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Una guerra “incivil”

9 de mayo de 2018

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Se habla de guerra civil en Sudán del Sur, pero no tiene nada de esto, sino de catástrofe humanitaria que ya dura cinco años en la nación más joven del mundo, creada en el 2011, luego de desprenderse de Sudán, en todo un menjurje separatista en la que han estado implicados hasta la médula las agencias de inteligencia de Estados Unidos e Israel.

Decenas de miles de personas han muertos y varios millones subsisten con muy poca alimentación. Dos millones de habitantes se han visto obligados a abandonar sus hogares, y de estos hay un millón de refugiados en Uganda, y otro millón desperdigados en Etiopía, Sudán, República Democrática del Congo y República Centroafricana.

La enemistad entre Estados Unidos y Sudán fue la base de la más reciente de las situaciones que llevaron a EE.UU. a la creación de Sudán del Sur en el 2011. La política de Jartum, desde la llegada de Omar al Bashir al poder, siempre fue contraria a las ambiciones de las transnacionales del petróleo controladas mayormente por capital norteamericano.

Estados Unidos apoyó la creación de un gobierno sudsudanés, al que incluso le otorgó unos cien millones de dólares en armamento, pero este le cerró el paso a la explotación del petróleo y decidió otorgárselo a China, que ofrecía mejores condiciones en lo relativo a las inversiones.

Esto fue demasiado para el Imperio, por lo cual la Agencia Central de Inteligencia y el Mossad israelí propiciaron la división del gobierno, al apoyar al vicepresidente Riek Machar en un fallido intento golpista contra el presidente Salva Kiir, el ex aliado de Estados Unidos.

Lo cierto es que la denominada guerra civil estalló en el 2013, creando en Sudán del Sur una de las crisis alimentaria más grave del planeta. Allí, la vida humana no vale nada, mientras niños, niñas y mujeres han sido objetos de violación, y miles de menores han sido reclutados por los respectivos ejércitos contendientes. Tal situación ha disparado el número de suicidios.

 

Sin esperanza

Cuando la gente huye, pierde sus posesiones, cosechas e ingresos, y a menudo se queda varada en lugares donde las instalaciones son insuficientes para albergar a decenas de miles de recién llegados.

El país ha entrado en crisis económica en los precios de alimentos y combustible, generando que aumente cada vez más el costo de vida. El comercio y los mercados locales son inexistentes y las reservas de alimentos se han agotado.

En febrero del 2017, se declaró situación de hambruna en dos regiones, Leer y Mayendit –en el estado de Unidad– afectando a más de100 000 personas, mientras un millón más están en riesgo inminente.

En este 2018, no habrá cosechas o serán pobres para muchos, algo extremadamente preocupantes, contemplando los largos meses de sequía que vienen por delante. Cuatro millones 800 000 personas, casi la mitad de la población, está sumida en el hambre. Mientras, la guerra continúa, por lo cual la situación solo puede empeorar.

A Estados Unidos, Israel y otros aliados de la región le importan un bledo la situación en Sudán del Sur, que, subrayo, fue creada gracias a la labor de zapa del imperialismo para debilitar al molesto gobierno de Jartum, cerrarle el campo de petróleo a China y continuar con la balcanización de Sudán, separando Darfur, rica en uranio y otras materias primas.

Pero, realmente, ha sido un fracaso para Estados Unidos el “independizar” a Sudan del Sur para fundar un país artificial al servicio de sus intereses, que solo ha tenido el triste resultado de hacer peligrar la vida de millones de personas, virtualmente abandonadas a su suerte –mala, por supuesto-, sin que se vislumbre un indicio de paz.

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