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Trump “incendió” la ONU

20 de septiembre de 2017

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Nunca ha creído Donald Trump en la ONU ni en los acuerdos en los que ha participado su país, incluso antes de que el magnate inmobiliario ocupara la silla en la Casa Blanca.

Ya había amenazado con retirarle los fondos a la ONU, equivalentes a bloquear la organización cuya sede está en ese país.

Estaría entonces Naciones Unidas en la cada vez más larga lista de países e instituciones a los que Trump ha bloqueado, emprendido nuevas sanciones o amenazado con retirar a Estados Unidos de mecanismos de cooperación a nivel internacional.

Pero esta vez, en la sesión inaugural del 72 período ordinario y en presencia de más de un centenar de jefes de Estado o Gobierno, ministros y embajadores de los países miembros, Trump, en franco irrespeto a los que allí estaban y/o escuchaban y a la comunidad internacional toda, pronunció palabras incendiarias nada coherentes con las que necesita un mundo que busca la paz y no logra alcanzarla.

Que un mandatario amenace con “hacer desaparecer” a un país, en este caso a Corea del Norte, no tiene antecedentes en las administraciones norteamericanas y mucho menos en los discursos de quienes acuden a la ONU y se supone estén cuerdos.

¿De qué forma Trump se propone “desaparecer” a la nación asiática a la cual amenaza todos los días y cada vez con ejercicios militares con tiro real en sus cercanías?

¿Pretende el magnate-presidente lanzar un artefacto nuclear contra Pyongyang? ¿Ha calculado cuántos seres humanos, asiáticos y norteamericanos, entre otros, serían víctimas seguras de una conflagración de este tipo?

¿O es que los asesores de Trump son tan improvisados como él en cuestiones internacionales y conflictos que deben resolverse con negociación y no con amenazas de guerra?

Otro escenario donde el actual presidente de Estados Unidos se implica cada vez más y de forma injerencista y amenazadora, es la República Bolivariana de Venezuela.

Esta vez Trump, en plena sesión de la ONU, acudió a amenazas groseras y mentiras no creídas ni por él mismo.

¿Cómo se le ocurre al gobernante del país anfitrión de la ONU, usar el recinto para activar la guerra y no el diálogo respecto a un país libre y soberano y un gobierno que ha demostrado al mundo ser de los más democráticos y coherentes en su política de fomentar la paz, beneficiar a su pueblo, darle trabajo, educación, salud, vivienda y, además, brindar solidaridad internacional a países caribeños, latinoamericanos y de otras latitudes.

Pero a Trump, con su antorcha incendiaria, le habían escrito un discurso contrario a lo que esperaba la propia ONU y el mundo. Lo habían incitado a amenazar,  a provocar, a quedar bien con los que allí en Miami, donde el magnate tiene fabulosas inversiones, le piden que intervenga militarmente en Venezuela, como antes lo pidieron a otros mandatarios, respecto a Cuba.

Como diría Hugo Chávez cuando asistió a una de las sesiones de la Asamblea General de la ONU, el recinto donde habló este lunes el mandatario norteamericano, olía a azufre. Allí había estado el diablo.

Respecto a Cuba, Trump parece haber recogido de los archivos los discursos de otros mandatarios de la nación norteña, al reafirmar que mantendría el bloqueo a la Isla, a la vez que, de manera grosera e injerencista, exigía cambios a las autoridades cubanas.

Oír más de lo mismo, cuando incluso el pasado año en igual Asamblea de la ONU hasta Estados Unidos había optado por abstenerse cuando se votó la Resolución que exigía el cese de esas sanciones, equivale a tirar por la borda lo que piensa y exige una mayoría de los habitantes norteamericanos, que cada vez en mayor número se pronuncian por ampliar las relaciones con la Isla al margen de las diferencias que existen y existirán entre ambos gobiernos.

También el inquilino de la Casa Blanca, con ínfulas de querer gobernar el mundo a su manera, arremetió contra la República Islámica de Irán, a la que mantiene aplicándole sanciones adversas aún cuando Teherán ha dado pasos serios, reconocidos hasta por la propia Agencia Internacional de Energía Atómica, sobre su programa nuclear con fines pacíficos.

Fue, sin dudas, un comienzo nada feliz para una ONU que ha iniciado este nuevo período, inmersa en el caos que provoca la no aplicación de una restructuración verdadera de su Consejo de Seguridad, y que es ignorada por el país anfitrión que viola a diario el verdadero postulado de una institución nacida de las cenizas de la guerra y que tiene la Paz como bandera.

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