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Tren ponchado

23 de febrero de 2015

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Concedo que hace años admiraba por su seguridad y eficiencia al sistema ferroviario norteamericano, responsable del enorme volumen de carga y pasajeros y sustituto de los más costosos aéreo, marítimo y carretero.
En este contexto descollaba el Amtrax, todo dentro de la línea controlada por el Estado. Pero también lo bueno dura poco… en la casa del rico.
Como nación que ha sido construida para competir, creyó que no había razón para que Europa y China tuvieran los trenes más rápidos y reconoció que manejaban industrias nuevas que fabricaban productos de energía limpia.
Y ya desde principios del 2000, mientras se iba por lo ultramoderno, descuidó la seguridad ferroviaria de tal modo que cada seis horas comenzó a ocurrir un accidente, como si no hubiera habido avance desde que se clavara el “Golden Spike”, un clavo de oro, sobre la última traviesa del primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos, entre Omaha (Nebraska) y Sacramento (California), que sustituiría a los carromatos y caravanas que viajaban al Oeste americano por las rutas de Oregón, de los Mormones y del Pony Express.
Pero llegaron los tiempos del petróleo de esquisto, producido por el controvertido y más barato sistema de fracking, que se comenzó a transportar por ferrocarril en toda la nación, sin que se aumentara el cuidado, pese a saberse de violaciones de los conductores por el comprobado alto consumo de alcohol y, extraoficialmente, de drogas.
En este contexto ocurrió hace unos días el descarrilamiento e incendio de un tren cargado con productos en Virginia Occidental, donde dos localidades tuvieron que ser evacuadas
Una semana antes, un tren que transportaba crudo chocó con otro cargado de cereales en Dakota del Norte, causando llamas de más de 30 metros de altura y una columna de humo visible a unos 40 kilómetros a la redonda y la evacuación de la localidad de Casselton.
El hecho se produjo cuando todavía resonaba el eco por el descarrilamiento de un tren Amtrax cerca de Boston, con el fallecimiento de nueve personas. En los casos anteriores, sobre todo los que tienen ribetes catastróficos, no se reportan regularmente los daños humanos.
Cada dos horas, una persona o un vehículo en Estados Unidos resulta atropellado por un tren, según el Departamento de Transporte de Texas. Debido a su peso (un promedio de 4 000 veces más que un carro de tamaño normal), los trenes no pueden detenerse rápido y necesitan una milla para hacerlo, mientras que un carro sólo requiere de 200 pies. Desafortunadamente, y como es de esperar, los accidentes ferroviarios producen un alto saldo de lesiones y muertes catastróficas.
Resumiendo, alrededor de 3 000 accidentes de tren suceden anualmente en Estados Unidos –uno cada 90 minutos. En promedio, el descarrilamiento de un tren que involucre un derrame químico y obligando a la evacuación de los residentes locales ocurre dos veces y son causados por error humano, negligencia, o distracción; falla mecánica o piezas defectuosas; mal cuidado de pistas; y, obviamente, los descarrilamientos de trenes pueden suceder cuando las pistas están obstruidas por animales, personas, árboles caídos, rocas u otros desechos, o por un vehículo. Ello sin contar, como señalamos, la ingestión de alcohol y drogas.
Y esto en la tierra del antes seguro y orgulloso ferrocarril liderado por el Amtrak, hoy víctima de una ineficiente seguridad.

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