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Un legado criminal del viejo colonialismo

6 de agosto de 2025

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Cuando se quiere enunciar el legado y la herencia criminal del viejo colonialismo europeo sobre los pueblos y las tierras de América, África y Asia, no caben dudas de que la lista es larga y múltiple pero, además, sus nefastas consecuencias se prolongan hasta hoy.

Siglos después, las sombras de ese viejo “reparto del mundo” siguen proyectándose y dañando no solo la paz internacional y la de los pueblos entonces oprimidos de manera brutal y hoy mas disimulada; son también el mayor obstáculo para el desarrollo económico y social de manera sostenible e independiente y entre los conflictos que deben enfrentar frecuentemente están los de carácter fronterizo o étnico entre países vecinos, por causa de la reclamación de territorios o de supuestas o reales riquezas inexploradas hasta hoy.

La imprecisión o tergiversación en la fijación de los límites fronterizos es una de las más criminales semillas que dejaron sembradas las viejas potencias coloniales europeas y todo indica que no fue con intenciones nada inocentes sino preparando el camino para estos enfrentamientos fronterizos o regionales que aseguraran y perpetuaran la influencia y el control de las antiguas metrópolis, algunas de ellas aun rivalizando entre sí por ansias renovadas de explotación y saqueo.

Hoy todo se hace bajo las sombras del neocolonialismo y el neoliberalismo y se llega a extremos de violencia si es necesario, incluso con desprecio a los acuerdos y tratados previamente suscritos o consensuados, en medio de un ambiente internacional donde son cada vez más ignorados y violados.

Cabe señalar que el gobierno imperialista actualmente instalado en Estados Unidos y sus socios más íntimos, como es el caso de la entidad sionista israelí, contribuyen de manera destacada a esta situación en que el derecho humanitario internacional, las Naciones Unidas, sus agencias especializadas y su Carta Constitutiva, las cortes de justicia y demás elementos garantes de la paz y la seguridad mundial caen por los suelos y están en camino de ser barridos por la prepotencia, las amenazas, las sanciones coercitivas unilaterales, arrastrados por la codicia imperial y sus efectos.

En todo ese desplome se advierte la presencia y la influencia aun de las viejas potencias coloniales europeas que, paradójicamente, se han convertido hoy en colonias y servidoras del expansionismo imperialista de Estados Unidos, -cabeza del sistema,- y tratan de impedir juntos que se extienda, globalmente cualquier intento de soberanía nacional, justicia social, igualdad jurídica entre los Estados o equilibrios justos en el comercio y la economía.

Los conflictos fronterizos resultan, por tanto, un instrumento imprescindible para romper cualquier tipo de acercamiento entre países vecinos, cuyo interés común aliente cualquier tipo de entendimiento y ayude a fortalecer o consolidar a los gobiernos y pueblos que decidan marchar unidos o en cooperación hacia estos objetivos comunes.

La añeja consigna imperial y colonial de “divide y vencerás” está en marcha y solo la unidad más firme, inteligente y práctica podrá contenerla definitivamente. En esta marcha, los viejos colonialismos europeos ya caducos van de punta de lanza o de vagón de popa -según el caso- del imperio yanqui.

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