, a pesar de que se ha avanzado, la población guatemalteca sigue enfrentando acoso de fuerzas criminales”, reconoció Arévalo en una conferencia de prensa, previo a presentar su informe al Congreso.
Otro de los flagelos históricos en Guatemala es el narcotráfico. Según el portal de investigación Insight Crime, Guatemala es un corredor crucial para el tránsito de drogas hacia Estados Unidos, lo que atrae a poderosas organizaciones criminales.
En este frente, la administración de Arévalo ha logrado mejorías. En el 2024, el gobierno guatemalteco incautó 18,2 toneladas de droga, marcando la segunda cifra más alta de la historia del país.
Además, en respuesta a la creciente violencia en las cárceles, Arévalo ordenó la intervención de varias prisiones, una medida que busca desmantelar las redes criminales que operan dentro de los recintos penitenciarios y que coordinan actividades ilícitas, como el narcotráfico y la extorsión.
Las cárceles estaban al servicio de los grupos corruptos, como pandillas y narcotraficantes. Eso es algo que no le interesó cambiar al gobierno de Alejandro Giammattei (2020-2024), a pesar de que en su momento fue funcionario del sistema penitenciario.
A pesar de estos logros en el campo de la seguridad, el panorama sigue siendo complejo. La falta de apoyo legislativo, las tensiones políticas internas y la persistente inseguridad son desafíos que Arévalo deberá enfrentar en los próximos años.
BAJO PRESIÓN
Arévalo ha enfrentado una fuerte resistencia de sectores clave, como el Congreso de Guatemala, dominado por partidos tradicionales. Su organización política, el Movimiento Semilla, no cuenta con la mayoría en el Congreso, lo que ha complicado la ejecución de varias de sus propuestas de campaña.
Uno de los puntos más conflictivos ha sido la reforma al sistema judicial, con la cual Arévalo intentaba aumentar la transparencia de los tribunales.
Sin embargo, sus intentos fueron bloqueados por legisladores, quienes argumentaron que estas reformas ponen en riesgo la autonomía de los jueces y el equilibrio de poderes.
Además, la destitución de la fiscal general Consuelo Porras también continúa estancada. Arévalo ha intentado cambiar, de la mano de su bancada, la Ley del Ministerio Público para permitirle destituir a la fiscal, pero su propuesta ha sido rechazada por sectores dentro del Congreso que han defendido la permanencia de Porras en su puesto.
Por otro lado, el presupuesto nacional, propuesto por Arévalo, encontró resistencia en un inicio, particularmente en lo relacionado con los fondos destinados a programas sociales y bienestar. Pero este año, la consolidación de la economía del país hizo que fuera mayor.
En su campaña presidencial, Bernardo Arévalo incluyó el aumento del salario mínimo como una de sus principales propuestas para mejorar las condiciones laborales en Guatemala. En su primer año de gestión, lo incrementó un 6,5%, lo cual se traduce en un incremento de 78 dólares.
EMPERO…
… Guatemala, uno de cada dos niños sufre de desnutrición y alrededor del 58% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, “producto, según Arévalo, de la desigualdad que las sociedades latinoamericanas no hemos podido corregir a lo largo de nuestra historia”.
Durante la inauguración de un seminario sobre la desigualdad en Guatemala organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal), recalcó que “la desigualdad perpetúa a lo largo de generaciones una estructura económica que recompensa más al capital que al trabajo.
“De igual manera, añadió que la desigualdad “mantiene la precariedad en los servicios públicos” y “niega a la mayoría de la gente la posibilidad de crecer y prosperar”, así como en la región “se ensaña particularmente en contra de las mujeres, los pueblos indígenas, las juventudes y quienes habitan y trabajan en territorios rurales”.
Finalmente, Arévalo dijo que en Guatemala hay “profundas brechas entre lo urbano y lo rural” y que existen “privilegios para pocos y exclusión para muchos”.
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