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Ucrania en una encrucijada

29 de enero de 2014

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Si vemos el mapa de la antigua Unión Soviética o comparamos la extensión de Ucrania respecto al resto de los estados europeos, nos damos cuenta de qué país se trata y a qué juega Occidente con la desestabilización del mismo.
En las últimas jornadas, Kiev, la capital, aparece ante el mundo como una urbe sin control, donde lo normal es ver edificios incendiados, calles bloqueadas, instituciones violentadas por quienes exigen, como única opción, la caída del gobierno y su presidente Viktor Yanukovich.
Ucrania es una nación con un gran potencial económico y ubicación geográfica estratégica, al que Occidente apuesta con todo. Una gran producción industrial y fortaleza en su agricultura, podría contribuir a una Europa desgastada y en crisis.
A su vez, su cercanía a Rusia, abre los apetitos de la OTAN que, de caer Ucrania podría poner sus cohetes en la misma frontera con Moscú.
Entre las últimas noticias está la dimisión del primer ministro, Mykola Azarov, quien dijo que con su decisión quería “crear una posibilidad adicional para alcanzar un acuerdo político para resolver el conflicto de una manera pacífica”.
Se agrega a esta dimisión, el hecho de que el Parlamento de Ucrania debate si deroga o no las nuevas leyes que regulan las protestas y que han generado una ola de manifestaciones violentas desde que fueran aprobadas a principios de este mes.
Sin embargo, el caos que vive ese país comenzó en noviembre de 2013, cuando el gobierno rechazó un acuerdo para asociarse a la Unión Europea (UE).
A estas alturas del conflicto, las primeras víctimas mortales se registraron la semana pasada en la capital, Kiev, mientras los desmanes se propagaron por el resto del país.
La situación llegó a tal grado de violencia que el 19 de enero los manifestantes incendiaron varios autobuses de la policía y otros vehículos, mientras los agentes usaban gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua.
Como consecuencia de esas acciones antigubernamentales, unos 170 policías fueron heridos en los últimos días.
Los grandes medios occidentales han dirigido la mira hacia el presidente Yanukovich y cuestionado la alianza económica y estratégica entre Kiev y Moscú.
En tal sentido sitúan los inicios de las protestas cuando el mandatario no admitió las condiciones que quería imponer la Unión Europea para que Ucrania pasara a ser parte de la misma.
En aquel momento, miles de personas, en Kiev, se lanzaron a las calles para que el presidente diera marcha atrás a su decisión. Lo hacían alentados por el poder mediático y una que otra declaración de mandatarios y otros directivos europeos y de Estados Unidos que echaban leña al fuego incitando a las protestas y la violencia.
Rusia, aliado histórico y estratégico, decidió  a mediados de diciembre comprar bonos del gobierno de Ucrania por valor de 15 mil millones de euros, mientras rebajaba el precio del gas ruso vendido a Ucrania.
Era una ayuda fundamental para que la nación se recuperara ante los embates opositores y de la Europa comunitaria.
Aunque los comicios están previstos para el 2015, los opositores y quienes los incentivan, han promovido la figura del ex boxeador Vitali Klitschko — uno de los más activos manifestantes contra el Gobierno y a favor del ingreso a la UE— a que se presente como candidato a la presidencia en unas supuestas elecciones anticipadas para el presente año.
En medio de esta encrucijada opositora se debate Ucrania, bajo la instigación de quienes en Europa y Estados Unidos, apuestan a que el país abandone sus vínculos con Rusia y se una a la Europa en crisis aguda que hoy no tiene nada que aportar que no sea su sometimiento a Washington.

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