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Un bien mal repartido, también en México

21 de abril de 2015

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Se dice que el agua es escasa, pero nuestra Tierra es dos terceras partes de este bien, que sufre a escala mundial desatención desidia, inescrupulosidad, accidente o sabotaje, como ocurrió hace unos días en el estado mexicano de Tabasco, donde millones de personas sufrieron carencias por el derrame de petróleo.
En este aspecto, México presenta una larga y triste historia, equivalente a la del narcotráfico, incoada en su aspecto más peyorativo durante el mandato de Vicente Fox, un hombre “hecho a sí mismo” con el concurso de la Coca Cola, y que hace unos días recomendó sin desenfado resignación a los familiares de los  estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.
Fox triplicó las concesiones otorgadas a las empresas embotelladoras de agua, especialmente a subsidiarias de Coca Cola y Nestlé, y coadyuvó a que su país ocupe desde hace años el segundo lugar en el mundo como consumidor de agua embotellada.
Por lo menos, hay doce millones de personas sin agua en 30 000  comunidades, donde se pueden observar niños que acarrean el líquido en la espalda y mujeres que tienen problemas de columna, por cargar cántaros de agua en la cabeza; y miles de menores que tienen manchas en los dientes por los excesos de minerales en el líquido que toman.
El actual gobierno del Partido Revolucionario Institucional no ha hecho mucho, aunque avala la fórmula de privatizar del anterior del Partido de Acción Nacional.
Esto no es nuevo, ya que desde 1969 se transfirieron los distritos de riego público a la gestión directa de los agricultores, además de que existe la participación del sector privado en el suministro de agua potable y saneamiento, y el tratamiento de las aguas residuales se subcontrata en gran escala en todo el país.
Pero no de dice que, al final, ello es controlado por entes que dicen buscar la mejora de la eficiencia en un sector como el agua, que es un asunto de seguridad nacional, mientras no se cumplen los presupuestos estatales al respecto y no se entregan completos los recursos.
Empresas como Vindenis, Tex Wather y Sue se aliaron con los grandes consorcios mexicanos Tribasa, Peñoles e ICA, con el fin de presionar al gobierno de turno a fin de que existan mayores concesiones y privatizaciones para el manejo y cesión del agua.
Ni que decir que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, bajo sus políticas de desregulación, están interesados en la eliminación gradual de los subsidios al líquido y la entrada de capital privado.
Es decir, el modelo neoliberal impuesto al país sugiere que en materia de agua las empresas trasnacionales y las instituciones financieras internacionales sean las que conduzcan estos servicios, y este tipo de privatización está avalado lamentablemente por las modificaciones al artículo 27 de la Constitución.
Y esto es solo un pequeño aspecto del tema, tratado en México, cuya amplitud desborda la imaginación acerca de lo catastrófico que representa para el planeta y en la conducta del ser humano, como lo reportó el corresponsal de la British Broadcasting Corporation en Etiopía:
“Sema Kedir, madre de tres niños, decidió suicidarse colgándose de un árbol. La explicación del enigma estaba cerca, en un pote de agua quebrado. Ella estaba a punto de terminar una caminata de 12 kilómetros desde el pozo más cercano, cuando un accidente la dejó sin el suministro de agua de sus hijos para los próximos dos o tres días. La historia de Kedir es la de 1 200 millones de personas en el mundo que no tienen acceso a agua potable”.

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