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Ultraderecha europea de plácemes

30 de septiembre de 2022

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La ultraderecha está paulatinamente controlando Europa y se traslada a nuestro continente, en un intento por evitar el avance de las fuerzas progresistas en algunos países.

La victoria de la reacción en Italia no es más que el colofón de lo que había sucedido antes con su         avance en Francia y España, notable influencia en Suecia y expansión en numerosos países del llamado viejo continente en que tiempo atrás no tenía representación.

Las fuerzas centristas y las tímidas que denominan de izquierda llaman a enfrentares con lo que ahora parece indetenible, aunque al final, cualquier cambio no lastimará los bolsillos de los poderosos.

Por muchos años, sobre todo por la funesta sombra de la Segunda Guerra Mundial, los partidos de ultraderecha fueron testimoniales, es decir, recibían menos del 3% de los votos en las elecciones regulares, salvo contadas excepciones.

Pero esa tendencia comenzó a cambiar hace 20 años en Europa, donde poco a poco estos partidos han ido ganando terreno y hoy en varias naciones representa más del 10% de las preferencias.

En Italia, acaba de ganar con más del 26% de los votos, uno más que su fuerza electoral en Suiza, mientras el 21% de los franceses la apoyan y pudieran ganar el poder en cualquier momento. En Suecia, esos autodenominados Demócratas tienen la quinta parte del electorado a su favor.

En Finlandia es la segunda fuerza con el 17%, en Bélgica también la segunda con el 12%, en Estonia, Austria, España y los Países Bajos es la tercera con el 17%, 16%, 15% y 10%, respectivamente, mientras en Noruega, con el 11% y la República Checa, con el 9,5% es la cuarta, y en Alemania es la quinta con el 10% de los votos.

En resumen, hace mucho tiempo la ultraderecha europea dejó de conformarse por partidos marginales y hoy está al frente de gobiernos o en posibilidades reales de competir por el poder, lo cual es un fenómeno que debe alertar a todo el mundo, porque este proceso se ha dado en otras latitudes, como el de Jair Bollonado en la presidencia de Brasil, con posibilidades de reelección.

Los procesos que alimentan este inusitado crecimiento de la ultraderecha es el desencanto del electorado hacia las fuerzas políticas tradicionales, tanto de izquierda como de derecha; el discurso populista que promete cambios profundos o que es una añoranza de glorias pasadas, así como el mal desempeño económico de muchos países que ha afectado la vida de la base trabajadora.

Y regresemos a lo más reciente: lo del pasado domingo 25 de septiembre en Italia, donde Giorgia Meloni será la primera mujer en ocupar el cargo de primer ministro del gobierno más derechista del país desde la Segunda Guerra Mundial.

El partido de Meloni, Hermanos de Italia, obtuvo 26% de los votos, y la coalición de derecha que encabeza contará con una holgada mayoría en el Parlamento.

La coalición, que incluye a la derechista Liga y los conservadores de Forza Italia contará con 237 escaños en la Cámara de Diputados sobre un total de 400.

Esa coalición también tendrá la mayoría en el Senado con 115 escaños sobre 200, muy por encima de la mayoría necesaria.

Meloni trató de tranquilizar a los inversionistas durante la campaña electoral y sus discursos fueron menos radicales respecto a los pronunciados en el pasado en los que defendía con virulencia su credo ultraconservador y anti europeísta.

En todo esto, el punto discordante en lo que se considera ultraderecha esta Víktor Orban, quien ganó por cuarta vez consecutiva en Hungría, y s quien la Unión Europea no ve con buenos ojos, debido a su amistad con él presidente ruso, Vladimir Putin, y comprensión de las razones de Moscú para su operación militar especial en Ucrania.

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