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Turquía: el laberinto

21 de julio de 2016

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Tal como se suponía y ya advertían no pocos especialistas locales e internacionales, las contradicciones políticas en el seno de Turquía estallaron de manera violenta y sangrienta y a pesar del aparente control logrado por el gobierno hasta estos momentos, nadie se atreve a predecir el curso futuro de los acontecimientos.

Si hacemos memorias sobre los antecedentes del país turco en la época moderna –a partir de las reformas Kemal Attaturk desde mediados del pasado siglo, posteriores a la Primera Guerra Mundial y al desmembramiento del otrora Imperio Otomano–, observamos un papel preponderante del ejército, con un pensamiento secular y renuente a favorecer al islamismo militante, en medio de una población mayormente de fe musulmana.

La “guerra fría” contra la Unión Soviética y el ingreso de Turquía en la OTAN brindaron a ese ejército posibilidades insospechadas de armamento, recursos y movilización, convirtiéndolo en uno de los más numerosos y mejor equipados del mundo, para lo cual contaron con los suministros y apoyos de todo tipo por parte de Estados Unidos, que consideraban crucial la posición geoestratégica de Turquía cubriendo un amplio segmento del flanco sur de la URSS. Recordemos que Estados Unidos llegó a instalar allí cohetes con cabezas nucleares.

El triunfo electoral del partido islamista Justicia y Desarrollo y la llegada al gobierno del actual presidente Erdogan –antes como premier–, impactaron y causaron preocupación en las fuerzas armadas, creándose desde entonces una situación aparentemente normal pero no exenta de tensiones y crisis.

Todo eso está en el trasfondo de los sucesos de Turquía y del reciente intento de golpe de estado –a lo que se añade la errática e incoherente política exterior de Erdogan así como su conducta autoritaria y represiva en lo interno, introduciéndose en un laberinto del cual ahora no es fácil salir.

Su participación en la agresión contra Siria apoyando a grupos terroristas y facilitándoles medios y uso territorial, unido a la interminable guerra contra los kurdos que buscan un espacio independiente dentro de la propia Turquía, contribuyen a agravar y complicar la situación que desestabiliza al país y mina su gobernabilidad.

Erdogan, sin dudas, abrió simultáneamente numerosos frentes y contradicciones, sobrestimado sus posibilidades de salir ileso en medio del fuego cruzado que le llega desde diferentes partes.

Estados Unidos y la Unión Europea lo amenazan y presionan, sin dejar de reconocer la importancia crucial de Turquía como potencia regional y la necesidad de preservar la alianza con un gobierno turco –sea de Erdogan u otro–, que siga sirviendo como punta de lanza y base de operaciones a los intereses imperialistas en la región.

Aún no se ve clara la salida del laberinto turco.

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