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Una Ceiba y tres deseos

16 de noviembre de 2013

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Aunque el clima amenazaba con estropear la hermosa tradición, parece que antes de lo previsto algún que otro poblador pidió, entre sus tres deseos, el de que no lloviera en esa tarde-noche del 15 de noviembre, víspera del Aniversario 494 de la fundación de la villa de San Cristóbal de la Habana.
Así constaté la realidad precedida de la incertidumbre de este viernes habanero en que —según los meteorólogos— podían ocurrir chubascos.
Exactamente a las seis de la tarde, irrumpió ante el legendario Templete una multitud que acompañaba al historiador de la ciudad, el doctor Eusebio Leal, —el alma de la Habana Vieja— como me dijo una vecina que vino tras él desde el portal del Palacio de los Capitanes Generales hasta la ceiba fundacional y una vez en esta tratamos juntos de dar las tres vueltas alrededor de su tronco y pedir tres deseos que no confieso porque, también por tradición, si se dicen no se cumplen.
Antes de la procesión alrededor del árbol, en el mismo portal del Templete, Leal decía algunas palabras o más bien ofrecía una verdadera clase de historia, filosofía y cultura, con su proverbial saber hablar para todos, porque allí había niños, jóvenes, adultos, junto a ancianos que cumplían las tres vueltas a la ceiba.
Como me explicara Hortensia, una octogenaria a quien tomé su brazo para ayudarla a cumplir el rito sin que fuera a caerse al tropezar con más de una frondosa raíz salida de aquel árbol al que todos parecíamos aguantar.
Eusebio comenzó —haciendo gala de su cultura del detalle— con una explicación del porqué la hora del acto en el Templete se había adelantado. Fue a petición de muchas personas que querían estar presentes y les era más difícil si se hacía a media noche.
También incursionó por una historia que no solo se circunscribe a San Cristóbal de la Habana, sino que se asienta en la primada Baracoa, Santiago de Cuba, Bayamo, Camagüey, Trinidad y Sancti Spíritus.
Con el principio de que la cultura es la Patria, el doctor Leal habló con el optimismo que lo caracteriza, de cómo se han ido recuperando monumentos, plazas, teatros, y otras muchas instalaciones que constituyen el patrimonio mismo de la nación cubana.
Puso el ejemplo del Teatro Martí, próximo a reinaugurarse tras larga, costosa y magistral restauración; cómo avanzan las obras en el Capitolio Nacional y el trabajo para que la Quinta de los Molinos se incorpore con toda su historia y majestuosidad al servicio de la población.
Cuando ya la tarde era noche, las luces de la Plaza de Armas dejaban ver cuán grande es la obra que se ha estado levantando año tras año en una Habana que hoy celebra sus primeros 494 años.
Por eso ahora me atrevo a confesar que uno de los tres deseos que me permití pedir cuando daba las vueltas a la Ceiba del Templete, era precisamente el de poder vivir muchos años más para seguir admirando una obra tan hermosa que es garantía de presente y de futuro.

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